Hombres tejedores. Con agujas y lana, se juntas en plazas para enfrentar los prejuicios
Es un día de sol y Javier Oliva Pérez saca de una bolsa de tela agujas, lana de distintos colores y se pone a tejer en medio de Parque Chacabuco. No está solo, varios como él se sientan al lado y lo imitan formando una fila. La gente que pasa los ve. Algunos se acercan y preguntan, otros no detienen su marcha mientras inclinan la cabeza hacia atrás para ver la escena y tratar de imaginar alguna respuesta a lo que está viendo.
Javier cuenta que agarró las agujas de grande, a los 45 años. Pero otros, muchos, ya sabían de chicos, porque aprendieron con su mamá o una abuela o una tía con la condición de que no lo supiera su padre. Por eso tejían en su habitación a puertas cerradas. A escondidas, en secreto. Pero el estigma de antes, para muchos es la fortaleza de hoy. Porque el colectivo Hombres Tejedores está ganado, poco a poco, el espacio público para que tejer nunca más sea un estigma ni un secreto para ellos.
Hoy, con 49 años, Javier se convirtió en uno de los representantes del colectivo Hombres Tejedores, que nació en Santiago de Chile (ciudad de origen de Javier) en 2016 y que se expandió a otros países. Hoy además de sus tejidos, producto de su trabajo, muestran con orgullo el libro que acaban de publicar: Hombres Tejedores Argentina (Grijalbo), que brinda herramientas, ideas y diseños hechos por y para varones. En épocas donde los tuturiales marcan el aprendizaje desde Youtube, un libro de tejido también es un acto antisistema. "Hay una tendencia mundial de volver a los oficios, a usar las manos y a trabajar con materiales nobles. En esta línea y rompiendo prejuicios y tradiciones, pensamos este libro", se escribe en su contratapa, que muestra a los integrantes del colectivo en plena tarea.
"Somos hombres y nos gusta tejer. ¿Por qué deberíamos escondernos? Un hombre tejiendo (y si lo hace públicamente mucho más) es una afrenta al mandato de masculinidad (como tan bien lo explica la pensadora y antropóloga argentina Rita Segato). Juntos es más fácil hacerlo sin esconderse", se lee en el prólogo del libro. Desde su lugar de portavoz del colectivo, Javier agrega: "Todo esto surgió en Santiago en 2016 por un grupo de hombres que tomamos un taller de tejido, nos gustó, subimos las clases a las redes y se viralizó instantáneamente –recuerda–. Fue tal la repercusión que nos empezamos a preguntar por qué había tenido tanta trascendencia y enseguida vimos que esto tenía que transformarse en activismo. Empezamos a tejer en lugares públicos, incluso en el centro financiero de Santiago para ver la reacción de la gente", cuenta Javier, que vive en Buenos Aires desde fines de 2017 y replicó la idea acá, en plazas, parques y lugares emblemáticos de la ciudad.
Incluso, con los integrantes del colectivo hizo una performance en un vagón del subte porteño, en la línea H, que también puede verse en Youtube. "Nos subimos y empezamos a tejer de punta a punta. A la gente no le quedó otra que mirarnos. Para nosotros fue una experiencia interesante. Desde siempre, tejer está relacionado con lo femenino, y con este colectivo nos propusimos derribar mitos y hacer activismo. Cuando empezamos, éramos 14 hombres tejiendo en el centro de Chile y la gente se paraba a mirarnos. A algunos les molestaba lo que hacíamos porque la sociedad chilena es muy conservadora pero otros tantos nos felicitaban y se acercaban a preguntar de qué se trataba todo eso", sostiene Javier, que empezó a tejer porque tenía un emprendimiento de decoración infantil y se le ocurrió a hacer muñecos de lana para alegrar las habitaciones de niños.
"Al principio no sabía por dónde empezar. Me anoté en el taller y a raíz de eso empecé a involucrarme con el tejido que era nuevo para mí. Yo mismo tuve que luchar contra mis propios prejuicios –reconoce–. Pero ahí me encontré con que muchos tejían desde chicos de manera oculta, en sus habitaciones, sin que supieran sus padres o se lo ocultaban a sus amigos. Tejer era un tabú total. Acá en la Argentina pasó lo mismo: muchos chicos sabían tejer pero no lo decían. Me pareció muy violento todo eso".
Cuando Javier llegó a Buenos Aires formó el grupo con una primera convocatoria de tejido público donde asistieron hombres y mujeres en noviembre de 2017. Dos años después, el colectivo sigue creciendo. "Nosotros hacemos activismo, somos seis organizadores que convocamos a los encuentros en plazas y lugares públicos un sábado o domingo por mes. También lo hacemos en espacios cerrados como en el Museo del Traje –describe–. Para la mayoría de nosotros tejer es un hobby, no lo hacemos para ganarnos la vida. Sí hay un par de chicos que se dedican a esto: hacen mantas y venden sus productos, pero la mayoría lo hace por porque le gusta hacerlo, para desestresarse", cuenta Javier, que es padre de 3 hijos pequeños de 9, 7 y 5 años que le piden que les teja desde muñecos hasta mantas y abrigos.
Terapia antiestrés
Desde hace un tiempo, el tejido viene siendo reivindicado por diversos especialistas como una de las actividades antiestrés más efectivas. Incluso, muchos sostienen que tiene efectos similares a la meditación. En un estudio realizado con más de 3.500 tejedores, publicado en The British Journal of Occupational Therapy, el 81% de los encuestados respondió que se sentía más feliz después de tejer que antes de ponerse con las agujas. Y más de la mitad informó que se sentía "muy feliz", una sensación que Javier conoce muy bien.
"Cuando tejo, me conecto con mi deseo. Es algo que me relaja, puedo pensar en otra cosas o en nada, es una actividad que me lleva a lugares de placer. En general tejo a la noche o busco el momento adecuado para hacerlo. Para mis hijos es natural que el papá teja. Personalmente, me gusta que crezcan en un ambiente sin prejuicios, más inclusivo y tolerante porque el mundo va en esa dirección", plantea.
Más allá de que acaban de cumplir con el objetivo de sacar el libro –que pronto tendrá su presentación– todavía hay algunos más por alcanzar: "Me encantaría tejer en la facultad de Derecho porque está relacionado con lo que pregonamos: el nuestro derecho a hacer lo que queremos. También me gustaría hacer un encuentro en la Casa Rosada o en la Plaza de Mayo y también el en el Obelisco. En un momento íbamos a hacerlo, preguntamos pero no lo hicimos porque iba a ser un fin de semana que es cuando nos juntamos, y ese día, en esa zona, no era lo más seguro oara hacerlo".
Por lo pronto, el colectivo de Hombres tejedores (en Instagram @hombrestejedoresargentina) ya se expandió por varios países: en América latina, además de Argentina y Chile, está en México, Colombia y Brasil. Además tienen presencia en Alemania, España y Portugal. También dan cursos y talleres de tejido y colaboran con artistas visuales muy reconocidos como Chiachio & Giannone. Un gran colectivo que crece alrededor del mundo.
"Cuando uno teje, teje pensamientos", suelen decir quienes se dan a la tarea de hacer objetos a partir de hilo o lana y unas agujas. Pero hoy, además, también podría decirse que tejer es pasar del pensamiento a la acción. A la lucha y a la visibilidad.
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