Cuando se hayan derretido los casquetes polares y diluido en el mar el último glaciar, cuando elefantes, rinocerontes, pandas y demás especies sean un recuerdo lejano, ahí estarán, inalteradas. Científicos estiman que las huellas dejadas por los astronautas durarán posiblemente cientos de miles o incluso millones de años desparramadas en la Luna, como antiguo testimonio de la existencia (y presencia) de la humanidad.
"El entorno lunar es muy diferente al de la Tierra debido a la ausencia de atmósfera, campo magnético, agua y materia orgánica. Las huellas resistirán los rayos cósmicos y otros factores destructivos, como las variaciones de temperatura y la microcolisión de meteoritos pequeños", sugiere un equipo de investigadores argentinos que en 2019, en ocasión del 50 aniversario del alunizaje, se pusieron a reflexionar sobre la importancia de estos restos desde la perspectiva de la iconología, es decir, la disciplina que estudia las trazas y alteraciones de suelos generadas por toda clase de organismos, de dinosaurios a mamíferos.
Las pisadas que dejaron los astronautas perdurarán por cientos de miles de años en la Luna. Como los demás artefactos allí desparramados, les contarán a nuestros descendientes lejanos o a las civilizaciones alienígenas quiénes fuimos y qué hicimos.
Oficialmente, la humanidad llegó a la Luna en 1959, cuando la misión soviética no tripulada Luna 2 impactó en su superficie. Pero el primero en estampar su bota en el satélite natural terrestre fue Neil Armstrong. El último, Eugene Cernan. Entre 1969 y 1972, 12 hombres generaron centenares de pisadas, evidencias directas de la expansión de nuestra especie más allá de nuestro planeta, al igual que los cientos de objetos dejados por los seis alunizajes –entre ellos, vehículos lunares, martillos, banderas, pelotitas de golf, bolsas de basura–, todos ellos futuros "tecnofósiles" a través de los cuales seremos recordados en el futuro lejano.
"Son el reflejo de la tecnología humana", indica el geólogo Ignacio Díaz-Martínez del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología en General Roca, Río Negro. "Como otros restos dejados en otros cuerpos celestes o incluso en el espacio, pueden considerarse evidencias del Antropoceno, la era geológica de los humanos".
¿Qué ocurrirá cuando cientos de turistas espaciales irrumpan en la tranquilidad lunar? Es probable que las huellas de Armstrong, Buzz Aldrin y compañía sean destruidas si estas áreas no son amparadas como patrimonio cultural. "La llegada a la Luna es un hito de la humanidad –sostiene la icnóloga Silvina de Valais de la Universidad Nacional de Río Negro– y, como tal, merece ser protegido para la posteridad".
Culturalmente similares a las huellas y los artefactos dejados por los primeros exploradores que llegaron a la Antártida, el Polo Norte o el Himalaya, estas "tecnotrazas" –como las llaman estos investigadores– dejadas a 384.400 kilómetros de la Tierra revelarán a nuestros descendientes lejanos o a cualquier civilización alienígena que las descubra cómo vivimos, los viajes que hicimos, la dirección que elegimos tomar.
"Prescindiendo de quien pueda en cientos de miles de años llegar a la Luna –advierte el icnólogo Paolo Citton–, son la prueba de que alguien ya lo hizo antes y de que este alguien tenía una tecnología no solo para llegar, sino para modificar el ambiente".
Hasta que la Luna desaparezca dentro de varios miles de millones de años, quizás colisionando con la Tierra o siendo absorbida junto a nuestro planeta por la expansión del Sol, las huellas lunares serán una suerte de cápsula del tiempo. "Hablarán de nosotros y les servirán a los descendientes evolutivos del Homo sapiens para conocer sobre sus orígenes, tal cual como nosotros hemos estudiado las primeras huellas del Australopithecus afarensis, que datan de unos 3,7 millones de años", dice el icnólogo Carlos Cónsole-Gonella de la Universidad Nacional de Tucumán. "O más intrigante aún, les servirán a alguna civilización extraterrestre que visite la Luna cuando hayamos desaparecido. Serán una suerte de monolito de Kubrick, aquel enigmático objeto negro de la película 2001: odisea del espacio. Quizás un rastro indescifrable para aquellos seres".