Un creciente número de médicos cuestiona la eficacia del índice de masa corporal como herramienta diagnóstica
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“Peso, altura…” Así empieza generalmente una consulta médica en 2022, recopilando la misma información básica que un profesional de la salud podría haberte pedido en 1972 o en 1922. La mayoría de las veces estas cifras básicas que se usan para medir nuestra anatomía se introducen en una sencilla fórmula matemática para definir el llamado índice de masa corporal (IMC).
Por más de 40 años, la simple fórmula para establecer el IMC -la cual consiste en dividir el peso del paciente (en kilogramos) por el cuadrado de la estatura (en metros)-, ayudó a los médicos, a los agentes de seguros de vida e incluso, a los entrenadores de gimnasio, a categorizar a sus pacientes en uno de cuatro campos: bajo peso, normal, sobrepeso y obesidad.
Pero a pesar de la sencillez y la practicidad del IMC como herramienta de medición, un número creciente de expertos cuestiona el valor que pueda tener el índice como herramienta diagnóstica. “No puedes interpretar nada sobre la salud de alguien solo mirando su IMC”, le dijo a BBC Mundo la profesora de ciencias nutricionales de la Universidad de Michigan Kendrin Sonneville.
En BBC Mundo decidimos analizar la aparente contradicción que existe con el IMC, una herramienta prácticamente universal que para algunos apenas aporta valor.
Una medida estadística
Para poder entender los argumentos detrás de la disonancia, vale la pena volver a los inicios del IMC. La fórmula para medir el IMC nació gracias al matemático, astrónomo y estadístico belga Lambert Adolphe Quetelet en 1832. Quetelet es considerado uno de los “fundadores de las ciencias sociales”, contó el doctor Garabed Eknoyan, nefrólogo del Colegio Superior de Medicina Baylor, de Houston, Texas en un estudio de 2007.
“A la hora de desarrollar su índice, Quetelet no tenía ningún interés en la obesidad”, agregó. “Su preocupación era definir las características del ‘hombre normal’ y acomodar la distribución a la regla”. Quetelet había desarrollado una obsesión por entender cómo las tendencias probabilísticas se reflejaban en las poblaciones humanas, y empezó a estudiar la relación entre la estatura y el peso.
“Sus pioneros estudios transversales del crecimiento humano lo llevaron a concluir que, con excepción de las etapas de crecimiento acelerado que siguen al nacimiento y la pubertad, ‘el incremento del peso equivale al cuadrado de la estatura’”, dijo Eknoyan. En ese momento nació lo que, por más de un siglo, se conoció como el índice Quetelet.
El papel de los seguros
Para 1972, las compañías de seguros en EE.UU. habían comenzado a estimar el nivel de riesgo de sus clientes al comparar su peso con el peso promedio para individuos parecidos. A los clientes que se les consideraba “de mayor riesgo”, se les cobraban más.
Enfurecido, el fisiólogo Ancel Keys llevó a cabo un estudio con 7000 personas saludables con el fin de demostrar que la fórmula que utilizaban las aseguradoras era engorrosa y poco efectiva. La herramienta que utilizó fue el índice Quetelet. Con apenas un cambio de marca -pasó del índice Quetelet al índice de masa corporal- la simple cifra se convirtió en la medida genérica para establecer el peso saludable de cualquier individuo. Un título que mantiene hasta el día de hoy.
“La razón por la que la usamos es muy tonta”, le explicó a BBC Mundo Rekha Kumar, endocrinóloga del hospital universitario Weill Cornell de Nueva York. “Es una herramienta muy barata y rápida para calcular, y las alternativas para hacer una medición similar son caras, engorrosas y no de fácil acceso”.
Pero, ¿sirve o no sirve?
“El IMC nunca estuvo diseñado para aplicarse a nivel individual”, aseguró a BBC Mundo Kendrin Sonneville, profesora de ciencias nutricionales de la Universidad de Michigan (EE.UU). “Es una medida que está diseñada para caracterizar poblaciones, como en promedio cuál es el tamaño del cuerpo de determinada población y cuánto cambió a través del tiempo”.
Y es que hay una gran variedad de factores que inciden en el peso (y en la salud) de una persona. “La gente se siente muy mal si les dicen que su IMC es muy alto, o hay personas que asumen que están saludables si su IMC es normal”, dijo la endocrinóloga Rekha Kumar.
“Y ninguno de esos dos es necesariamente cierto. El IMC es solo una herramienta para llamar la atención a lo que podría ser un problema de salud, pero no es una buena herramienta si se usa sola para asumir cosas sobre la salud de alguien”.
La nutricionista neozelandesa Lucy Carey dijo a BBC Mundo que el IMC “no arroja ningún tipo de información de uso para determinar el estado de salud de un individuo”. Aunque agregó: “De pronto es útil a nivel poblacional, para identificar tendencias en el tiempo”. Hay otros que son más radicales.
“Realmente no hay beneficios de tener el IMC de una persona”, le dijo a BBC Mundo Jeffrey Hunger, profesor asociado en psicología de la Universidad de Miami (Ohio, EE.UU.). “Tenemos que alejarnos de esta visión de ‘dos lados’ que únicamente sirve para perpetuar la creencia de que podría ser una medida válida. El IMC merece estar en el gran basurero de la historia”, aseveró Hunger.
El lado oscuro del IMC
“Un padre estuvo contándome su experiencia con una enfermera”, contó la nutricionista Carey. “La enfermera les dijo que su hijo de 4 años estaba muy pesado para su altura. Este menor de 4 años empezó a dejar de comer, argumentando que estaba ‘demasiado gordo’”.
Carey se encuentra con este tipo de casos todo el tiempo, por lo que escribió una columna para el New Zealand Medical Journal sobre los riesgos que representa el uso del IMC a la hora de establecer si un niño mantiene o no un peso saludable. Pero los efectos no solo se reducen a los temas de imagen, argumenta Carey, también existe un riesgo de afectar sus hábitos de vida.
“Si ponemos demasiado énfasis en sus cuerpos y no pierden peso, nos arriesgamos a que digan ‘Bueno, eso no tuvo sentido’ y abandonen los buenos hábitos que formaron”, le dijo a BBC Mundo. “Veo esto una y otra vez. Pacientes que dejan de hacer ejercicio porque no pierden peso a pesar de que estaban mejorando su capacidad cardiorespiratoria drásticamente”.
La profesora Sonneville concuerda: “Hay una buena cantidad de evidencia que muestra que cuando te enfocas en el peso y haces a la gente sentirse mal por su peso, hay un efecto contraintuitivo en el comportamiento. Se sienten menos motivados”.
¿Qué se puede hacer?
Los especialistas con los que hablamos concuerdan en que debe haber un cambio en la manera de ejercer la medicina, dependiendo menos de las tendencias y enfocándose más en el individuo. “Nuestros sistemas y estructuras están muy enfocadas en el peso. Nuestra educación en las escuelas médicas se basa en métricas como el IMC. Pero solo porque lo hayamos hecho siempre así no quiere decir que esté bien,” dice la doctora Sonneville.
“Tenemos suficiente información para saber que debemos hacer esto de una manera diferente, y creo que van a tener que ser aquellos que ejercieron la medicina desde una sola óptica los que van a tener que adaptarse a ideas nuevas y reconocer el daño que hicieron enfocándose tanto en el peso y en el IMC”, sentencia.
La nutricionista Carey asegura que el cambio de enfoque requerirá depender menos de herramientas numéricas, como el IMC. “Definitivamente hay una relación entre la gordura corporal y la salud. Pero en el mundo real, si podemos lograr que la gente duerma mejor, que cocine en casa, que tenga comidas con sus seres queridos, todo eso mejorará su salud y bienestar, sin importar si su peso cambia o no”, afirmó.
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