Ídolos populares en la ficción
"Suele decirse que los sueños hacen crecer a los niños. Y no solo a ellos. Lo cierto es que los mitos, cristalización de sueños colectivos, hacen que una sociedad sea lo que es", escribió el sociólogo francés Michel Maffesoli en su libro Iconologías; nuestras idolatrías posmodernas. La reflexión del catedrático de La Sorbona nos permite indagar en el lugar que hoy ocupan los ídolos populares, cuyas vidas son narradas en exitosas biografías, series y películas. Un auge que tuvo eco en estas tierras, con producciones recientes dedicadas a personajes como Sandro, Gilda, Rodrigo, Luis Miguel, a nivel regional, y un sinfín de biopics en el universo hollywoodense, encabezadas por Freddie Mercury y Bohemian Rhapsody .
"Queremos historias extraordinarias. En el momento en el que una historia logra cautivarnos, por ese instante ese universo es verdad. Buscamos un relato que nos cautive; la mayoría de las veces hay que inventarlos y en otras, como en el caso de Monzón, la vida misma te los da", asegura Jesús Braceras, el director de la miniserie que contará la vida de Carlos Monzón y que se verá este año por la pantalla de Space.
Como bien destaca el productor y guionista Axel Kuschevatzky, el género de las biopics es uno de los más recurridos y exitosos del cine. "Hablamos de un género que te permite acceder a un público que ya tiene una relación emocional y particular con la figura central –analiza el productor de Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor –. Los nombres y las historias son conocidos, lo que hace pensar, acertada o equivocadamente, que hay un público cautivo".
Este año, varias realizaciones echarán luz sobre la vida de personajes populares con la aclaración de que se trata de una obra "ficcionada", lo que permite no ser del todo fiel a la historia real. "No sé por qué hay tanto interés en las historias protagonizadas por este tipo de personajes –responde Lorena Muñoz, la directora de Gilda y El Potro–. Estamos en un momento en el que resulta atractivo espiar la vida de la gente, sobre todo de la que admiramos. Uno quiere conocer más sobre la intimidad del artista, descubrir lo que lo llevó a ser lo que es, y ese es el punto más interesante de las biopics, contar cómo esa mujer, ese hombre, se convirtió en un personaje capaz de despertar amores y odios por igual".
Las masas necesitan de mitos, de ídolos, vivos o muertos, y eso parece un hecho irrefutable, por lo menos para el sociólogo e historiador Juan José Sebreli , quien en reiteradas ocasiones aseguró que "mucha gente necesita proyectarse en alguien que ha triunfado". En este sentido, la socióloga Marina Moguillansky, profesora de la Unsam, sostiene que los ídolos populares nos permiten identificarnos, fantasear, soñar. "Muchas veces se siguen sus historias casi como si fueran propias o de algún amigo o familiar cercano". Lo que lleva a la doctora en antropología social Nathalie Puex a tener una mirada pesimista en este terreno. "Creo que es el reflejo de la tristeza de mucha gente, cuya monotonía la lleva a soñar la vida de otros –puntualiza–. La mirada de la vida de otros limita la posibilidad de imaginar una vida propia y feliz".
En el análisis de los ídolos hay algo del "querer ser". "Hay un intento de encontrar elementos en común con uno mismo que nos hagan sentir que de alguna manera hay algo ahí, cerca. Cuál es ese elemento que hizo a ese personaje único, qué elementos puedo encontrar en mí para llegar a la cúspide –analiza Jesús Braceras–. La historia de un ídolo popular no deja de ser otra cosa que el análisis de un caso de éxito, de gente común y corriente que logra explotar. Te da la oportunidad de entrar en su intimidad, conocer esos lugares inaccesibles, vivir su vida por un momento. Hoy pasa con las redes sociales y los millones de seguidores que tienen las figuras. Nos permite fisgonear, ser testigos de su día a día y muchas veces encontrar defectos que nos dan cierta tranquilidad para nuestra vida ordinaria".
Por su parte, Graciela Guiñazú, periodista y autora de la biografía que sirvió de base para la serie Sandro de América, dirigida por Adrián Caetano y que de alguna manera abrió el camino en la Argentina de las biopics como formatos televisivos, no duda en destacar: "El fenómeno de los ídolos populares es una circunstancia casi sobrenatural que escapa a cualquier análisis racional. O por lo menos así es en el caso de Sandro. Él nació y creció como ídolo en un mundo sin redes, todo lo hizo como si fuera un trovador. Roberto Sánchez le puso la voz, el cuerpo y todo su ser al personaje que inventó. Una vez le pregunté cuál era su secreto y me dijo: 'Si tuviera el poder de hacer un ídolo, te imaginás que tendría la agencia artística más grande del mundo, no canto más y me dedico a hacer ídolos'. Esto es un misterio, es una cosa que muchas veces hemos tratado de dilucidar y hemos pasado largas noches haciendo una especie de sociología aplicada, psicología, comunicación de masas, pero todo eso no sirve para nada frente a un misterio tan maravilloso".
Apenas se conoció la noticia de que Monzón y Maradona iban a tener sus propias series, se desató la polémica. Por un lado, está la supermediatizada producción del gigante de streaming Amazon sobre la figura de Diego que ya puso en alerta a sus hijas, Dalma y Gianinna; Guillermo Coppola, y a su ex mujer Claudia Villafañe, quien arremetió con un "si no cuentan la verdad, tendré que hacer mi historia y Dalma será la protagonista". Del otro lado, la producción que Space emitirá a mediados de año, que tendrá como protagonista al boxeador femicida que fue campeón del mundo y que encendió las alarmas: ¿cómo va a ser mostrado Carlos Monzón? "La sociedad evolucionó y claramente el relato no tendría el mismo color si hubiese sido realizado hace 30 años –comenta Braceras, el director de la serie, de trece episodios–. Toda obra artística, sin lugar a dudas, es un juicio de valor, aunque uno sienta que es plenamente objetivo. No en vano hemos hecho el esfuerzo para tratar de mantenernos lo más neutrales posible a la hora de relatar esta historia. El de Monzón es el relato de alguien que salió de la pobreza, se sobrepuso a una infinidad de obstáculos, llegó a la cima del mundo y terminó siendo condenado por el asesinato de su mujer. ¿Es inocente? Claro que no, la Justicia y la sociedad lo condenan (mató a Alicia Muñiz, su pareja, el 14 de febrero de 1988). ¿Está bien golpear a una mujer? Es algo aberrante. ¿Avalamos la sociedad machista? En lo absoluto. En la serie, intentamos ir más allá, queremos generar un debate. Que el espectador no analice si Monzón era bueno o era malo, sino que se pregunte por qué una persona termina donde termina, cuáles son los elementos que la llevan a este lugar. Treinta años después de este caso tan emblemático seguimos discutiendo los mismos temas, entonces siento que aún nos queda un largo camino por recorrer".
Con el título Monzón, La biografía definitiva (Planeta), el periodista Carlos Irusta narró la historia del boxeador de quien estuvo cerca buena parte de su vida. "Para muchos hoy es solo un femicida –dice Irusta–. Su título como campeón del mundo de peso mediano (entre los años 70 y 77) quedó enterrado. Cuando escribí el libro intenté ser lo más objetivo posible. No lo hice para defenderlo ni tampoco para atacarlo, conté su historia dentro de un contexto histórico, en una época en la que había cierto regocijo por su condición de el macho, tal como lo bautizó Alain Delon (fue el mismo actor francés que defendió a su amigo con la frase: 'Toda la vida les pegué a las mujeres y ninguna se murió') –delibera–. Más allá del caso particular de Monzón, el problema con los ídolos es que les exigimos y los convertimos en los que nosotros queremos ser y lograr. Depositamos nuestras carencias".
Si bien en todas las sociedades y culturas conocidas se registra la existencia de ídolos, cabe preguntarse cuáles son las características que prevalecen en la sociedad argentina. "Tenemos cierta facilidad por la identificación y la idolatría por personas que tuvieron auges extraordinarios en su trayectoria de vida profesional, artística, política, deportiva, quienes llegaron a momentos increíbles en sus campos de desarrollo y que terminaron atravesando momentos catastróficos –aporta Alejandro Grimson, doctor en Antropología, autor de Los límites de la cultura (Siglo XXI)–. Nos gustan, en ese sentido, esos ídolos que hayan transitado el apogeo y la tragedia, como Gilda, Rodrigo, Evita, Maradona, lo que nos permite identificarnos como una sociedad eufórica, que por momentos se ve por encima de todos y otras veces trágica, que una y otra vez se encuentra en la lona. El caso de Diego nos identifica claramente, tiene una cierta correlación, metafórica con cierto carácter ciclotímico de nuestra sociedad".
Es llamativo que nuestros máximos ídolos tengan elementos en común: una era de apogeo y finales trágicos. "No creo que se pueda hablar de un tipo de ídolo que nos represente como argentinos, porque no hay homogeneidad en nuestro país, como no la hay en ninguna sociedad –explica la socióloga Marina Moguillansky–. Gilda, Rodrigo, Maradona, por su parte, representan una trayectoria de ascenso social, de éxito y de popularidad que rompieron con algunos de los cercos que establece la elite y que los identifica con ciertos sectores". Nathalie Puex, directora del laboratorio de Antropología Aplicada de Flacso Argentina, se atreve a señalar a Diego Armando Maradona como una clara referencia colectiva. "En 1986 unificó al país, todos lo adoraban, fue el que brindó en aquella oportunidad una imagen positiva del país tras ganar el Mundial –apunta–. El fútbol es un símbolo que comparten la mayoría de los argentinos". En una entrevista publicada en esta revista, el psicoanalista Jorge García Badaracco reconoció que no hay país en el mundo que sea representado por alguien como lo es Maradona respecto del nuestro. "No conozco casos similares, salvo el de Napoleón en Francia".
En este punto, vale la pena recordar el texto que escribió el uruguayo Eduardo Galeano acerca del Diez: "Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la exitoína. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga".
Todo pueblo necesita de sus mitos para afianzar su identidad y Gilda se adapta a los tiempos que corren, de eso está convencido Alejandro Margulis, el autor de la biografía Gilda. La abanderada de la bailanta y Santa Gilda (ambas editadas por Planeta), que inició acciones legales en contra de las productoras que estuvieron a cargo de la película por "el uso de su investigación y su trabajo para construir el guion de la película", señala. "El caso de Gilda es muy particular, es un alma buena, querible que hizo todo lo posible por cumplir su sueño –destaca Margulis– y, por sobre todo, es una mujer que se impuso, que ganó su lugar en un mundo de hombres".
El empoderamiento femenino estará muy presente en la miniserie que dirigirá Benjamín Ávila (Infancia clandestina), que en esta oportunidad protagonizará Brenda Asnicar. "Su música es parte de nuestro ADN – arriesga Ávila–, a Gilda la cantan todos (en 2015, Florencia Berthold llevó su historia al teatro). Era una mujer con los pies en la tierra, un ejemplo de superación. En la serie vamos a contar cómo esta mujer trasciende en un universo de hombres, cómo logra imponer su sueño, su música. En cierta forma, será un complemento a la película y estará narrada desde varios puntos de vista que marcaran su infancia, su adolescencia y su adultez".
En estos tiempos de cultura de masas a través de los medios de comunicación y redes sociales, "todos tienen el derecho a soñar que disponen de sus minutos de gloria – desarrolla el sociólogo Jordi Busquet Duran–. Ahora bien, a pesar de que sean muchos los que se sientan llamados a ser importantes, muy pocos son los escogidos para entrar a formar parte del olimpo mediático".
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