Horacio Coppola sigue siendo testigo de la ciudad
Dos reporteros gráficos de hoy comparten una tarde de recuerdos y homenaje con uno de los maestros argentinos de este siglo. El pionero que recorría con Borges las calles de Buenos Aires, que la documentó cuando despuntaba como gran ciudad y que en los años 30, junto a su esposa, Grete Stern, marcaría aquí el comienzo de la fotografía moderna
"Qué habrá sido de aquellos dos muchachos que hacia mil novecientos veintitantos buscaban con ingenua fe platónica por las largas aceras de la noche del Sur o en la guitarra de Paredes o en las fábulas de esquina y de cuchillo o en el alba, que no ha tocado nadie, la secreta ciudad de Buenos Aires."
JORGE LUIS BORGES
Casi todo lo que lo rodeaba ya no está. pero él sigue allí, presente, receptivo, de buen humor, dispuesto a indagar en sus recuerdos. Si se le pregunta qué edad tiene, gira la cabeza y encuestando a su mujer, dice: -¿Cuántos años tengo?
-Noventa y cuatro, Horacio -responde Raquel.
Horacio Coppola empezó a fotografiar como un acto natural, tomando el ejemplo de su hermano Armando, veinte años mayor.
-El ejemplo era verlo y seguirlo con la espontaneidad de hacer lo mismo. En ese tiempo eras fotógrafo; no aficionado, eras técnico.
Entonces, para volver sobre esa época se levanta y busca una hoja tipeada en caracteres gigantescos, donde conserva conceptos que escribió en 1939. Para aclarar las cosas, expone el papel donde se lee: "Desde mi ventana -viendo con ansia y maravilla- MIRO lo real iluminado: ENCUENTRO -desde un punto de vista dado- una IMAGEN, por así decirlo de mi MUNDO PROPIO Cuando, de los INFINITOS puntos de vista posibles desde mi ventana, ELIJO ESE -para mí el más ESENCIAL Y REVELADOR DE LO REAL PRESENTE- mi imagen es una IMAGEN.
Ahora, con la CAMARA FOTOGRAFICA, ME POSESIONO de esa imagen: SOY FOTOGRAFO. Soy fotógrafo: mi obra es, IMAGEN OPTICA de lo real, transcripta por la CAMARA y contenida en la IMAGEN FINAL: esa imagen final es testimonio de mi IDENTIDAD DE AUTOR: testimonio, aparente, fragmento de la realidad, CRIATURA DE MI VISION, ahora, LIBERADA según su orden para vivir su VIDA PROPIA."
Y después de un silencio recuperador empieza a hablar del Buenos Aires que caminó junto a Jorge Luis Borges; de los interminables recorridos que empezaban en el Once y terminaban en Chacarita .
-Sí, esas caminatas... sin plan..., era vivir lo propio, nos encontrábamos en el Once, íbamos charlando por Corrientes hasta Chacarita. Nos interesaba la ciudad. No era un interés por la calle como un lugar de tránsito, veíamos a la ciudad como un paisaje. Sospecho que no había otra forma de vivirla.
Esas caminatas lo llevaron a publicar sus fotos de Buenos Aires en la primera edición de Evaristo Carriego, de Jorge Luis Borges, en 1930.
- ¿Recuerda haber pensado alguna vez que estaba haciendo una foto de algo que iba a desaparecer? ¿Pensaba en el futuro?
-Estar documentando algo que va a desaparecer...no. No lo puedo afirmar, pero está en la esencia de lo que hacía.
Si se le pide una opinión de la ciudad de hoy él asegura: -No me gusta o disgusta; es la realidad. La ciudad vive. Ya uno no es tan crítico... aunque la arquitectura está desaparecida. Hay más carteles que fachadas y las marquesinas están tapadas por la publicidad. También hay cosas que te pueden interesar y horrorizar. De todos modos ya no vivo con la intención de buscar. Se podría caminar y encontrar cosas, pero eso ya pasó... No es un tema ahora. Uno ya está viviendo muy despacio.
Y encontrándoles otra forma a sus recuerdos, agrega: -La vocación del fotógrafo es concretar imágenes. El fotógrafo es un mirón.
-¿Estaba todo el tiempo fotografiando?
-Siendo que existen fotos mías...evidentemente yo tenía una cámara y hacía fotos...
Y aquí es donde se advierte que algo realmente está cambiado, aquella persona que uno imagina provista de una infinita cantidad de recuerdos de otros tiempos para contar, se sorprende de cargar todavía con una vaga visualización de sus propias vivencias, sospechando casi de haber sido él mismo quien las vivió.
Pero valiéndose de las secuelas de su vida bien provista, sigue escurriéndose entre diferentes épocas.
-¿Y sus cámaras? ¿Qué pasó?
Abre algunas puertas y desenvolviendo el tesoro, de golpe vuelve a la luz la última Leica que compró en Alemania.
Suspira, entre sorprendido y emocionado, y tratando de asegurarse de que ésa fue su cámara, la levanta e inspecciona casi oliéndola, como si fuera algo vivo.
-¿Qué significará 50?
-La distancia focal , 50 mm... ¿se acuerda?
-No, no la entiendo, che... ¡ah!... éste es el diafragma...5.6...
-Está en automático.
-Explicame.
-¿Ve?, está trabado, para destrabarlo hay que apretar acá y se ponen las velocidades; si lo deja en automático, actúa por sí misma...
-¿Y qué velocidad tiene de película?
-Cuatrocientas, es blanco y negro.
-¿Está cargada?
-Sí -¿Ya corriste la película? ¿Y el disparador? Aquí hay un punto rojo... ¿para qué sirve? Explicame... ¡Así se despierta mi memoria!
-¿Le parece que le darán ganas de sacar fotos?
-Sí, sí, síi... de repente me vienen.
Reconoce a Weston, Nadar y Hill como sus maestros fotógrafos.
-Aquí tengo un sector de libros. Yo admiraba mucho a Weston. Creo que había una espontaneidad de...de... no encuentro la palabra... de convivir.
-¿Convivir?
- Sí, claro...es cuando uno realmente encuentra compañero, afinidad...
-De sus libros, ¿Imagema es el que más le gusta?
-¿Comparado con qué?
- Con Buenos Aires de Horacio Coppola.
-Son dos enfoques. Imagema es lo más íntimo, por supuesto.
-¿Las fotos de Buenos Aires eran inéditas?
-No te sé decir... tendríamos que analizar con el libro.
-Man Ray le gustaba mucho -acota Raquel-. Cuando llegó la invitación a la muestra de Man Ray en el Centro Cultural Borges, Horacio dijo: "Esto tengo que verlo"
-Nosotros vamos para allá, ¿quiere venir, Horacio?
-¡Bueno! ¡bueno! -acepta con una sonrisa de niño y, sin pensar, se prepara y busca su sombrerito de Sherlock Holmes. Con una elegancia perdurable se sube al auto y disfruta el viaje. Cada observación es un hallazgo:
-¡Mirá esas chicas! ¡Qué despeinadas! ¡Qué costumbre esa de llevar las carteras y los paquetes colgando del hombro! ¡Es una tarde bárbara!... Me doy cuenta de que he salido poco o no he salido nada. ¿Qué día es?
Como surgiendo de una lámpara de cristal camina a paso firme y rítmico, casi corriendo, interesado por todo, y en un gesto brillante de su más sutil observación descubre una campera expuesta en una vidriera post-fashion que es exacta a la que lleva - obviando las diferencias de los materiales del milenio-, y se detiene, las compara y se ríe. Evidentemente, lo ve todo.
Por la calle no pierde pisada, escanea con sus ojos las formas de hoy y descubre algún farol con un balcón, alguna fachada de las que aún se conservan, imágenes fijas que señala por su potente presencia, o las columnas de las Galerías Pacífico, lugar que él mismo vio inaugurar.
Es un paseo hasta llegar a la muestra de Man Ray, unos minutos que aprovecha para volverse visible en las calles de hoy.
Con la sonrisa pegada y el objetivo presente entra en la exposición. Se pierde extasiado de foto en foto; camina y se detiene intermitentemente en cada cartelito y, reconociendo los nombres, dice: "Pablo Picasso... ¡hace tanto!...¿Y éste? ¡ah! Joan Miró... 1890.
Con certeza conoce muy bien las fotos, las mismas que el público ve maravillado por primera vez en su forma original.
Continúa su ping-pong de pared a pared hasta que sentencia: -Creo que me voy a cansar. Igualmente no está mal haber venido, haber visto esto como para saber que uno no se ha perdido nada. Si no veníamos quizá decíamos ¡caramba! nos hemos perdido algo interesante.
La vuelta no tiene paradas. Horacio está cansado. Poco queda de esas caminatas con Borges por las calles de Buenos Aires. Ahora son como flashes difíciles de revivir. Pero al mismo tiempo sus fotos se hacen cada vez más inolvidables.
"Tengo una cámara y la he usado; que no me acuerde es lo más natural del mundo", sentencia al despedirse.