19 de marzo, entre las 21.32 y las 22.03
Nani Unsam: Ya está el decreto??
Geraldine Maestría: Sí, funciona desde hoy a las 00
Geraldine Maestría: Qué miedo
Nani Unsam: Querría leerlo
Andrea Unsam: Yo siento que estamos en una peli
Tito S. Unsam: Perdonen la pregunta tonta, pero si voy a llevarle comida a mi novio me pueden parar por la calle?
Tito S. Unsam: Es que son muy pocas horas para decidir si nos queremos encerrar juntos
+54 9 11 4952-****: Encierrensé
Lucha Unsam: Hacelo. Es difícil pero peor es arrepentirse de no haberlo hecho
Andrea Unsam: Prueba de fuegoooo
Melisa R.: Jajajajaja que presión!!!
Andrea Unsam: Para mí de esta pandemia muchas parejas se van a separar y otras muchas tienen bepis o se van a convivir
Andrea Unsam: Y muchos más alcohólicos ja
Melisa L.: Yo me estoy yendo a hacer cuarentena con familia, espero que no sea peor que el coronavirussss
Andrea Unsam: Estás segura de hacer eso? Jaja
+54 9 11 4952-****: Suerte!!!!
Melisa L.: Me da cosa 10 días encerrada sola
De fondo sonaba Alberto Fernández. En 13 minutos y 45 segundos, el Presidente anunciaba en conferencia de prensa que, para aplanar la curva de contagios de covid-19, a los y las argentinas nos quedaban tres horas reloj para decidir dónde y con quién íbamos a pasar encerrados, en principio, los siguientes 10 días de nuestras vidas.
Fiesta
El sujeto amoroso vive todo encuentro con el ser amado como una fiesta. (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)
Beti y Franco ya lo tenían apalabrado: la cuarentena la pasaban juntos en la casa de Colombres. Franco se había mudado ahí justo antes de que el Presidente decretara el aislamiento social obligatorio. Cuando empezaron los rumores, Beti preparó sus acuarelas, lápices de colores y varios cuadernos de hojas lisas y se tomó un taxi hasta Boedo. A su mamá le costó entender cómo podía ser que ella prefiriera pasar esos días con Franco. Si apenas lo conocés, le decía. No te da miedo de que se peleen, le insistía. Beti no se hacía mucho drama: "Lo hablo o me vuelvo, ma. Corta la bocha".
Los dos venían de una vida de solteros y les costó bastante formalizar la relación. Se dijeron su primer te quiero en noviembre, después de un año de verse con cierta regularidad. Por supuesto no habían pensado en compartir vacaciones, mucho menos en convivir. Pero ahora que iba rumbo a lo de Franco, en su cabeza Beti se imaginaba feliz cogiendo, pintando, tocando la guitarra. Cocinando pan, budín, pizza, lasaña. Decorando la casa. Hasta que a la mañana del día dos, les escribió a sus amigas: "¿Cómo hago para cagar en un departamento de 38 metros cuadrados?".
Con Franco establecieron una única regla de convivencia: cada vez que alguno dice "tengo que atender un llamado importantísimo en el cuarto" o "me voy a conversar con el vecino de enfrente" y cierra la puerta de la habitación –que queda al lado del baño–, el otro tiene que poner música y respetar más esa puerta cerrada que el protocolo de desinfección cada vez que vuelven de hacer compras.
Durante el día, Franco se pasa mucho tiempo buscando ofertas de los supermercados y comparando los precios de los bolsones de verduras en internet. De trabajo, poco y nada: después de los dos videos de casamiento que le habían quedado para editar, sabe que hasta octubre no va a haber fiestas. Beti ofreció su sueldo de niñera para que se den algunos gustos: cada vez que ella sale a comprar le trae chocolates, un salamín, aceitunas o algún queso azul, el preferido de Franco.
Cuando él no edita, se dedican a arreglar la casa. Están poniendo algunos estantes, pintando la mesa, arreglando las maderitas por donde entra la luz a la mañana. Beti le empapeló la pared del baño con las acuarelas que está pintando todas las tardes. Ya vieron Breaking Bad y Los simuladores y ahora están por la segunda temporada de GOT. Se hicieron fanáticos de Martín Garabal y Gabriel Lucero.
¿Lo más difícil de la cuarentena juntos? Ser productivos. Franco dice que están muy morsas, que no les sale eso de hacer ejercicio y esas cosas. También dice que están muy cariñosos, muy tiernos, muy gomas. ¿Lo mejor de la cuarentena juntos? Por ahora es como estar en un perpetuo cumpleaños. Ya se dicen te quiero y también se dicen te amo. Ya hacen planes juntos: cuando salgan, quieren tachar todas las actividades que pensaron de la lista, en este orden:
1) Probar todas las hamburgueserías de Palermo
2) Comer en los bodegones que recomiendan en Antigourmet
3) Acampar en Chascomús
4) Ir a pescar a Entre Ríos
5) Pasar un fin de semana en los Esteros del Iberá
Abismarse
Ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, por desesperación o plenitud. (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)
Flor y el Proli no lo tenían charlado. El anuncio los encontró abriendo una segunda botella de vino y esperando a que se terminara el pollo con papas que se doraba en el horno. Estaban en lo de él. Ella tenía en la mochila, como casi siempre, algo de plata, su computadora, dos bombachas y un cepillo de dientes portátil.
–Bueno, ¿qué hago, me voy ahora ya ya ya?
–No, quedate y te vas mañana. Igual hasta que implementen todo y se organicen vas a tener tiempo de irte.
Al día siguiente, Flor trabajó desde la cama, cenaron, vieron una peli, se fueron a dormir. Al tercer día se levantó y le dieron ganas de estar sola, en su casa, en su baño, del otro lado de la General Paz. Y se fue. No bien abrió su puerta, le mandó un mensaje a una amiga:
–Che, no sé qué hacer. ¿Me encuarenteno con el Proli o no?
No bien abrió su puerta, le mandó un mensaje a una amiga: Che, no sé qué hacer. ¿Me encuarenteno con el Proli o no? Con sus amigas le decían El Proli(jo)
Después, lo llamó a él. Le preguntó: "Pero ¿vos querés que vaya? Pensémoslo juntos, no quiero ser yo la que tenga la responsabilidad de tomar TODA la decisión".
Acordaron que sí, que querían pasar esos 10 días juntos. En realidad, ninguno de los dos quería pasar 10 días solo.
Flor y el Proli se habían conocido por una aplicación de citas tres meses antes del jueves 19 de marzo. Con sus amigas le decían "el Proli(jo)". Lo primero que Flor contaba cuando le preguntaban sobre él, era la anécdota del día que se quedó a dormir en su PH de Villa Ortúzar y se despertó con un ruido aterrador. El Proli programaba una aspiradora-robot para que limpiara el piso con solo apretar un botón, todas las mañanas.
El Proli es ingeniero en sistemas y trabaja todo el día en su casa, la que intenta mantener obsesivamente limpia. Ella, todo lo contrario. En tiempos normales, pasa 13 de las 24 horas del día en su oficina del Ministerio de Producción. El orden y la limpieza de su casa están últimas en su lista de prioridades.
El Proli programaba una aspiradora-robot para que limpiara el piso con solo apretar un botón, todas las mañanas.
Después del mensaje a su amiga, de hablar con él y de mirar un video aterrador de un hospital de Italia, Flor dobló algo de ropa en una valija y volvió a cruzar a Capital. Llegó con su valija el sábado a la noche y marcó el inicio de una cuarentena que para ellos se iba a traducir en cocinar tacos, fideos a la boloñesa, pan de masa madre y pad thai. Compartir el living-oficina, escuchar al otro hablar de trabajo con terceros, aparecer de fondo en las videorreuniones. Hacer clases de gimnasia por YouTube, empezar su primera serie juntos, abandonar su primera serie juntos.
También los principales problemas de convivencia: los ronquidos de él y la pérdida de pelos de ella, que ensucian el piso de la casa del Proli.
A la noche número siete de confinamiento, Flor entró en crisis. Se encerró en el cuarto y habló con sus amigas: "Es que me pierdo un montón de zooms". Le gusta el patio del Proli, pero también extraña la vista que tiene desde su balcón en avenida Libertador. Le gusta la casa del Proli, pero le resulta agotador estar siempre de visitante.
Si le preguntan en qué cambió la relación, dirá que en el título: ahora se pusieron de novios. Ella le preguntó si quería ser su novio, y él al principio dudó y después le dijo que sí. También se pusieron apodos. Él le dice Be, y ella le dice Chu.
Si le preguntan en qué cambió a Flor, ella dirá que en nada. Pero después contará que lo primero que hace todos los días cuando se despierta, es apretar el botón para que la aspiradora-robot haga su trabajo. Y se justificará: "Es que ahora que la oficina es mi casa, lo entiendo al Proli. Es importantísimo estar en un lugar limpio y ordenado".
Encuentro
La figura remite al tiempo feliz que siguió inmediatamente al primer rapto, antes de que nacieran las dificultades de la relación amorosa. (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso)
Anto y su novia se habían ido en moto a recorrer la costa uruguaya y, cada vez que tenían señal, sus celulares se llenaban de mensajes con rumores desde Argentina. Que suspenden vuelos, que cierran los colegios, que es hoy, que es el jueves. Mientras armaban la carpa en Santa Teresa, les llegó uno de Cancillería: a partir del lunes cerraban las fronteras y salían solo dos barcos para repatriados a las 14 y 17 del día siguiente.
En el barco de vuelta, Anto se angustió: si bien tenían una pareja abierta, cuando el primer día de vacaciones le contó a su novia que había empezado a verse con otra chica, Pali, las cosas no habían quedado muy bien. Y ahora tampoco tenían tiempo de recomponerlas. Ambas tenían que aislarse porque venían de un país de riesgo. La logística no tenían ni que charlarla: su novia la iba a pasar en su departamento en Congreso con su hija de 18, y Anto, con sus dos gatos en Villa Adelina. Faltaban tres días para que se decretara la cuarentena obligatoria en Argentina.
Ese jueves, unas horas antes del anuncio, Pali le mandó un whatsapp a Anto: "¿Podemos pensar como una posibilidad que me vaya para tu casa y la pasamos juntas? "Anto le dijo que no, que le parecía mucho, que 10 días podían ser una eternidad, que mirá si después no se podía volver más a su casa. Pero al tercer día sola en cuarentena, la llamó y juntas pensaron un operativo de desembarco sin exponer demasiado a nadie. La excusa la tenían: Anto estaba en cuarentena obligatoria porque venía del exterior, sus padres eran grupo de riesgo por la edad y sí o sí necesitaba alguien que la abasteciera de comida: esa sería Pali.
Pali puso ropa y comida en un bolso y se tomó un taxi. Cuando llegó, el conductor le preguntó si se quedaba ahí. Ella bajó temblando, la paranoia de la denuncia ya se había activado en su cabeza. Después, las dos se dieron cuenta de que probablemente el taxista solo quería asegurarse un viaje de regreso, en tiempos de escasa demanda.
Los primeros días, las mañanas eran perfectas. Desayunaban, escuchaban música. Como Anto trabaja haciendo visitas guiadas para chicos del secundario en un ex Centro Clandestino de Detención y Pali es moza en un bar, tenían mucho tiempo libre para disfrutarse en cuarentena. Aprovecharon para conocerse: se mostraban fotos de cuando eran chicas, se contaban de sus relaciones anteriores. Anto descubrió que Pali hacía una salsa rica con tomate, albahaca y cebolla para los fideos. También experimentaron un poco en el sexo.
Pero al cuarto día, Anto ya no disfrutó del desayuno. Eso que, al principio, le parecía un detalle le empezó a molestar demasiado. Que Pali no respetara las reglas de desinfección al volver de la calle, por ejemplo. O que no limpiara nada y se la pasara jugando al Sims. Empezaba a pesarle la costumbre: de sus 30 años, llevaba ocho viviendo sola. Entonces le dijo que en su casa había algunas reglas, y que si no podía respetarlas, que mejor debía irse. Fue la primera vez que Anto vio llorar a Pali. Y quizás la última.
¿Continuará?