A los 90 años, falleció una pionera en el cultivo de rosas, alma mater de un vivero mítico en San Pedro.
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Cristel Steppuhn de Vidal vivió entre rosas y falleció el pasado 24 de julio, a los 90 años, luego de una vida dedicada al cultivo.
Nació en Río Negro, donde su padre venido de Alemania se instaló para trabajar en el vivero Los Álamos de Rosauer, creado por inmigrantes europeos. Vivieron durante muchos años en el sur de nuestro país, hasta que la familia decidió mudarse a Buenos Aires y luego a San Pedro, con su propio proyecto de un vivero de rosas.
“En esa época, éramos los únicos que multiplicábamos rosas. Mi padre, con la experiencia de años, supo aprovechar esa oportunidad y fuimos precursores en la zona. También pudo hacer valer su excelente relación con el hibridador alemán Kordes, quien le proveía de las novedades en materia de rosas nuevas, para que él las multiplicara en el vivero”, recuerdaba Cristel en una entrevista con Revista Jardín en 2019.
"Allá por el año 1960, cuando Kordes envió muchas nuevas variedades para que mi padre multiplicara, las seleccionadas fueron ocupando largas hileras de producción en el campo, pero en especial una fue un fracaso, nadie la compraba... Era el rosal ‘Iceberg’".
Cristel y su vivero fueron referentes en el mundo de las rosas. Era ella en persona quien levantaba los pedidos, atendía personalmente a los clientes y acompañaba al resto de su gente en las tareas diarias.
Una de sus claves de cultivo fue nunca utilizar herbicidas por su efecto nocivo para la salud. “El tiempo nos vuelve más sabios, pero el andar más lento imposibilita atender todos los detalles”, dijo en aquella entrevista.
Sin embargo, era Cristel quien seguía al frente del vivero e incluso quien recorría el lugar para pinzar las plantas nuevas cada primavera.
“El tiempo nos vuelve más sabios, pero el andar más lento imposibilita atender todos los detalles”, dijo en aquella entrevista al tiempo que confesó que no tenía rosas favoritas, todas llevaban su nombre escrito a mano, con el trazo que se convirtió en su sello personal.
LA NACION