Ella, Mara Latasa Saloj, es licenciada en Administración de Empresas y Marketing, cursó un Posgrado en Negocios y trabaja para una subsidiaria argentina de Telecom France. No gana mal: US$2.700.
Él, Lucio Sorichetti, su marido, ingeniero, ejerce en la norteamericana Oracle. Y resulta que, una o dos veces al año, se reúnen los representantes de distintas partes de Latinoamérica para evaluar cómo será la temporada en sus oficinas de Miami. Y hacia allí vuela la parejita para el meeting anual de la compañía a inicios del 2007.
Ahora bien, esta historia se tuerce. Da un golpe de timón. El hotel está en pleno Fort Lauderdale. Cerca de allí, un gimnasio no muy llamativo. Un día, de paseo, Mara ve que ofrecen clases de baile de pole dance –o, como se lo conoce en criollo, baile de caño, aunque esa expresión está mal vista en la comunidad– y decide meterse a chusmear. Lo que ve no es para tanto, pero resulta novedoso: por un lado, las máquinas de fitness; por otro, una sala con seis caños. La profe le explicó los beneficios que aporta a la salud el dar vueltas por un caño de acero. Mara, que además de su carrera en Marketing es profesora superior de danzas contemporáneas, tiene entre ceja y ceja la idea de poner una escuela de baile en Buenos Aires, pero está abierta a todo.
Ser pionero te da las ventajas de escribir las reglas, poner las pautas de trabajo y liderar un campo, hasta ahora, inexplorado. La desventaja es estar solo en la batalla.
En Miami regresa varias veces a aquel gym para ver cómo funciona todo. El proyecto le queda picando. Basta solo con googlear el rubro un poco: en Latinoamérica, no hay una sola escuela de caño. En Estados Unidos, hay gyms improvisados, como este de Miami, y se cuentan con los dedos de las manos. Mientras tanto, en Europa el caño florece. En Londres, hay profes reconocidas en los medios. Y, en Australia, ni que hablar: el epicentro mundial de la disciplina, con reguero de academias y competencias por doquier. En Sidney todo el año es cañoval.
Para sumar más caño al fuego, cuando Mara regresa a la Argentina, zas, a Tinelli se le ocurre sumar esa disciplina a Showmatch. Cartón lleno. Ni lerda ni perezosa, Mara alquila un local de 80 metros. Deja todo hecho una pinturita. Pero claro, falta un detalle: los caños. Se pasa horas buscando en internet para conocer el formato exacto. Ella había tomado fotos en el gym de Miami, pero no era suficiente. Su marido, ingeniero, la calibra con los ojos: "Deben tener unos 5 cm de diámetro", apuesta. Llama a un herrero y le manifiesta lo que quiere. De un site inglés donde se explican los pormenores de una competencia, descubre que usan caños de 4,45 cm de diámetro. El material: acero inoxidable. Y hueco. Pero el caño es un tema. El herrero necesita llevar y traer tres veces los condenados cañitos. La razón: el pulido no es suficiente, y las chicas se resbalan. Así descubre que existen distintas clases de pulido. Y hasta que queda todo en su justa textura pasa un mes. El herrero, como se podrán imaginar, feliz.
Y Mara necesita profes, pero no hay en la Argentina y tampoco material didáctico para formarlas. Un problemón. Mara busca entre instructoras afines de fitness, danzas y acrobacias. Y se propone capacitarlas con lo poco que hay disponible. Trae de Londres un DVD tutorial de Elena Gibson, que hasta organiza coreos en caño para los shows de Elton John: "Clases básicas de pole". Es como bien lo dice el título, básico. Pero Mara y su troupe de flamantes profes aprenden un puñado de trucos de la disciplina: las primeras inversiones en V, la attitude –me encantaría explicarle aquí de qué se trata, si pudiera ponerme a dibujar– y el crucifijo invertido con manos abiertas. Luego, gracias a videos en YouTube de instructoras australianas –recuerde que Australia, en ese momento, era EL LUGAR del caño, así con mayúsculas–, descubren cómo ensamblar todas esas poses de Gibson en una coreo con más onda.
El gran acierto de mi emprendimiento fue crear un rubro desde cero en la Argentina. Pusimos las semillas de algo que no existía: entender el
En septiembre del 2007, Mara tiene los ocho caños a punto, las profes preparadas y abre, lanzada, las puertas de su academia. Montar todo el asunto le cuesta $50.000. Para no quedar atada solo al caño, llama al instituto Art Dance Studio. Algunos aún la miran mal. "¿Eso no es de cabaret, Mara?", le cuestionan sus amigas más conservadoras. Y su mamá, Graciela Saloj, politóloga, no entiende cómo su brillante hija encaminada en una compañía francesa decide largarlo todo para ocuparse de una disciplina de cabaret. Hay mucha carga social encima. Que alguien baile en el caño es sinónimo de que en cualquier momento habrá un revoleo de lencería. A Mara le espera un trabajo de hormiga para dar vuelta las cosas. No hay nada más obstinado que una etiqueta de macho.
Para la primera convocatoria de alumnas, Mara difunde la academia a través de una red de mails con amigas. El día del debut, tiene 30 alumnas. Al mes, 50. Y, a cinco meses de abrir las puertas, son 100 aprendices del caño. Facturan en el año $200.000, pero antes de cumplirlo, abren un segundo local. La pucha: su primera franquicia.
Cada clase aporta una quema de entre 300 y 500 calorías, mucho más que otras actividades físicas. Y un trabajo duro y parejo de fortalecimiento muscular, elongación y flexibilidad. Ninguna otra disciplina, argumenta ella, mejora la flexibilidad y, a la vez, la autoestima.
La meta de todo practicante del caño es asumir posiciones en su debida forma. Ellos lo llaman trucos. Hay trucos clásicos, trucos desafiantes y trucos para los que recién arrancan. Un profe inventa el Pitón, el cuerpo retorcido por el caño, cual víbora en pleno acto amoroso de estrangulamiento, y ya lo reproducen en Grecia y Rusia. O aquella profe que concibe el Vozza Split, parada agarrándose en el aire con una pierna enganchada arriba, al lado de la cabeza, y la otra, no logro ver bien desde acá, pero lo que sí es importante es que sus piernas estén abiertas en 180°. Ya subieron sus Vozza seguidores de Colombia, Argentina, y un chileno campeón mundial. Sí, los hombres también practican pole, qué se cree.
"Mi consejo para los nuevos emprendedores es que midan la gestión y los resultados constantemente. Las pymes inician con mucha pasión a pulmón y con todo muy casero, pero la profesionalización y la constante medición deben ser variables siempre presentes en la gestión. No tenemos las espaldas de las grandes empresas para cometer muchos errores y por eso la medición a corto plazo de todas las áreas (recursos humanos, marketing, calidad de producto) es de gran importancia", explica.
Cuando ve que la escuela se dispara en alumnos y en publicidad, Mara muda el local. Pasa de 80 m2 a 300 m2. Al principio le asusta. Tanto espacio, ¿cómo va a llenarlo? Pero el desafío la hace producir más. Le saca, por así decirlo, el jugo al caño. Y despliega más actividades: abre un curso de formación de instructores de pole. El primero del país. Y organiza campeonatos a todo vapor. En el 2008, 17 compiten en el primer campeonato pole argentino. Un año más tarde, 40 asisten al Sudamericano. Y, para 2013, 120 llegan de todas partes al Campeonato Latinoamericano: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay. Todos vuelan a abrazarse al caño como a un viejo amigo.
La página de Face de la academia desborda con más de 15.000 fans. Mara trae a las estrellas del pole para que hagan de jurado o para que firmen certificados a las flamantes instructoras. En siete años, aterrizan 15 stars. Desde Felix Cane, tres veces campeona mundial y artista del Cirque du Soleil, hasta Marion Crampe, otra campeona mundial francesa.
Gracias al instructorado, hoy suma un staff de 40 profesores propios, formados made in home. Y, cada año, recibe 120 nuevos interesados.
Cuando hablo de crear algo desde el comienzo también hablo de profesionalizarlo. Es desarrollar mi propio negocio, capacitar a proveedores (empresas de construcción de barras, accesorios, ropa especializada) y formar instructores.
Cuando Showmatch vuelve a la carga con el pole en el 2008, convocan a la academia de Mara para formar a las parejitas competidores. Y es así como pasan, por su local, de Hernán Piquín a Laura Fidalgo. De Adabel Guerrero a Pampita. De Nazarena Vélez a Ricardo Fort. En cinco años, no hay mes que no caiga un famoso con el berretín de bailar sobre la superficie de acero.
Hoy, Mara tiene 1.500 alumnas estables. Ya entregó 800 certificados a flamantes instructoras tras una carrera de dos años. Su marido dejó Oracle y se vino a trabajar con ella. Organiza 22 campeonatos en América, en más de 11 países –es la red de torneos más grande de la disciplina–. El certamen Sudamericano se transformó, bien ahí, en Panamericano, y en su edición 2017 participaron 250 atletas de 13 países.
Mara tiene, si nos ponemos puntillosos, tres sedes y un total de 12 salas de pole con más de 80 caños. Y la suya es la primera academia que introdujo el caño giratorio en Latinoamérica, primera también en llevar atletas a competir al Mundial. Pole position.
Esta nota forma parte de 15 ideas millonarias, el especial de revista BRANDO que llega este mes a todos los suscriptores.
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