En una entrevista íntima, el conductor de Especial Domingo y columnista en Más Data, que se emiten por LN+, repasa la búsqueda de su identidad biológica, una herida abierta que se conecta con una tragedia social: un millón de argentinos desconocen su origen y reclaman su derecho a saber
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“Huguito: ¿vamos a almorzar el domingo? Queremos conversar con vos”. Hugo Macchiavelli, no tuvo que esperar a ese domingo para saber que sus padres le iban a revelar que había sido “adoptado”. A más de treinta años (por algún motivo no recuerda la fecha exacta de este episodio), ya casado, padre de tres hijos y siendo un periodista afianzado en su profesión, le iban a revelar una verdad que de algún modo, quizá el de andar por la vida tratando de cruzar -o quedarse- en las fronteras, siempre había sabido: que su origen tenía un secreto.
Cuando por fin se lo dijeron sintió que podía entender. Escuchar las palabras que le habían sido ocultadas durante toda su vida le dio la respuesta que inconscientemente había estado persiguiendo en su adolescencia. Primero, por caminos oscuros: a sus dieciséis años una fuerte actitud de rebeldía lo llevó a ponerse en situaciones de riesgo, como cruzar a Brasil y no tener el dinero ni los documentos para volver, o vivir más de noche que de día, oscilando entre los recitales de rock y el abuso de sustancias. Después, en una iglesia cristiana: un lugar de contención que lo conectó con la fe y le dio un sentido más luminoso a su existencia al involucrarlo en actividades de servicio comunitario.
Todo eso, y mucho más, Hugo Macchiavelli lo contó en el año 2017, en el libro Quién soy, en busca de la identidad (Editorial Urano), donde devela las principales cuestiones que la Argentina, todavía en 2021, mantiene como deudas pendientes en relación al sistema de adopción, la trata de niños y el acceso a la verdad de los más de un millón de personas que desconocen su origen biológico, con los impactos negativos que esto implica para su trayectoria de vida. “Se calcula que el diez por ciento de la población argentina busca su origen biológico y a muchos de ellos se les va la vida en esto”, comenta Hugo que lo sabe porque lo investigó y porque después de la publicación del libro no paró de recibir pedidos de ayuda de personas que están en el angustioso limbo del no saber, “buscando el eslabón perdido”, en palabras de Hugo.
La cuestión de la identidad para el conductor de Especial Domingo y columnista en Más Data (dos programas que se emiten por LN+) empezó como un tema de investigación para su tesis de posgrado en crimen organizado, corrupción y terrorismo que cursó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca (USAL), España. Tuvo que indagar en una problemática social, en historias de vidas ajenas, ponerse a estudiar derecho comparado sobre los sistemas de adopción en distintos países iberoamericanos para animarse a abordar lo personal: su propia historia. Fue el editor del libro quien le pidió que, junto con los datos de investigación, se atreviese a contar su verdad. O al menos, la que sabe, porque esta historia aun no está completa. Sus padres jamás le revelaron las circunstancias de su nacimiento y su “adopción” o “apropiación”. Él tampoco lo preguntó.
Cabe mencionar que desde el punto de vista de los derechos humanos la adopción ilegal no es una figura jurídica, y que la palabra “apropiación” es la que se usa para designar a estas situaciones; representantes de distintas agrupaciones de personas que buscan su identidad le dijeron a Hugo que el uso de este término es el más correcto y lo instaron a que lo incorporase a sus narrativas sobre el tema, pero para él es discutible: “Desde el cristianismo siento que cualquier acción del hombre que esté movida por el resentimiento es negativa y dañina. Cuando vos le decís a esas personas que amás y que te criaron con amor ‘me apropiaste’, aunque tal vez sea cierto, si vos señalás ese error, estás haciendo lo mismo pero de otro modo. No nos podemos comer al caníbal, no es ese el camino de reparación que yo busco. Sin mis padres adoptivos no hubiese sobrevivido: a ellos les debo la vida”, apunta Macchiavelli.
“Algunos nunca superan su abandono de origen”
- ¿Casi cinco años después del libro, que cambió?
- En la Argentina, no mucho. Como país tenemos un problema de identidad fenomenal. Probablemente seamos uno de los países con mayores dificultades en esta cuestión de la identidad, empezando por la confusión del presidente entre Litto Nebbia y Octavio Paz con el famoso “venimos de los barcos”, hasta el número de personas que desconoce su origen biológico y son invisibilizadas por el Estado. También está la cuestión de que nuestro problema de identidad está únicamente asociada a los delitos de lesa humanidad de la dictadura y la búsqueda de los hijos de los desaparecidos. Cuando una personas que no sospecha que su origen fue en esas circunstancias, no tiene acceso al banco de datos genéticos para conocer su identidad. Y eso también está mal, porque la cuestión de la identidad es un derecho para todos.
- ¿Y a vos: como te resultó la experiencia de contar sobre tu propia historia?
- La presentación del libro fue un evento muy destacado, a sala llena. Me acompañó Margarita Stolbizer, fue Norma Morandini. Me hicieron muchas notas, fui a lo de Mirtha Legrand que me preguntó si yo sé quién soy, fiel a su estilo. Me contactaron de casi todas las organizaciones y colectivos de personas que buscan su identidad de origen. Me ofrecieron y brindé apoyo a muchísimas iniciativas, desde leyes a conferencias, a mails privados. Por el libro recibí el diploma de Honor del Senado de la Nación Argentina y otros reconocimientos de organismos públicos, lo que llenó de orgullo a mi familia. Pero a mí, en mi vida particular, no siento que me haya cambiado lo esencial. Todavía no sé mi origen y no sé si quiero saberlo.
- Quizá porque la identidad no se define tanto por “de dónde salí” sino “hacia dónde voy”...
- Exacto. No es que no me pregunte cómo fueron o quiénes fueron mis padres biológicos; lo único que creo que les preguntaría si los tuviera frente a mí sería ¿por qué? Nada más que eso. Eso es todo lo que quiero saber. Mis padres son quienes me educaron; no sé si quiero conocer a los otros. Además, yo concluí que mi origen biológico se lo debo más a mis hijos, está en la paternidad que pude desarrollar, en el hecho de que a mis 53 años ya soy abuelo, y en el lazo muy fuerte que tengo con mi mujer y mi familia.
- ¿Estás en paz? ¿Sentís que, de alguna manera, tu búsqueda de respuestas se cerró?
- Estoy en paz porque tengo la fe, mi familia, mi profesión de contar historias y porque pude afrontar una terapia. Pero, por otro lado, todavía está mi búsqueda de ese eslabón perdido que es mi origen biológico, de alguna manera, mi clave, un secreto que se develará al final. Pero lo que me inquieta es saber que mi historia es la de miles o millones que aún nos preguntamos porqué y no tenemos acceso a datos ni programas efectivos desde el estado.
- ¿Qué soluciones e iniciativas te parecen destacables en la cuestión del derecho a la identidad de las personas?
- Hay un montón de gente que no tiene formas de acceder a recursos para poder construir su vida con la resiliencia que necesita. El estado tiene que intervenir fuertemente en la cuestión del derecho a la identidad porque hay gente que está padeciendo la búsqueda de su origen. En un momento yo empecé a archivar cientos de mails de gente que me pedía auxilio y tuve que parar porque me hizo mal, me desbordó la angustia, fue algo que nunca hubiera imaginado. Hoy por hoy somos un país sin datos ni estadísticas suficientes. Me parece que está muy bien que primero se busquen a los hijos apropiados durante la dictadura, pero también hay que visibilizar este otro problema de la identidad que también es criminal.
- ¿Te referís a la trata de niños, los buscadores de panzas y la lentitud del sistema de adopción que abordás en el libro?
Sí y, además, a que el problema de la identidad en la Argentina tiene un costado de desidia y un costado mafioso, en la medida en que las personas no pueden conocer su identidad y lograr cerrar el círculo, son proclives a que existan las adopciones ilegales porque la ley de adopción todavía pone trabas. El tráfico de niños sigue sin que se haga nada para frenarlo. Creo que es urgente poner este tema en la agenda pública porque somos un país que no resuelve su esencia y, por estos delitos que permanecen impunes, a la vista de todos, somos un país que va a contramano de su propia identidad.
Una y miles de historias sin final
Como la directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado, Norma Morandini, en el cargo desde 2015, Hugo Macchiavelli también expresa que conocer la identidad biológica es un derecho de todos. Y reclama: “Si pensamos un país ideal, el estado tendría que empezar a darle respuesta a cada búsqueda de cada identidad; poner los recursos a disposición, a través de leyes que faciliten el acceso a la información en los hospitales, sin necesidad de hacer un habeas data para rastrear un acta de nacimiento o datos del día del nacimiento en una institución”. Además, señala que es urgente combatir la trata y mejorar la adopción real, evitar que los niños pasen años en hogares sin ser adoptados por familias que por su parte están esperando trámites eternos. ”El crimen organizado funciona gracias a un estado que no preserva la identidad”, concluye.
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