Este músico y artista plástico también se tatuó su propia obra. Como es tan obsesivo, decidió ordenar por siglos el resto de los diseños que tiene en el cuerpo.
Por Nazareno Brega / Fotos de Ignacio Sánchez
¿Puede el cuerpo de un artista plástico transformarse en el lienzo de su propia obra? Así parece para el polifacético Alfonso Barbieri, que lleva una de sus obras más populares tatuada en el brazo. El collage se transformó en una especie de sello personal que también llevan los discos de Barbieri. Alfonso está terminando el octavo, llamado Tus elegantes oídos dicen influenciar océanos, cierre de la trilogía de amor y odio que inició con el también acróstico Tontos enanos amarillos matando osos y continuó con Feronoma.
¿Cuántos tatuajes tenés?
Cinco. El primero me lo hice en 2014 porque antes no me animaba a tatuarme por el dolor. Soy artista plástico, además de músico, y siempre me interesaron los tatuajes. Me convenció mi novia, Jimena López Chaplin, que también es artista y música. Ella se hizo varios, desde la adolescencia. Una vez la acompañé, vi de cerca cómo se hacen y me entusiasmé. Mauro de Good Times Tattoo me hizo una obra mía del 93 atrás del brazo derecho. Quedó igual: es un señor de traje con una cabeza deforme piramidal, como una montaña, que en realidad son unos cactus injertados y dos alas de una chicharra que había guardado cuando era chiquito. En el hombro, también del lado derecho, tengo la cara de mi gato Coco. Él me advirtió a tiempo que yo tenía una enfermedad y gracias a él, y a los médicos, estoy vivo. Es una especie de guardián del mundo animal, un cuidador de la naturaleza. Voy a tatuarme también a Siouxsie, mi gatita negra, porque con Coco son muy compinches.
¿Los otros dónde los tenés?
Tomé la decisión de tatuarme en el brazo derecho todas cosas de este siglo y del anterior y el brazo izquierdo dedicarlo al XIX. Soy un obsesivo con el orden y me pareció divertido dividir cada brazo con sus siglos. En el medio tengo el corazón y no me tatué nada, es como si transitara entre esos siglos. Los tres del izquierdo me los hizo Guille de Hunch. Tengo una mujer vampiro que me llega casi hasta el codo. Lo saqué de un afiche de esa época y los otros dos son grabados que encontré en libros antiguos de biología. Tengo un ojo atrás del brazo izquierdo porque soy un apasionado del surrealismo. Y abajo del ojo tengo una abeja, que representa el concepto del trabajador, el esfuerzo y la organización.
¿Qué parte del cuerpo no te tocarías y qué tatuaje nunca te harías?
No me gusta la idea de cubrirme todo, prefiero esta onda de los stickers, como usaban los marineros en los años 20. Necesito que haya espacios en la piel y que no sea como un suéter. Me da asfixia. Ni siquiera podría hacerme una pulsera que cierre por completo una parte del cuerpo. No quiero perder la piel lisa. Me gusta mirarme las venas, esas callecitas azules son como la transparencia del organismo... Nunca me tatuaría un texto. Ni “¡Viva Perón!”, aunque eso prefiero llevarlo en el corazón. En algún momento, pensé en tatuarme “Dios no existe”, pero mirá si me lo termino cruzando por la calle...
¿Cuál es el peor tatuaje que viste?
Lo que uno le pide al tatuador es que ponga en nuestra piel cómo queremos comunicarnos con el mundo. Yo llevo una obra mía porque sentí que esa obra me representaba. En la calle veo tatuajes de apuro, hoy puede ser “soltar”, pero pudo ser “Maradona”. Es muy loco tatuarse un ídolo popular. Siendo kirchnerista he visto tatuajes de Néstor y de Cristina espantosos.
¿Ya pensaste cuál va a ser tu próximo tatuaje?
Quiero hacerme algunas imágenes de exvotos, que es la ofrenda que se le hace a un determinado santo cuando cumple un milagro. Si vos pedís por tu pierna, una vez curado vas al platero y le pedís una piernita hecha en plata u hojalata y se la ofrendás al santo en su manto. Mi padre investigó este tema 40 años. Es arte moderno porque son piezas únicas, por más que pueden hacerse en masa, y hay culos, pijas, brazos, narices, pulmones, pies, tetas, ojos, caballos, cabezas, cerebros, carruajes, intestinos... Es alucinante. Fue fascinante para mí ver el manto lleno de imágenes, tiene que ver con esta idea de stickers en la piel. También me quiero hacer un tatuaje de Saul Steinberg, que es un dibujante que me gusta mucho.
LA NACION