Hay dos cosas que me preocupan de la pandemia: las consecuencias económicas, porque si bien vivo en Estados Unidos, que tiene una economía sólida, y estoy en buena situación financiera, sigo pagando mi casa y la universidad de mi hija. Y mi salud. En enero del año pasado empecé a sentirme rara y a los cuatro meses me diagnosticaron esclerosis múltiple".
Con este baldazo de agua fría, arranca la charla con Inés Rivero (44), la argentina que integró el Olimpo de las supermodelos en los 90. A los 14, en su Córdoba natal, dio los primeros pasos con Chicha Osorio, una reconocida socialité que formó a varias beauties en la escuela Mannequins. Y en poco tiempo llegó a Buenos Aires y viajó a París y al mundo. Fue musa de grandes couturiers, como Karl Lagerfeld y John Galliano, y "ángel" de Victoria’s Secret. Tuvo fama de rebelde –a los 19 se casó con el excéntrico fotógrafo francés Alé de Basseville– que ya se sacó de encima, amores varios y tres matrimonios.
"Sí, tengo esclerosis múltiple", afirma al otro lado del teléfono, con esa dulce tonada latina que adquirió en Miami, donde crió a Maia (18), su única hija, fruto de su segundo matrimonio con el financista cubano Jorge Mora, de quien se divorció en 2004. "Soy una afortunada: me la descubrieron temprano. Pudieron diagnosticarme porque tengo dos lesiones: una en la parte posterior izquierda del cerebro y otra en la espina dorsal", continúa. "La esclerosis múltiple está básicamente causada por lesiones en los nervios. Los nervios están cubiertos por una sustancia, la mielina, que los protege como el plástico que recubre a un cable. Esa mielina se desarma, se desintegra y se produce una cicatriz, una lesión. Lo que suele suceder con la mayoría es que les descubren la enfermedad cuando ya tienen muchas lesiones. Yo tengo dos, que es lo mínimo que se necesita para tener un diagnóstico", agrega la ex supermodelo.
La conversación girará en torno a este nuevo capítulo en la historia de Inés, quien, lejos de victimizarse, cuenta cómo convive con esta enfermedad autoinmune que, por ahora, no tiene cura. "No tengo problema en hablar, pero no es un tema cómodo", dice al dar comienzo a la charla con ¡HOLA!
"ME SIENTO MÁS SINCERA"
–¿Estás en tratamiento?
–Por el momento no: tengo la enfermedad en remisión. Está latente, como dormida.
–¿Cuáles fueron los primeros síntomas?
–Lo primero que noté fue que, cuando levantaba pesas, tenía que hacer más fuerza con el brazo derecho que con el izquierdo. Después, empecé a sentir unos calambres fuertes en el pie derecho y se me resbalaban cosas de la mano derecha. Tenía menos reflejos, no podía nadar en línea recta, el párpado derecho me temblaba bastante. Cada vez que notaba algo, buscaba en Internet y encontraba un denominador común: el sistema nervioso central. Otro día tuve una reacción en la piel: me ardía, me picaba. Fui a la dermatóloga y me recomendó que viera a un neurólogo. Mi médico de cabecera me derivó con un especialista, que en un principio minimizó lo que le decía. Como soy insistente, conseguí que me hiciera una resonancia magnética. Salió una lesión en el cerebro y me mandó hacer un relevamiento del sistema nervioso central. Ahí apareció la segunda lesión: en la espina dorsal. Los resultados me los dio mi clínico, porque este primer neurólogo me resultó bastante desprolijo. Sacó el informe del sistema y me lo leyó por teléfono: ‘Esclerosis múltiple’, afirmó al pasar, ¡como si estuviera hablando de una laringitis!
–¿Qué sentiste al escuchar "esclerosis múltiple"?
–[Suspira]. Me quedé dura, pero como estoy acostumbrada a estar sola desde muy chica, inmediatamente, pensé: "Lo voy a resolver". Recién después de leer acerca de la enfermedad, exploté. Estaba asustada y no podía reconocerlo.
–¿Quién te trata?
–El doctor Saud Sadiq, una eminencia en esclerosis múltiple; atiende en Nueva York. Llegué a él gracias al padre de mi hija que, cuando le conté, me dijo: "Vamos a conseguir al mejor especialista". Para esas cosas, él es muy bueno. Vi a Sadiq en junio del año pasado, al mes del diagnóstico inicial.
–Debe ser un alivio poder contar con tu ex marido en esta situación.
–La verdad que sí. Ni durante la separación nos peleamos enfrente de Maia. Tomamos la decisión de poner a un lado nuestras diferencias y tener una relación cordial por ella. Lo hicimos con terapia y funcionó. Si bien no somos íntimos, él sabe que cuenta conmigo y yo sé que puedo contar con él.
–La esclerosis múltiple está asociada a dificultades cognitivas y motrices.
–Sí, pero no es mi caso. Varía de persona en persona. En estos meses conocí a gente con manifestaciones fuertes de la enfermedad y diría que hasta me resulta incómodo decir que yo también la tengo. Si bien el panorama puede cambiar, tengo suerte de estar en este estadío. En mi caso, la esclerosis múltiple se ve muy poco.
–¿Se puede hacer algo para mantener la enfermedad dormida? ¿Cómo te cuidás?
–Tengo claro que puede despertarse en cualquier en momento y que la menopausia suele ser un disparador. No tuve que cambiar la dieta porque desde hace tiempo que me alimento a base de productos orgánicos. Siempre fui muy activa y sigo igual. Dejé de andar a caballo para no arriesgarme y, por recomendación médica, incorporé yoga y meditación. Estoy haciendo el profesorado en un estudio en el Design District y medito todas las mañanas.
–A casi un año del diagnóstico, ¿cómo te sentís?
–Va a sonar raro, pero siento este diagnóstico como una bendición. Puedo tomármelo así porque tengo una manifestación supersuave de la enfermedad. Está en remisión, soy una afortunada. Supe que el mayor desafío no iba a ser la enfermedad, sino aprender a sacar lo mejor de ella para seguir adelante. Lo más difícil fue el año anterior.
–¿Por qué?
–Fue el peor año de mi vida. Tenía fatiga, estaba deprimida, se me habían ido las ganas de vivir. Así que el día que me dijeron que tenía esto, pensé: "Gracias a Dios". El diagnóstico me permitió establecer cuáles iban a ser mis próximos pasos. La esclerosis múltiple me sacó de la depresión y me dio un rumbo. No sé si voy a terminar enseñando yoga, en el estudio me quieren tomar como profesora, les encanta mi personalidad.
–¿Qué te enseñó la enfermedad?
–Me di cuenta de lo importante que es hablar del tema. En una primera instancia, tuve la idea de no decirle a nadie, y después entendí que uno es fuerte cuando se anima a mostrarse vulnerable, cuando aprende a pedir ayuda. Esta enfermedad me dio una segunda oportunidad para animarme a cambiar a los casi 45 años. Me siento más sincera. Pido perdón con sinceridad, pido ayuda con sinceridad.
–¿Te ves como una vocera de la esclerosis múltiple?
–No. Es tan leve lo que tengo por ahora que me sentiría una impostora. Estoy abierta a compartir mis experiencias, pero no quiero enfocar mi vida en esto. Prefiero que la esclerosis múltiple sea un dato más de mi biografía. Si hay una fundación o una persona que necesita mi apoyo, que me escriba un mensaje directo a mi cuenta de Instagram, @inesrivero.
SU HIJA, SU MADRE, SU PAREJA
–¿Cómo le dijiste a tu hija, Maia, que tenés esclerosis múltiple?
–Esperé. Cuando se lo conté, tenía claro el panorama. Le dije lo importante: no me voy a morir de esto; agarramos la enfermedad temprano, así que voy a poder evitar tener problemas físicos; y, si bien no es curable, hay buenos tratamientos disponibles.
–¿Cómo lo está viviendo ella?
–Le conté en julio del año pasado y a las pocas semanas partió a UPENN (Universidad de Pensilvania) a hacer una especialización en Economía, Política y Filosofía. Quiero que disfrute de este momento único para ella, como es la facultad.
–¿Cómo se lo tomó tu madre? Ella sigue viviendo en Córdoba…
–Sí, vive allá. Creo que es a quien más le costó digerirlo, pero por el simple hecho de ser mi madre. Cuando se lo conté, ya sabíamos de la remisión.
–¿Pensaste en volver a Córdoba?
–No, no podría estar tan lejos de mi hija. Maia nació en Estados Unidos y tiene todo acá. Y, ahora, yo también.
–¿Vas a terapia?
–Hice mucha terapia en Miami y antes, en Nueva York [donde vivió bastante tiempo]. Dejé hace unos años y, si bien pensé en retomar, no siento que lo necesite. No hay como un golpe de realidad para acomodar la cabeza. Además, estoy en una relación sana con alguien: tenemos buena comunicación, ninguno está a la defensiva, lo único que queremos es fortalecer nuestro amor.
–¿Quién es él?
–Se llama John Boord, tiene 53 años, es mitad norteamericano, mitad español, fue criado en Venezuela y es padre de cuatro chicos de 17, 15, 13 y 12. Estuvimos juntos durante tres años, después de mi última separación [Inés estuvo casada por tercera vez con el entrepreneur ecuatoriano Ernesto Estrada]. Fueron años maravillosos, pero yo no había hecho el duelo. Y volvimos a vernos justo cuando me dieron el diagnóstico.
–¿Cómo vive John tu nueva realidad?
–Lo que más aprecio de él es lo amada que me hacer sentir. Le conté de la enfermedad cuando aún no estábamos juntos y me dijo: "No estás sola. Te voy a ayudar en todo lo que necesites". Por primera vez estoy con alguien que sé que está ahí para mí. Es buen padre, buen amigo y muy buen novio.
–¿Cómo ves la vida de aquí en más?
–Todo va a depender de cómo siga evolucionando mi enfermedad. Si yo sigo los consejos que me está dando la esclerosis múltiple, que vino a decirme que tenía que aprender a manejar las cosas de otra manera, creo que me espera una vida bárbara.
–¿Y si llegara a despertarse?
–Veré paso a paso. Sé, por el hombre que tengo a mi lado, que no va a afectar nuestra relación. Sigo viéndome en Miami y, aunque no tengo planes de casarme, si John me lo pide, lo haré feliz. Si hay algo que sé hacer muy bien ¡es organizar un casamiento!
Producción: Florence Argüello
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