Peleado con las peluquerías, este actor en ascenso encontró en sus personajes la manera de delegar la elección de su propio look.
Por Lucas Garófalo / Fotos de Ignacio Sánchez
Cuando su figura empezó a colarse en los micros de Cualca, el segmento humorístico de Duro de domar, Julián Kartun todavía no se había despegado la etiqueta de “hijo de” (su padre es el dramaturgo y director de teatro Mauricio Kartun). Sin embargo, su nombre ganó peso propio a medida que Julián iba derribando barreras: hizo cine, teatro, radio, televisión, y hasta se da el gusto de cantar en El Kuelgue, la banda que comparte con sus amigos y que viene de telonear a Paul McCartney. ¿Cuál es el verdadero Julián Kartun? No está del todo claro. Por lo pronto, sus personajes toman algunas decisiones por él, empezando por su peinado.
¿CUÁNTO TARDARON EN HACERTE EL PLATINADO?
En total fueron como cuatro horas, porque también me tiñeron las cejas. Además, yo soy muy morocho, así que hasta que agarró el color hubo que darle varias vueltas. El responsable de que haya quedado bien es Diego Rosselli, un chico que siempre hace looks para producciones y películas. En este caso estoy filmando La última fiesta, que se estrena en octubre. El tema es que con el correr de los días me van creciendo las raíces, entonces cada tanto tengo que ir a reforzar el platinado para no salirme del personaje.
¿YA TE HABÍAS TEÑIDO?
En la secundaria, pero casi que ni cuenta porque no se notaba: era un negro medio azulado y al ser yo tan morocho pasaba inadvertido. Fuera de eso, varias veces cambié de look, sobre todo en el pelo, para diferentes películas. Pero nunca nada tan drástico como esto.
¿TE GUSTA?
Sí, bastante. De hecho, creo que una vez que termine de rodar la peli, igual me lo voy a dejar. O sea, no voy a volver a mi color natural inmediatamente. Voy a dejar que crezca y que el pelo vuelva al morocho a su ritmo. Que se desvanezca naturalmente. Lo único que me hace dudar son las cejas. Es lo más raro y a la gente le da bastante impresión.
¿QUÉ TE DIJERON TUS AMIGOS?
De todo. Me pusieron mil apodos: “Polaco”, “Pity con OSDE”, “Billy Idol”. Y mi vieja, cuando me vio con las cejas casi blancas, se pegó un susto de aquellos. Casi me echa de su casa.
¿ES HABITUAL QUE TUS PERSONAJES DEFINAN TUS PEINADOS?
Sí, me está pasando mucho. No hace mucho, me hicieron un corte medio hipster para interpretar a un réferi en una serie, por ejemplo. La verdad es que un poco me libera. Me gusta no tener que andar pensando en mi peinado, y me da tranquilidad saber que me lo va a cortar alguien que se dedica a eso y que busca lo mejor para el momento en el que me toque enfrentar la cámara.
¿NO TE MOLESTA QUE NO PUEDAS ELEGIR TU PROPIO PEINADO?
No, para nada. Es más: a mí nunca me gustó mucho ir a la peluquería, justamente porque nunca sé bien qué es lo que quiero. Entro y digo: “Y bueno, sí, cortame, qué se yo”. Ni siquiera tengo algo contra los peluqueros, pasa más por mí. Por eso, también muchas veces me corté el pelo yo mismo.
ES UN RIESGO...
Por supuesto. Una vez, nos llevamos una maquinita a las vacaciones e hicimos cualquier cosa. Nos cortamos hasta las cejas. ¡Por suerte crecen! Y también me pasó varias veces de errarle al largo de la máquina y terminar rapado por accidente.
¿CUÁL FUE EL MÁS RIDÍCULO QUE TUVISTE?
De chico, mi papá me llevaba a una peluquería medio rockera en Belgrano y recuerdo haber caído a la escuela primaria con una especie de islita arriba de la cabeza, tipo miniafro, como esos personajes negros de las películas de Spike Lee. Ese se lleva el primer premio.
¿TE DA MIEDO QUEDARTE PELADO?
Me parece que no va a pasar porque la genética está de mi lado. Pero si veo que empiezan a caerse algunos pelos, no hay ningún drama: me rapo. Nada de implantes ni cosas raras. ¿Para qué? Yo estoy convencido de que los pelados pueden tener mucha onda.
LA NACION