Entre Uruguay y Guatemala, nació el amor. Pero un imprevisto cambió los planes de felicidad.
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No buscaba un amor pasajero. Quería una relación romántica, seria, como la que alguna vez había tenido en su vida. Claro, a sus 55, con dos hijos y una experiencia de vida, no sentía que era el momento para explorar nuevos horizontes. Pero dejó de lado sus prejuicios y de todas formas se registró en esa sala virtual de encuentros que le habían recomendado.
“Con la idea de encontrar a alguien con quien tener una relación seria y romántica entré a un chat. Sin embargo, mi intención me pareció un tanto difícil de concretar: quienes me invitaban a iniciar una amistad se encontraban muy lejos. Decidí salirme por unos días y luego volví a entrar. No había nada interesante para quedarme. Estaba a punto de darme finalmente por vencida cuando un señor me saludó. Curiosa, le pregunté de dónde era. Montevideo, Uruguay, me dijo. Volví a decepcionarme y se lo hice saber. Pero algo en él me llamó la atención: su conversación fue diferente y además aseguró que para él la distancia no era un problema”.
Se mantuvieron en contacto. Cada uno habló acerca de su pasado, de su presente y quisieron conocerse un poco más. Las charlas cada vez se extendían más en tiempo y profundidad. De hecho, para Anabella, el intercambio cada día se volvía más apasionante. José no era el tipo de hombre que lo primero que hacía era lanzar una invitación para un encuentro de sexo virtual. Eso hacía más interesante querer mantener el vínculo. “Al tercer o cuarto día, ya no recuerdo cómo, empezamos a cambiar de tema y hablamos de sexo, lo que nos llevó a avanzar en la relación y así continuamos por varios días. Yo ya estaba más que interesada en él y no podía disimularlo”.
Conversaban todos los días en videollamadas de una hora promedio. Cada noche repetían el ritual de charlar y ponerse al tanto de lo que habían hecho en el día. Solían reírse con las anécdotas del pasado. Los viernes Anabella se unía a José y su hijo de 15 años mientras cocinaban: era el día que se comía pizza. “Entonces yo me embellecía ese día en especial y escuchábamos música. Cuando finalizaba la cena y él se iba a su cuarto, teníamos sexo virtual ese día”.
Pero con el acercamiento también llegaron las discusiones. No se ponían de acuerdo sobre ciertas cuestiones que, en realidad, no eran de importancia pero que generaban tensión entre ellos. “Nuestras discusiones solían ser porque no contestaba mis llamadas ya que su celular solía fallarle según me decía”. Es que José se esforzaba. No era muy amigo de la tecnología pero todo lo hacía para estar en contacto con ella.
- Ya no quiero continuar con esto. Si quieres platicamos como amigos, pero de vez en cuando, le dijo Anabella una tarde.
- Anabella, yo no quiero tu amistad, te quiero como mujer
“Este hombre habla en serio”, pensó ella. Y decidió darle una oportunidad a lo que, quizás, sería el amor de su vida. No se había equivocado, pronto pudieron limar asperezas y sintieron que eran almas gemelas. Se habían enamorado como adolescentes y querían apostar a un encuentro real. “Me enamoré de él porque me hizo sentir segura, y porque sabía lo que quería: tener compañía, casarse”.
Un sueño sin concretar
Así pasaron varios meses, de abril a agosto, entre momentos de alegría, espacios para el enojo y algunas diferencias más que atravesaron sin mayores contratiempos. Comenzaron a hacer planes para, finalmente, poder viajar y encontrarse. “Consulté a la Embajada de Uruguay en Guatemala, también hice averiguaciones en la aerolínea sobre los requisitos para volar a Uruguay y le informé a José todo lo que me habían dicho para que me enviara el efectivo para los gastos. Así lo hizo. Compré el boleto para viajar el 25 de septiembre. Pero unos días antes del vuelo me avisaron que no iba a poder viajar. Mi solicitud había sido denegada. A partir de esa fecha todo fue agonía”.
Las fronteras estaban cerradas y no había forma de concretar el viaje. Anabella hizo varias presentaciones de solicitudes a la embajada pero la respuesta era la misma: su solicitud había sido rechazada. “Hemos discutido por nuestro afán de vernos, hemos llorado, nos hemos desalentado, ha sido muy desesperante amarnos y no poder estar juntos. Enamorarse a esta edad y de esta manera ha sido terrible. Recientemente cumplió años y buscando cómo mantener encendida la llama de nuestro amor le envié rosas rojas, lo que resultó ser una hermosa sorpresa para él y yo fui feliz al verlo tan sorprendido”.
Hace un mes aproximadamente Anabella y José dejaron de conversar. “He llorado porque ha sido muy difícil y puedo asegurar que para él también. No, no logramos concretar nuestra unión. La frontera sigue cerrada. Hay una lejana posibilidad pero requiere que tenga las dos dosis de la vacuna aplicada y eso recién ocurrirá en septiembre. Todo ha sido tan desgastante y frustrante que nos dimos por vencidos. Lo extraño, claro que sí, y mucho. Incluso he llorado porque aprendí a conocerlo y siento su dolor y el mío y al verme imposibilitada de hacer algo. Ya no conversamos. Ahora él se niega a contestar, lo eliminé y le hice saber que había tomado esa decisión por respeto. Sin embargo debo admitir que todavía guardo una esperanza”.
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