Te proponemos usar géneros para darles una segunda oportunidad a elementos cotidianos y crear climas únicos en cada rincón de la casa
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Un biombo armado con tres placas de MDF forradas enmarca una composición sobre la chimenea. Esta versión romántica combina tres retazos de estampas florales, pero la idea se puede adaptar según su dueño: rayas, lunares o colores plenos, todo vale.
A la izquierda: un cajón rústico, con alambre de gallinero y todo, se convirtió en elegante botiquín con un recorte de Toile de Jouy que oculta su contenido. Derecha: basta con envolverla con tela y agregarle ganchos para que una plancha de madera se transforme en un decorativo sector de guardado. En este caso, se usó en un comedor diario, pero puede funcionar también en un espacio de trabajo o bien en la entrada, para colgar bártulos varios.
Un mueble con estantes móviles se puede volver el centro de atención con solo colocarle un género vistoso como fondo. Si en lugar de pegarlo lo aseguramos con unos cuantos clavos, podemos variar el género cada temporada y renovar el ambiente en pocos minutos. En este ejemplo, se jugó con el motivo de corales –bien veraniego– y la cerámica de tonos marinos.
Izquierda: si lo recubrimos con un lindo retazo de tela, cualquier envase se puede convertir en florero o coquetísimo lapicero. Rápido y con poca inversión. Derecha: un género bien fruncido en un barral obra maravillas sobre la cabecera de la cama: suma un aire de distinción romántica de manera instantánea, abierto o cerrado. Atención con este recurso para agregarle un toque especial a cualquier cuarto –especialmente el de las niñas–, con la posibilidad de desmontarlo en un periquete cuando se torne cansador.
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