Historia viva. Tiene 98 años, fue pionero del esquí en la Patagonia e hizo rescates épicos
En los años 40 Américo Astete fue impulsor de la práctica del esquí en San Martín de los Andes, junto con Federico Graef; en Chapelco se instaló una escultura suya que recuerda sus inicios
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La historia cuenta que en los años 40, un grupo de pioneros que vivía en San Martín de los Andes empezó a esquiar en una subida cercana al actual cementerio del pueblo. En invierno había un blanco libre de vegetación y, sin saber mucho de qué se trataba, se largaron a la bajada.
De esa época don Américo Astete, de 98 años y pionero del esquí en la zona, recuerda: “No teníamos la menor idea de lo que era un par de esquíes: nevaba y había que moverse igual, nada más que con mayor dificultad. No fue hasta que llegaron a vivir unos carpinteros suizos que vimos los primeros esquíes. Ellos los utilizaban para caminar y trasladarse de un lugar a otro. Ahí fue donde surgió nuestra curiosidad y las ganas de aprender a usarlos. Nos entusiasmamos. Así comenzamos a intentar esquiar frente al cementerio, donde hay bajadas pronunciadas que permitían deslizarse. En aquel momento no había tantos radales, ni tampoco construcciones, por lo que se generaba una pequeña pista de 50 o 100 metros. Y así íbamos, a probar esquiar con lo poquito que sabíamos.”
Algunos de los pioneros venían desde las estancias, lejos del pueblo. Las ganas de esquiar y experimentar los motivaba. De a poco empezaron a trasladarse un poco más allá del pueblo en busca de más pistas y desafíos. Las subidas eran duras y las bajadas insumían poco tiempo. Con mochilas y esquíes al hombro, botas de cuero y algo de abrigo, Astete continúa: “Salíamos el sábado después de almorzar, cargábamos las mochilas con comida y unas mantas para dormir en el refugio. Nos subíamos a un jeep medio camión cortito que le llamábamos “La Chancha”. Llegábamos hasta la base y emprendíamos la caminata”. Según cuenta, mientras lo hacían, contentos, cantaban: “Zapatos, esquís y bastones, no son para los dormilones / la nieve, el sol, la montaña, un día en nuestra cabaña /la nieve en polvo y un par de esquíes es nuestra felicidad / la nieve en polvo y un par de esquíes y a toda velocidad”.
Padre de una familia de esquiadores Américo se emociona al traer de su memoria a una figura clave para el desarrollo del esquí en la zona: Federico Graef, geólogo, topógrafo y alpinista alemán. Esquiador desde siempre, Graef fue un conocedor de toda la cordillera y un motor para el esquí local. Él fue quien descubrió que la zona del Cordón Chapelco, en el que hoy está el centro de esquí, era un lugar apto para un centro invernal. “Había que limpiarla, sacarle las lengas que quedaban dispersas en la altura y todas las que estaban en el ascenso. El único que sí tenía una visión de centro de esquí era don Federico: él tenía una aspiración y veía un futuro para este lugar. Venía de lugares dónde había visto otros centros de esquí. Para nosotros era todo nuevo y cada cosa nos sorprendía”.
Para sus expediciones de esquí durante los fines de semana, el grupo de entusiastas construyó un refugio, el actual refugio Graef, en el que pasaban la noche del sábado y desde donde comenzaban a pisar la pista, subiendo en escalerita para arriba en el Palito. “Había que hacerla nuevamente cada vez que íbamos. Después del mediodía teníamos la pista linda y nos poníamos a esquiar. Igualmente la pista era chica: tenía 100 metros como mucho”.
“Don Federico nos daba algunas indicaciones para tratar de aprender y nosotros nos mandábamos. Éramos todos jóvenes de 15 a 25 años. Era un grupo lindo, muy unido”.
!En aquella época el esquí, más allá de ser un divertimento, era una actividad sacrificada. Había que atravesar las nieves ondas, con los esquíes al hombro, los zapatos se te llenaban de nieve. La ropa no era la de hoy. Cada vez que íbamos decíamos ‘esta es la última vez que venimos, no vuelvo ni mamado´. ¿Pero qué pasaba? El lunes nos encontrábamos en la calle con algunos de los que habíamos ido y acordábamos ir nuevamente. Ya nos habíamos olvidado de todas las penurias”, afirma este esquiador de pura cepa. Las ascensiones se hicieron cada vez más asiduas y el grupo se fue consolidando.
“Algunos preguntan curiosos, ¿adónde con ese disfraz? / nosotros decimos furiosos ¿por qué no nos dejan en paz? / la nieve en polvo y un par de esquíes es nuestra felicidad / la nieve en polvo y un par de esquíes y a toda velocidad”.
Lo impensable es que el esquí, más allá de aventura o deporte, también sirviera como medio de transporte. La historia que cuenta don Américo lo confirma. “Formamos una comisión de auxilio. La primera vez que salimos fue porque en el Arroyo Culebra, donde había una casilla de vialidad, y se enfermaron dos personas de fiebre tifus. La única manera de sacarlos de ahí era esquiando. Recurrieron al club, nos juntamos los que sabíamos esquiar y se formó un grupo. Conseguimos un trineo en el regimiento y nos fuimos. Nos llevó un jeep de Parques Nacionales hasta el portezuelo. Y ahí empezamos a tirar del trineo hasta Las Taguas, donde dormimos. Al día siguiente, después de una gran helada, fuimos temprano a buscar los enfermos, los cargamos y los arrastramos. Éramos como 10. Me acuerdo mucho de un gringo que trabajaba en Quechuquina y que era profesor de esquí. Era un león, tiraba más que una yunta de bueyes. Llegamos y se salvaron los dos. Después hicimos otros rescates. Por eso era importante saber esquiar: no sólo porque era divertido, podíamos prestar auxilio cuando fuera necesario”.
A fines de septiembre, en uno de los últimos días de la temporada de nieve, Chapelco colocó en el histórico Refugio Graef una escultura de don Américo Astete en homenaje a todos los pioneros del esquí
Homenaje en Chapelco
A fines de septiembre, en uno de los últimos días de la temporada de nieve, Chapelco colocó en el histórico Refugio Graef una escultura de don Américo Astete en homenaje a todos los pioneros del esquí, precursores de la actividad y de la cultura de montaña.
Él, como representante de la historia viva de Chapelco, es uno de los precursores que aportaron al desarrollo del turismo y los deportes de montaña en la zona y eligieron las laderas del Cerro Chapelco para sembrar la semilla de lo que luego sería el centro de esquí. Junto a sus compañeros, Astete comenzó en los años 40 la práctica de trepar la montaña para disfrutar del descenso sobre primitivas tablas.
La escultura de Américo Astete fue ideada por el artista argentino Miguel Angel Villalba y realizada junto a su hijo Jerónimo en su taller. Con estructura de acero está realizada en resina poliéster y cuarzo molido. La figura aparece sentada sobre una de las sillas de la histórica Silla Doble, uno de los primeros medios de elevación de Chapelco.
La pieza se instaló frente al Refugio Graef, construido e inaugurado en 1948 por ese grupo de pioneros y recientemente restaurado por el Club Lácar: allí, a 1700 metros de altura, se refugiaban durante la noche para esquiar en nieve fresca desde la mañana siguiente.
Para la primavera se espera la visita de Don Américo, junto a amigos y otras familias pioneras, al Refugio. Un (re)encuentro del pasado y el presente para repasar la historia de un Cerro más vigente que nunca.
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