Howard Chaykin, el renegado del cómic

El mundo del cómic tiene sus propias reglas, su historia y sus personajes, tanto reales como ficticios. El estadounidense Howard Chaykin, dibujante y escritor de cómics, es uno de esos personajes que logró convertir su pasión en una carrera exitosa, tanto con creaciones propias audaces y experimentales como American Flagg y Black Kiss como trabajando para DC y Marvel sobre personajes populares como Batman, The Shadow, los X-Men y Los vengadores, entre muchos otros. "Conocí los cómics cuando tenía 4 años –le cuenta Chaykin a La Nación revista-. Todavía puedo recordar el olor de ese papel. A partir de ese momento esto fue lo único que quise hacer en mi vida. Soy un hombre del cómic, en todo sentido. No tengo ningún talento natural para esto, todo me lo enseñaron y lo aprendí. Soy el menos naturalmente talentoso de mi generación."

La autocrítica es una constante en el discurso de Chaykin, quien vive en la costa de California y que en septiembre pasó por Buenos Aires como uno de los invitados de Comicópolis, que se realizó en Tecnópolis. La biografía del historietista de 65 años carga con una ironía: los cómics de Star Wars, en los 70, uno de sus trabajos más exitosos, pero de los que él reniega. "Me gusta pensar que si hubiera sabido lo enorme que iba a ser Star Wars, habría hecho un mejor trabajo. Pero no sé si hubiera podido, si tenía las herramientas necesarias..."

El éxito de la saga Star Wars desde sus inicios motivó una serie de historietas, publicada por Marvel Comics en formato comic books desde 1977 hasta 1986. La mano de Chaykin estuvo al mando de las primeras diez ediciones.

Aquellos cómics de Star Wars fueron muy exitosos, pero los abandonaste pronto. ¿Pensás que "no fueron buenos", según has dicho, sólo por tu culpa?

Sí. No estaba a la altura del trabajo.

Es raro escuchar que alguien admita que no hizo bien su trabajo…

Estoy rodeado de gente que piensa que cada mañana su aliento le da vida a cosas nuevas. Ojo, sé qué tan bueno soy, pero no puedo mentir cuando hago algo que no tiene calidad.

A Chaykin lo sorprende que un póster de aquel trabajo se llegara a vender este año en 3000 dólares durante un subasta en Christie’s. Pero sobre todo, el dibujante y referente actual del mundo del cómic tiene su crítica política respecto de la saga creada por George Lucas, que según él "contribuyó a una infantilización de los Estados Unidos que llevó, por ejemplo, a que Ronald Reagan y George Bush fueran elegidos".

Como docente de distintos seminarios que se realizan nada menos que en Marvel, Chaykin opina: "Me da la sensación de que los artistas de cómics más jóvenes no están conectados más que con películas o experiencias que reflejan su propio gusto por los cómics. Con mis colegas que empezamos a trabajar en los 70 éramos porreros, escuchábamos rock, mirábamos películas de diversos tipos: de arte, de acción, de samuráis. Así que teníamos un espectro de cultura más amplio de lo que suele encontrarse hoy.

¿Qué pensás que es necesario para poder construir una carrera exitosa en el cómic?

Creo que es una cuestión de hambre y furia. Lo que enseño en Marvel es cómo contar una historia. Un narrador visual tiene que ser capaz de crear imágenes que tengan contenido narrativo. La mayoría de los artistas del cómic menores de 40 no están entrenados en el vocabulario de la narrativa. En gran parte porque no son lectores, y entonces pasan dos cosas: como no saben leer críticamente se creen cualquier cosa que les digan; aun cuando se trata de imaginería visual, no entienden la relación de cuál imagen debe preceder o suceder a otra imagen.

¿Cómo es tu propio proceso creativo? ¿Es distinto cuando estás creando personajes y universos que cuando estás trabajando con los de otro?

Es lo mismo. Si me comprometo a la cantidad de tiempo que lleva hacer el trabajo, le pongo el mismo nivel de empeño para ambos casos. En cuanto al proceso, la única diferencia es que si estoy escribiendo empiezo a trabajar escribiendo en fichas, y si estoy dibujando comienzo usando pequeños rectángulos de papel con bocetos para organizar el patrón narrativo. Lo primero que le digo a la gente en los seminarios de Marvel es que todos ellos dibujan mejor, pero yo entrego un producto más efectivo porque entiendo el lenguaje de lo que estoy haciendo. Estos tipos tienen un deseo enorme de dibujar gente matándose a piñas, pero tienen que aprender a convertir a esos dibujos en una narrativa coherente.

¿Cómo imprimís tu propio estilo cuando trabajás con personajes tan establecidos, como por ejemplo Batman?

Con un personaje como Batman o Wolverine, mi trabajo es ser parte de un todo coherente. Tengo que traer mi propia marca a ese material y, al mismo tiempo, mantener la marca del personaje. Tengo que llevar mi propia sensibilidad, pero recordar que otra persona va a tener que seguir lo que dejé, usándolo, ignorándolo o haciendo algo más inteligente con eso. Creo que lo logré. No me siento para nada avergonzado por el trabajo que hice con personajes del mainstream.

Trabajaste tanto para Marvel como para DC, ¿qué diferencias dirías que hay entre ellas?

Hay muchas menos diferencias ahora que cuando empecé. DC fue siempre una empresa de artistas y Marvel de escritores. Pero en la actualidad ambas son más de escritores.

¿Qué pros y contras hay en trabajar en ediciones independientes?

American Flagg no lo podría haber hecho para Marvel o DC en esa época. No porque la proscribieran, pero ambas empresas tenían historia y yo necesitaba una hoja en blanco para hacer ese trabajo. El mejor trabajo que hice fue para editoriales pequeñas, en las que me dan libertad total para hacer lo que quiera. Lo irónico es que esas obras llegan a muy poca gente mientras que el lenguaje y las lecciones aprendidas a partir de eso fueron absorbidas por artistas que trabajan en el mainstream. Muchas de las ideas y las técnicas que introduje en esos cómics fueron absorbidas por el mainstream, para un público que ni sabe que existo.

¿Y cómo te sentís respecto de eso?

No me encanta, pero lo acepto.

¿Por qué te parece que los cómics se convirtieron en algo tan importante en la cultura popular actual?

Creo que la importancia de los cómics se exagera. Los cómics no son importantes en la cultura. Existen casi exclusivamente por la esperanza de que se puedan convertir en videojuegos, películas o televisión. La gente presupone que los millones de dólares que producen estas franquicias de películas basadas en cómics llegan de alguna manera hasta mi nivel y eso no es así. A la relación que tienen los cómics con Hollywood suelo describirla como que la gente que nos pegaba cuando íbamos al colegio ahora gana dinero a costa nuestra.

¿Te parece que adaptan bien el estilo de los cómics a la pantalla, o las películas sólo toman historias y personajes prestados?

Las películas de Marvel realmente me parece que son extensiones de los libros, hechas en forma muy inteligente. Las de DC, menos. Igual creo que es un tema que hay que ver caso por caso. No vi las últimas películas de los X-Men; amé Guardianes de la Galaxia porque soy un gran fan de Chris Pratt; vi Los vengadores y me pareció que estaba bien. Una de mis películas basadas en cómics preferidas es Mystery Men, con Ben Stiller, que me pareció genial. No veo The Flash ni ninguna de esas series porque son sobre problemas adolescentes. Vi un par de episodios de Dardevil y está bien. Banshee es una gran serie que no está basada en un cómic, pero parece uno.

Trabajaste con temas más adultos y estéticas más experimentales que lo que suele haber en el cómic más masivo. ¿Qué pensás de la idea que tienen algunos de que la influencia de los cómics en la cultura popular la está infantilizando, como has dicho de Star Wars?

Creo que la cultura ya estaba infantilizada. Sólo puedo hablar de lo que pasa en los Estados Unidos. Vivo en un mundo en el que la hombría es sólo una extensión de la adolescencia. Cuando voy a las convenciones de cómics me asombra ver a hombres de 40 o 50 comportándose como si tuvieran 15. No quiero parecer muy conspiratorio, pero me parece que los que gobiernan al mundo pueden ganar mucho con la ignorancia, el analfabetismo y la semiestupidez. Estamos en una cultura que no lee críticamente. Muchos apenas leen un libro al año y es sobre zombis o alguna otra porquería por el estilo.