Fue uno de los primeros lugares en los que se mezclaron todas las clases sociales. Hacia fines del siglo XIX, las carreras de caballos eran uno de los principales atractivos colectivos de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Cuentan que el día de su inauguración, el 7 de mayo de 1876, alrededor de 10.000 personas pudieron ver la primera largada sobre la pista que hoy lleva 143 años siendo testigo de la historia del turf argentino. El Hipódromo de Palermo fue un verdadero suceso para la sociedad de la época. Allí, el hacendado más adinerado de Argentina podía cruzarse con un trabajador raso que iba a apostar lo poco que podía sacar de su sueldo.
La primera versión del hipódromo fue de estilo victoriano. La tribuna principal era la única protagonista y estaba construida con madera y metal con techo de zinc, y duraría solo unas tres décadas en pie. El espíritu de la Belle Époque iba a transformarlo todo entre 1908 y 1912 cuando los directivos de la institución, en manos del Jockey Club, se dejaron encantar por las líneas del neoclásico francés y decidieron convertir al edificio en lo más parecido a un palacio.
Para las reformas contrataron al arquitecto francés Louis Faure Dujarric, que había construido el court central de Roland Garros. Se reemplazó la madera y el metal por cemento y se hizo hincapié en la expresividad de las líneas rectas y en la mínima ornamentación bidimensional.
En 1912 se inauguró la confitería La París –donde hoy funciona una cervecería artesanal– que continúa el diálogo con el neoclásico francés. La tribuna Paddock, que se encuentra hacia el lado de la avenida Dorrego junto a la Redonda de exhibición, había sido construida hacia finales del siglo XIX mientras que las otras dos se agregaron recién a partir de 1940.
Como detalle ultraparisino, Dujarric hizo traer dos réplicas de los caballos de Marly, cuyos originales se encuentran en el Louvre, para colocar en el court de entrada de la obra custodiándola.
Se trata de una corriente naturalista, despojada, que se relaciona directamente con la llegada de Carlos Thays, el famoso paisajista francés que fue contratado para abrir un pulmón verde en la ciudad.
La pista principal tiene 2.500 metros de largo, está compuesta por arenilla, limo y arcilla y posee un sistema de drenaje que hace posible que los caballos corran en todas las condiciones climáticas. El suelo, además, es controlado periódicamente por el Instituto Técnico de Minerales (Intemin).
En los 50, cuando el hipódromo pasó a manos del gobierno, se introdujeron por primera vez a las jocketas. En 1978, Marina Lezcano fue la primera jinete mujer en ganar la cuádruple corona: el Gran Premio República Argentina, el Pollas, el Selección y el Nacional. Los cuatro derbies siguen siendo los más importantes en el calendario del turf.
Asesoramiento: Federico Wechsler, guía oficial del Hipódromo de Palermo, que forma parte del grupo de guías turísticos buaiwalk.com
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