Horacio Coppola: el retratista de Buenos Aires
Caminó con Borges la ciudad para fijarla en imágenes. Hoy, una exposición rescata trabajos suyos que hicieron época. Aquí, una muestra de la obra de este fotógrafo de casi un siglo de vidaque supo cifrar, en el clic de una cámara, arte y testimonio
Tiene 99 años y nos recibe en su casa de la calle Esmeralda con una cálida hospitalidad. En la luz tenue del ambiente donde nos ubicamos se destacan las bibliotecas llenas de libros, unas mascarillas indígenas que cuelgan de las paredes y un piano. Responde a las preguntas con apenas dos o tres palabras, y enseguida se advierte que la hospitalidad está en su mirada, desde donde sonríe con expresión entre pícara y beatífica. Esos ojos han visto mucho. Pero, sobre todo, han sabido ver. Y no es tanto la memoria sino el estímulo de lo visto y registrado –sus fotografías, claro– lo que hoy dispara algún recuerdo:
–Esa la tomé desde el balcón de mi casa, en Corrientes al 3000 –dice frente a la foto que le extendemos.
La imagen en cuestión muestra el perfil de un edificio y, abajo, la calle, donde una carreta tirada por caballos avanza justo por encima de las vías del tranvía. Al mirarla, la percepción oscila entre las señas de una ciudad que ya no existe y la geometría pura, entre la anécdota y la abstracción, entre lo concreto y lo metafísico. Lo mismo ocurre con buena parte de las más de cuarenta fotografías de Horacio Coppola que integran la muestra Buenos Aires años treinta, que se puede visitar en la Galería Jorge Mara-La Ruche hasta el 15 de diciembre y que es tanto una invitación a descubrir la ciudad como un homenaje a uno de los fotógrafos argentinos más notables del siglo XX.
"Esto es Buenos Aires", exclamó un joven Jorge Luis Borges ante una de las primeras fotografías de Coppola sobre la ciudad. Lo cierto es que allá por 1927 y 1928 ambos amigos compartían la atracción por las vanguardias, y también largos paseos sin dirección fija por los barrios de Palermo, Saavedra o Maldonado. En 1930, algunos años después de publicar Fervor de Buenos Aires, Borges incluyó en su libro sobre Evaristo Carriego dos fotografías de Coppola.
Más tarde, el fotógrafo se entregaría a esa suerte de vagabundeo urbano junto a Leopoldo Marechal y a Jorge Romero Brest. Lo movía algo más que el fervor por la ciudad: una definida –y refinada– sensibilidad artística. Décimo hijo de una familia de inmigrantes italianos, desde muy chico tuvo contacto con la literatura y la música, pero fue la cámara fotográfica de su hermano Armando, veinte años mayor, lo que marcó su destino. Fundador del primer cineclub de Buenos Aires –el séptimo arte será otra de sus grandes pasiones–, Coppola se nutre por entonces de las películas de Chaplin y Eisenstein, de los poemas de Baudelaire y de las imágenes de fotógrafos de vanguardia, como Nadar y Alfred Stieglitz. Integrado a la vida cultural porteña, conoce a Le Corbusier y asiste a la conferencia "Acerca de la mirada sobre las casas tradicionales de Buenos Aires como formas abstractas", que el célebre arquitecto suizo ofrece durante su visita al país. "El análisis que hizo Le Corbusier de Buenos Aires fue decisivo para mi manera de ver la ciudad", diría mucho después.
Luego vendrían sus viajes a Europa, en los que entra en contacto con las figuras principales del Bauhaus, frecuenta el círculo de Bertolt Brecht, realiza celebrados retratos de Marc Chagall y Joan Miró y filma varios cortometrajes. En Berlín conoce a su primera esposa, la fotógrafa Grete Stern, con quien regresa a Buenos Aires en 1935 (luego se casaría en segundas nupcias con Raquel Palomeque). Tras una muestra en los locales de la revista Sur, el entonces intendente de la ciudad, Mariano de Vedia y Mitre, le encarga un libro sobre la ciudad para conmemorar su cuarto centenario. Coppola se propuso crear, armado de su Leica, "la primera mirada moderna sobre Buenos Aires traducida sistemáticamente en imágenes". Y el resultado fue el libro Buenos Aires 1936: Visión fotográfica, que de acuerdo con los críticos ocupa un lugar entre clásicos de la fotografía como París de nuit, de Brassaï; Stockholm, de Andreas Feininger, y las fotos londinenses de Bill Brandt.
La muestra de la Galería Jorge Mara-La Ruche presenta una selección de estas antológicas fotografías de Buenos Aires –entre las cuales figuran algunas de las mejores imágenes urbanas del siglo pasado– junto con un grupo importante de fotos de la ciudad que han permanecido inéditas. Peatones, tranvías, neones y marquesinas, edificios neoclásicos o racionalistas, cielos lejanos y una poesía serena y melancólica.
Antes de dejarlo, le preguntamos a Coppola si el Buenos Aires de hoy le resulta muy diferente de aquel del treinta. Nos dedica una sonrisa transparente. Y sorprende con su respuesta.
–No –dice–. Sigue igual.
Tan eterna como el aire y el agua, diría el poeta, su compañero de caminatas.
Una muestra esperada
La exposición Horacio Coppola: Buenos Aires años treinta puede visitarse en la Galería Jorge Mara-La Ruche hasta el 15 de diciembre. Permanecerá abierta de lunes a viernes, de 11 a 13.30 y de 15 a 19.30, y los sábados, de 11 a 13.30. Para la muestra se ha editado un catálogo –prologado por el crítico Juan Manuel Bonet– con más de 50 imágenes de este fotógrafo, nacido en Buenos Aires en 1906, que en su dilatada carrera expuso dentro y fuera del país, publicó numerosos libros, fundó el grupo Imagema y recibió, entre otras distinciones, el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes y el Premio Konex de Platino. Luego de la exposición individual que le dedicó el Instituto Valenciano de Arte Moderno en 1996, su trabajo se mostró en Londres, París, Nueva York y Madrid.