Inés Pertiné de la Rúa: Mi vida cambió bastante
Contra su costumbre -no concede entrevistas-, la señora del Presidente mantuvo una larga charla con la Revista. Dijo que siempre dedicó su vida a hijos y nietos, y que eso es lo que más le gusta, pero que ser primera dama le impone otras tareas. De ellas, lo que le atrae es que le permiten ayudar a la gente
La vida no siempre es una elección política. Muchas veces es más bien una elección de amor. Cuando el 15 de diciembre de 1970 la señorita Inés Pertiné se convertía en señora de De la Rúa, no sabía que 30 años después ingresaría en el año 2000 como primera dama, esposa del presidente de la República Argentina. En sus proyectos dibujaba la imagen de un hogar feliz, una madre dedicada a sus hijos y una sólida compañera para su esposo, con espacios para las tareas solidarias, un tema que siempre había sido de su interés. Hoy, y a la distancia, seguramente puede asegurar que la mayoría de sus sueños se cumplió, aunque el destino le reservó otros impensados...
"A Fernando lo conocí después del golpe que derrocó al presidente Illia", dice la señora De la Rúa en un distendido encuentro con la Revista en las oficinas de la fundación que lleva el nombre de la familia. Allí también funciona la Fundación Centro de Estudios de la República Argentina.
Sencilla, cordial y casual en su vestir, Inés Pertiné de De la Rúa tiene el sello de esas mujeres de elegancia discreta: algunas alhajas, un pañuelo de seda al cuello -detalle que suele repetir en sus arreglos- y un peinado prolijo y suelto, de abundante y pesada cabellera que no le debe ser fácil dominar. El maquillaje fresco, con escasos contrastes, es parte de un estilo sobrio. Seguramente siempre fue así. Es una linda e interesante mujer, pero no la atraen los primeros planos más allá de aquellos que las circunstancias le imponen...
-Fernando se recibió de abogado a los 20 años, en Córdoba. Llegó a Buenos Aires invitado por el doctor Juan Palmero, ministro del Interior de Illia, para trabajar como su secretario. Cuando unos años después comenzamos a salir, él ya tenía su estudio con el doctor Facundo Suárez e iniciaba su actuación en política.
-¿Cuánto tiempo estuvieron de novios?
-Bastante. Tres años, con idas y venidas. Nos casamos cuando él cumplió 30. Al año fue postulado como candidato a senador y nació Agustina (29). Recuerdo que fue una campaña impresionante en la que, siendo tan joven y sin que nadie lo conociera, le ganó al doctor Sánchez Sorondo. Por ese tiempo nuestra hija ya tenía 8 meses y fuimos a votar con ella en brazos. Cuatro años después llegó Antonio (25) y al año Fernando (24). Con tres hijos chicos y un marido en política mi tarea en el hogar fue de tiempo completo.
-¿Trabajó después de haberse casado?
-No. Tuve la suerte de no tener que salir a trabajar, aunque de tener que hacerlo lo hubiera hecho. Siempre ayudé a mi esposo desde el llano. La vida política de Fernando fue muy intensa y yo me dediqué a los hijos. Por otra parte, nuestra casa fue siempre bastante complicada: reuniones partidarias, mucho movimiento de gente, llamadas matutinas de periodistas, viajes... Me aboqué a cuidar de mi familia, que fue, es y será lo más importante en mi vida y por lo cual nos hemos mantenido tan unidos y solidarios. El hogar es el refugio de Fernando y eso es lo que me importa preservar.
Pertiné no disimula que se siente cómoda en el papel de señora de y que es una abuela perdida por sus nietos. También al doctor De la Rúa le cambia la expresión cuando Sol (4 años), su nieta mayor, le tira los brazos para refugiarse en los suyos o cuando Simón (4 meses) lo sigue con la mirada. Su hija sabe que es importante que los nietos sigan viendo a los abuelos, y eso parece un verdadero recreo para la nueva pareja presidencial.
-Sol es la más popular de la familia. A Fernando le pregunta: "Abuelo, ¿vos sos el Presidente?" y cuando ve un helicóptero dice: "Ahí va el abuelo". Fernando es muy tierno con sus nietos y se emociona con facilidad. Hasta hace poco, los miércoles eran nuestros, un día especial entre abuela y nieta. La retiraba del jardín, almorzábamos en casa, jugábamos y cuando comenzaba a correr, a cansarse, la entregaba a sus padres. Ya no sé si podré mantener esa rutina semanal que nos hacía tan felices. A pesar de todas las tensiones que hay en la vida de los políticos, los problemas del país, las campañas, los desplazamientos, estar con los nietos nos cambia las horas. Cuando llega Sol, todo cambia...
Hablar de Agustina la retrotrae a sus primeros años de mamá jóven, cuando iba con sus hijos pequeños a todas partes, mientras el padre trabajaba por el sustento familiar. "Está casada con el ingeniero agrónomo Juan Petracchi, una gran persona a quien queremos mucho, y es la que menos participa en política. Antes de casarse, preparaba y vendía tortas y le iba muy bien con la Rogel, los lemon pies y las tartas de frutilla. Muchas veces la ayudaba a repartirlas haciendo de chofer para que llegara a tiempo a todas partes. En la actualidad y con una socia, fabrica ropa para chicos, al por mayor."
-¿Cómo era el Presidente como padre, cuando los hijos eran pequeños?
-Muy bueno... A pesar de tener una vida tan intensa, siempre tuvo tiempo para sus hijos.
-¿Y usted, como ama de casa?
-Bien, creo que siempre me desempeñé bien. Me gusta que la casa funcione, que haya orden en los horarios. Me gusta controlar todo. Ser una mamá creativa y estar cuando me necesitan. Recuerdo mi alegría cuando al volver de la escuela y preguntar: ¿Está mamá? siempre la encontraba. Nunca quise que a mis hijos les faltara esa respuesta. Por otra parte, Fernando es muy ordenado y tiene horarios que me gusta respetar, aunque la vida de los políticos no siempre es sistemática. ¡Cuántas veces me ha dicho: "Vengo a las 10 con dos personas" y llegaba a las 11, con ocho más...!
-¿Y cómo lo resolvía?
-Nunca me faltaba alguien que colaborara. El freezer estaba lleno y, apurando los pasos, podía siempre improvisar algo.
-¿En qué cambió su vida al ser la primera dama?
-Cambió, y bastante. Ser la mujer del Presidente implica tener más responsabilidades. Sentir que una se debe más a la gente. Esta tarea llegó en un momento de mi vida en que los hijos ya no me necesitan. Mis nietos tienen sus espacios y yo puedo estar plenamente junto a Fernando y acompañarlo. Vengo a la fundación porque en mi casa recibía innumerables pedidos y desde aquí, con colaboradores, me organizo mejor. Siempre digo que para lo único que me gusta el poder es para ayudar a la gente. Lamentablemente, éste es un momento de tanta crisis, de tanta demanda de trabajo, que no puedo resolverlo como quisiera. Camino dos pasos y la gente me pide trabajo... Me encantaría poder satisfacerlo. Cuando me dejan los teléfonos, muchas veces respondo personalmente y se sienten felices de haber sido escuchados. A veces piden una silla de ruedas, una internación. Como mujer del Presidente tengo más acceso. No todo lo que piden es trabajo...
-Cuando se casó, eligió ser una mujer de hogar. ¿Qué le dice ser ama de casa?
-Creo que es algo importantísimo, muy respetable. Es la base de la sociedad. Una madre debería poder estar con sus hijos el mayor tiempo posible. Yo no estoy tan segura de cambiar cantidad por calidad. Comprendo y estoy de acuerdo con quienes eligen trabajar y realizarse. Estoy en favor de la mujer que trabaja, pero hay que reconocer que en muchas circunstancias los problemas se agravan, especialmente cuando los chicos quedan todo el día solos porque los padres no los pueden acompañar y están horas y horas frente al televisor. Es algo muy doloroso, para lo que debe buscarse una solución.
-¿Cuál propone?
-Deben abrirse más guarderías para las madres que trabajan. Que sus hijos estén mejor y más cuidados. Las abuelas no siempre pueden atenderlos, porque ellas mismas trabajan. Entonces habrá que buscar soluciones.
-¿Cómo se siente en la residencia de Olivos?
-Bien, muy bien. No es una residencia demasiado grande. No me siento perdida. Es muy acogedora. Tiene tres dormitorios, tres baños y una recepción muy agradable y, por supuesto, hermosos jardines...
-¿Qué toque personal incorporó?
-Uno trata siempre de poner algo del propio gusto para que sea lo más parecido a un hogar, aunque transitorio, pero hogar en nuestro estilo. He llevado algunos de mis muebles y cuadros.
-Dicen de usted que es buena anfitriona...
-Me gusta recibir, estar en todos los detalles. Ayer estuvo el presidente electo de Uruguay almorzando en la residencia.
-¿Quién administra los gastos en su hogar?
-Toda mi vida lo hice yo. Es una tarea que Fernando me ha delegado. Creo que soy buena administradora. Si lo hiciera mal, ya habría quejas...
-¿Qué quejas tiene de usted su marido?
-Las normales dentro de un hogar normal... Nada importante...
-¿Le gusta cocinar?
-Sí, me gusta. A Fernando le gusta mucho y cocina bien. Cuando lo conocí, vivía solo y se cocinaba.
-¿Qué les gusta cocinar y qué comer?
-A él, las pastas caseras con una buena salsa de tomate. También sabe hacer otras salsas y muy ricas, por cierto. A mí me gustan las verduras, siempre estoy creando ensaladas diferentes. También los pescados y los postres. El postre Rogel es un clásico en nuestra mesa y era el regalo preferido de Antonio en sus cumpleaños.
-¿Y quién hace los asados en la quinta de Pilar?
-Fernando o los chicos. Allí se producen nuestros verdaderos encuentros en familia. La tenemos hace más de 20 años. Vienen los hijos, los nietos y los amigos más íntimos. Allí somos felices entre nuestras plantas, con los animales y todo lo que nos rodea.
-¿Cómo es el Presidente fuera de funciones?
-Muy casero. Desde siempre, cuando terminaba sus actividades le gustaba volver a casa, estar con los chicos. Es un hombre de familia y un gran lector.
-Se lo ve orgulloso de sus hijos.
-Sí, y muy agradecido con sus hijos varones, que tanto lo acompañaron y apoyaron durante la campaña. Es verdad, está orgulloso.
"No sé si querrá publicar esto..."
-Hace pocos días, el 8, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Por otra parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al año 2000 como un tiempo dedicado internacionalmente a la cultura de la paz. Lo femenino está en cada uno de estos temas. ¿Qué les diría a las mujeres argentinas?
-Les diría que sé que la realidad no siempre se ajusta a los mandatos de la ley. Lamentablemente, no suceden las cosas como en nuestros sueños de justicia. Pero también compruebo algo que me compromete y me llena de esperanza. En nuestro territorio son incontables las mujeres que postergan su propio bienestar y se dedican apasionadamente a atender, aliviar y compensar las carencias de los más olvidados. La señora acomoda sus cabellos. Se toma unos minutos para ordenar las ideas. Me entrega unas líneas, y lo hace con timidez. "No sé si usted querrá publicar esto, que escribí un poco más ordenadamente, especialmente para este encuentro".
Leo y transcribo: "Tengo el privilegio de gozar de una vida familiar plena, atendiendo a mis hijos y disfrutando con mi marido de nuestros nietos, en el marco de un hogar sólido y acompañándolo en su actividad política primero y como Presidente, ahora... Pero es mi mayor deseo y nuestra más grande preocupación procurar que este bienestar alcance a todas las mujeres argentinas que hoy deben sacrificarse para darles a sus hijos lo más que pueden. A ellas en este día quiero expresarles mi admiración, mi respeto y hacerles llegar mi más afectuoso y cálido saludo."
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