Esta es la casa de Lily Miedvietzky, bonita, acogedora. Pero esta es la casa de Lily 26 años atrás, así que vamos a tener que rebobinar un poco la cinta. Ella trabaja de contadora en un estudio, en Resistencia, Chaco. Su marido, en un concesionario de camiones y una fábrica de gas licuado. Lily tiene dos hijos –ahora son tres– y una deuda con su infancia: cuando cumplió 15, soñaba con celebrar en Disney, pero sus padres –dedicados a la confección de ropa– no pudieron pagarle el viaje a pesar de que se lo habían prometido. Ya lo dicen los que saben: no hay nada como una crisis para encender el fuego de algo nuevo.
En 1990, fue el inicio de la chispa. Para salirse de los números de la contabilidad, Lily estrenó una agencia de viajes llamada Firenze y tuvo una idea, apelando a aquella frustración de la adolescencia: ¿por qué no llevar a un grupo de chicas de Resistencia a celebrar otra clase de cumpleaños de 15 por los parques temáticos de Disney? En lugar de una fiesta que, con suerte, durase ocho horas, sería una celebración de 10 días. E hilando finito, una propuesta hasta más económica que la fiesta. Lily les repetía a su entorno y amigos: fiesta de 15 tradicional con familia grande. Amigos. Amigos de amigos. El tío que se pone del copete. Carnaval carioca. Videíto emotivo. El mismo bodrio de siempre, con vestido blanco. Para los padres, un gastadero enorme de guita. Y, para las que cumplen, un festejo repetido, calcado de generación en generación y con sabor a poco. No da.
Dos años después de casada, Lily cumplió su viejo sueño: viajó a Disney y sanó su herida de quinceañera. En Disney se copó. Se hizo fan. Vio que en Orlando estaba todo servido: organizado, meticuloso, fluido. Le podrá gustar más o menos Mickey Mouse, pero no vamos a dudar de algo: al ratón no se le escapa nada.
Además, por aquel entonces ella se decía: un viaje a Europa puede ser muy enriquecedor para las quinceañeras, pero ir de museo en museo era una sopa fría. Y el gazpacho les gusta a pocas teens.
Esta es una experiencia única para las chicas que viajan con nosotros y para sus familias. Es un momento histórico de sus vidas y un año que, por más que vuelvan a Disney, no se repite.
Cuando se acercaron a los padres, ella y su equipo hablaron y hablaron de servicios médicos, de la presencia de un coordinador cada 20 chicas y de la participación de la propia Lily de punta a punta del viaje como garantía de que todo iría por carriles seguros. O para decirlo en términos Disney, una montaña rusa, sí, pero con cinturón. Con las chicas, hablaron más y más de pases libres a los juegos, de trucos para no hacer cola, de fiestas top en hoteles de lujo, de books de imágenes con fotógrafos profesionales, de más fiestas, más juegos, más fotos. Pensaron cómo luciría el paraíso para una adolescente, y se propusieron materializarlo.
En 1990, Lily empezó con un grupo de 13 teens. Las chicas regresaron encantadas. Y los padres elogiaron el trato, la seguridad; en fin, que allá, tan lejos y tan arriba, alguien pudiera hacerse cargo de sus hijas con el mismo celo entre cariñoso y policial que ellos. Lily bautizó su agencia Fun Time. Y arriba los ratones. Le fue tan pero tan bien que, en poco tiempo, su agencia recibía pedidos de madres de todo el país que querían contratarla para que llevara a sus hijas a la Tierra de Mickey Mouse, donde los sueños se concretan a base de shopping y realidad paralela.
En 1996, Lily abrió oficinas de Fun Time en Buenos Aires. Dos años más tarde, otra sede en Posadas, Misiones. En un abrir y cerrar de ojos –y locales–, Lily había inaugurado un rubro nuevo. Por ese entonces, su agencia era la única en ofrecer ese servicio para quinceañeras en búsqueda de emociones nuevas. Luego llegarían los clones, pero ese es otro cantar.
Nosotros estamos siempre muy atentos a todos los cambios de gustos de las chicas y a todo lo que ellas quieren vivir, año tras año.
A los cinco años de inaugurada la empresa, Lily llevaba 200 chicas al año, en un solo viaje, cada diciembre. Luego sumaron otro vuelo en julio. Entonces añadieron, allá en Disney, un evento privado. Una fiesta de 15 para todas y cada una como si lo celebraran en Buenos Aires. "No se preocupen por la fiesta –les repetía Lily a los padres– que se las hacemos allá".
En 1995, un hecho histórico: un Jumbo de Varig despegó del aeropuerto de Resistencia, Chaco –algo loquísimo–, y lo llenaron con 420 quinceañeras rumbo a Orlando.
La agencia de Lily ofrece planes de pago en cómodas cuotas a lo largo de tres años. Pocas familias tienen US$7.000 –el plan de viaje más completo– para desembolsarlos en un abrir y cerrar de billetera. "Mi consejo para los nuevos emprendedores es siempre tener presente que hay que diseñar el producto escuchando al cliente. Y también actualizarlo permanentemente. No solo hay que satisfacer al comprador sino superar sus expectativas", desafía.
Nunca, cree, hay que dejar de innovar. "Si la competencia te imita significa que estás en el camino correcto y que hay que prepararse para volver a estar un paso adelante. El vínculo con el cliente recién comienza cuando te compra, y la forma de cuidarlo es dándole el mejor soporte posventa. Es importante que el propósito de un emprendimiento no sea solamente ganar dinero, sino desarrollar una marca. Y, como consejo final, es necesario alinear toda la organización detrás del cumplimiento de estos objetivos. Porque tener las metas, pero no la capacidad de cumplirlas, no le sirve a nadie", sostiene.
Desde hace cinco años, Universal Studios, un parque de agua y Bush Garden cierran sus puertas para que las chicas que viajan con Lily deambulen sin ver un solo extraño ni hacer una sola cola. Ha llevado a estrellas de todo calibre, pero siempre amadas por el fervor teen. Convocó a Abel Pintos, a Axel y a los Miranda a dar en Orlando un show exclusivo para las quinceañeras de Fun Time. Las chicas sintieron, en tierras del Pato Donald, la argentinidad al palo.
El error que cometimos fue el de haber creído que con el furor de las nuevas tecnologías se debía crear un vínculo con el mercado utilizando estas herramientas innovadoras. Nos dimos cuenta de que, por el contrario, debíamos profundizar en el trato personal.
La empresa de Lily lleva un promedio anual de 3000 adolescentes aullantes y con ganas de sacudir el ratón en los parques de Disney. Y viaja tres veces al año –el máximo de la estadía puede durar 17 noches– con contingentes de poco más de 300 chicas en cada viaje. Ofrece un peregrinar de dolce far niente por Disney, por Miami y, para las amantes del mar turquesa, una pasada por el Caribe. Y que dispongan de una red social cerrada, a la que las chicas se conectan antes del viaje para conocer a sus compañeras de periplo, un recurso necesario, sobre todo, cuando van solas.
Las quinceañeras, felices. Los padres, contentos. Y toda la familia, happy. Todos excepto el tío, que se queda sin fiesta, ni brindis, ni carnaval carioca.
Esta nota forma parte de 15 ideas millonarias, el especial de revista BRANDOque llega este mes a todos los suscriptores.
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