Es viernes por la tarde y en el taller de luthería de la calle Yatay hay clima de final de semana. Ezequiel Galasso pone un nuevo set de trastes al diapasón de una Fender Jaguar; Lewita Malizia trabaja en la puesta a punto del mástil de una Stratocaster de 1960; y Lisardo Álvarez cambia las cuerdas de una guitarra que, a la distancia, luce como una Jackson similar a las que Cerati supo popularizar en los 80. Minutos después se suman al convite Gianfranco de Gennaro (leyenda del skate local) e Ignacio Morresi, también skater pero además fotógrafo y flamante cliente del Galasso Repair Shop: incansable, golpea todos los días la puerta del PH ubicado en el límite de los barrios porteños de Caballito y Almagro para supervisar y colaborar en la construcción de su nueva guitarra, fabricada con media docena de tablas de skate que rodaron por las principales rampas de la ciudad.
“La dinámica es siempre así, hay bastante gente y hay que mecharlo con el laburo. No renegamos porque es parte de la esencia del lugar”, dice Galasso. Entre cafés, playlists de Spotify y restos de aserrín, se terminan las últimas tareas de la semana antes de bajar las persianas hasta el lunes, cuando vuelven a su rutina de construir o restaurar algunas de las mejores guitarras del país. Para Malizia –que es diseñador industrial y comenzó a desarmar guitarras a los 11 años en su Esquel natal–, no hay nada peor que los sábados y domingos: “Me pongo triste. ¿Qué hago hasta el lunes? Laburar en estos bichos me encanta, es lo que siempre quise hacer”.
La crisis y la oportunidad
La fabricación de instrumentos orientados al mercado del rock tuvo su primer boom en Argentina en los años 60, en consonancia con la irrupción del rock nacional. Acceder a lo importado no era fácil, así que los artesanos locales llenaron el hueco en el mercado con reproducciones de las guitarras y bajos que se veían en las revistas de música que llegaban de afuera. Las históricas Repiso y Torax, utilizadas por infinidad de músicos de aquella época, se diseñaban mirando fotografías o, en el mejor de los casos, desmembrando alguna Fender o Gibson que llegaba al taller para ser reparada.
Los vaivenes económicos y las idas y venidas en el panorama exportador/importador tuvieron sus consecuencias en la incipiente industria de instrumentos musicales argentina. La lógica de mercado fue más fuerte y se hizo cada vez más difícil competir con la mano de obra y las modernas líneas de montaje asiáticas. La crisis de 2001, sin embargo, dio vuelta la ecuación y de repente el panorama cambió: los consumidores volvieron a la mano de obra nacional, que respondió con productos de calidad a precios coherentes. Hoy, en una industria que, según la Cámara Argentina de Fabricantes de Instrumentos Musicales (CAFIM), genera fronteras adentro alrededor de 2.000 empleos directos y 10.000 puestos indirectos, los luthiers son buscados no solo por sus tarifas, sino también porque sus trabajos se codean en muchos casos con los mejores del mundo. Además, el nivel de profesionalización los ha habilitado a hacer el mantenimiento de algunos de los mejores instrumentos que se encuentran en el país, otra fuente importante de ingresos dentro del oficio. En el caso del taller de Galasso, además de construir guitarras y bajos, también se especializa en el cuidado y reparación de ejemplares considerados vintage, cuyos valores en el mercado pueden alcanzar las seis cifras.
El salto al exterior
Para Galasso, conocer al luthier Horacio Lista fue la chispa que encendió su interés por la fabricación de guitarras. “Por recomendación de un compañero de laburo de ese momento, fui a visitarlo al taller, al que se accedía por una escalerita que llevaba a la terraza, y ahí me sedujo el oficio. Era todo lo que me gusta metido en un mismo lugar”. De día estudiaba Diseño industrial; cuando salía de clases se iba directo a lo de Lista. En 2005 abrió su propio espacio y no paró. Incluso logró lo que para muchos era impensado: que un fabricante local diera el salto al mercado internacional.
El suceso fronteras afuera llegó con el desarrollo de las skate guitars, un proyecto ideado en conjunto con De Gennaro que recupera viejas tablas de skate y las convierte en instrumentos de primera línea. En 2011 terminaron las primeras unidades y rápidamente llegaron a las portadas de las principales revistas de cultura skater. Celebridades de ese deporte como Tony Hawk, Steve Caballero, Paul Rodríguez y Danny Way se sumaron a la lista de clientes y los pedidos empezaron a acumularse en el taller porteño.
La demanda fue tal que este año decidieron crear una campaña en Kickstarter para realizar una serie limitada de ochenta unidades, que fueron vendidas exitosamente –y en cuestión de días– a guitarristas y coleccionistas de todo el mundo.
Actualmente, acceder a un instrumento fabricado a medida por Ezequiel Galasso no es fácil, hay que convencerlo. Si bien comenzó en el oficio tomando todo tipo de pedidos, hoy se puede permitir rechazar guitarras que no quiera hacer y la cotización de un proyecto puede alcanzar los 3.000 dólares. “Me cuesta mucho que venga cualquiera a pedirme un trabajo. Es necesario que exista una conexión con el instrumento y que haya empatía con el cliente. Un instrumento a medida tiene mucha investigación, saber qué necesita el músico, qué quiere. Eso lo va descubriendo a medida que va viniendo, aprendiendo, haciéndose amigo”.
La clave es el ingenio
A pesar de las dificultades para conseguir suministros y el hecho de trabajar en una economía que siempre obliga a pensar en el corto plazo, los luthiers argentinos se destacan por el uso del ingenio para la resolución de problemas. Galasso admite que a veces es “jodido”, pero asegura que, al mismo tiempo, lo entusiasma trabajar con lo que se tiene a mano, ser creativo y dar una impronta que cierre una idea. Como ejemplo muestra su última conquista, unas tablas de pinotea de más de 200 años rescatadas de una iglesia en 9 de Julio y Paraguay, listas para ser usadas. Proyectos como este, o las skate guitars, son el fiel reflejo de la idiosincrasia argentina. “Nosotros resolvemos problemas como no se resuelven en otras partes del mundo. Y eso se da porque uno no tiene acceso a las facilidades que hay en otros lugares. Te obliga pensar soluciones creativas, lo que a la larga termina siendo reconocido”.
Empezar en el garage
Valentín Robles construye y repara guitarras en Taller Villa Galicia, montado en su casa de Lomas de Zamora. A punto de cumplir 30 años, acaba de armar su propio espacio de trabajo luego de colaborar durante algunos años con su hermano Eugenio, también luthier. Hijo de un carpintero, supo desde chico que su destino estaba ligado a las maderas: “Soy medio obsoleto para las reglas de lo que es tener un laburo de oficina. El oficio es entonces la salida, el escape para trabajar de algo que a mí me cabe”.
Robles, que armó su primera guitarra usando maderas de una puerta de cedro que encontró en la calle (“me la traje caminando desde Adrogué hasta Lomas, la cargué como 70 cuadras”), también se dedica a la construcción de parlantes para estudios de grabación. Realiza a pedido unidades inspiradas en el estilo art déco y ahora planea crear una línea que pueda fabricarse en serie. “Todavía tengo un laburo en American Express visitando negocios, con el que pago el alquiler y vivo (por eso todavía no lo dejé); pero algunos proyectos, como la construcción de parlantes, ya me están dejando una moneda”, explica. El paso siguiente será abrir este año un taller más grande y dedicarse full time a la luthería, su verdadera pasión.
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