Gonzalo García-Pelayo está presentando sus películas en el Bafici, pero en el pasado ideó un sistema de probabilidades que aplicó junto a su familia y con el que se convirtió en el terror de las salas de juego
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Gonzalo García-Pelayo, español, de 76 años, actual residente de la ciudad de Buenos Aires, es un hombre polifacético. “Si hablamos de profesión, mi profesión primera es director de cine”, asegura cuando se le pregunta cómo se definiría. En esa faceta, él se encuentra en estos días presentando siete de sus películas más recientes en el Bafici. Sin embargo, García-Pelayo, a lo largo de su vida, se dedicó a otras tantas actividades: fue productor musical (se dice que es el padre del rock andaluz), conductor radial, presentador de televisión, escritor, productor cinematográfico, especialista en criptomonedas y manager de toreros.
Pero más allá de todos los rubros en los que se destaca, hay una distinción especial que este sevillano de espíritu inquieto lleva consigo como uno de los mayores sucesos de su vida. Es que Gonzalo García-Pelayo logró cumplir con un imposible: ganarle al casino. Y más de una vez. Lo hizo de manera legal, ya que creó su propio sistema para vencer a la ruleta. De este modo, a comienzo de la década del 90, junto a integrantes de su familia que se convirtieron en su equipo, García Pelayo hizo saltar la banca en varias ocasiones en las salas de juego más importantes del planeta. Además de hacerlo ganar una millonada de dinero, la proeza de este prolífico cineasta y eficaz tahúr se transformó en un fenómeno único, que fue registrado en un libro y hasta en una película, The Pelayos, rodada en el año 2012.
El nacimiento de un método
García-Pelayo recibe a LA NACION en su departamento del sur porteño. Español de nacimiento, pero ciudadano del mundo, el hombre se encuentra viviendo en Buenos Aires en estos tiempos por su carrera cinematográfica. De hecho, esta semana él es una de las figuras estelares del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) donde, en la flamante sección “Retrospectiva del presente”, presenta sus últimas películas, que son el fruto de su experiencia 10 + 1, en la que realizó 10 filmes en 12 meses, una maratón cinematográfica que ya había realizado en España poco tiempo atrás. García Pelayo habla de algunas de sus películas –Dos hermanas, Salón de uñas, Eloísa y las niñas toman un helado–, pero sabe, inexorablemente sabe, que la charla va a ir por la senda de su hazaña familiar en el casino. Y lo admite con sinceridad: “Películas hace mucha gente. Ganar a la ruleta, nada más hemos ganado nosotros. Sé que despierta interés porque es único”.
–Gonzalo, ¿cómo fue ese momento en que se dio cuenta que se podía vencer a la ruleta?
–Bueno, yo iba al casino de manera aficionada. Entonces hago la cuenta de que la ventaja del casino no es tan grande en la ruleta. Cada bola tiene una oportunidad en 37 de salir y ahí está la ganancia del casino, ya que el casino paga 36. Esa falta, eso que te paguen una ficha de menos es la probabilidad del casino, su ventaja, que es exactamente de 2,7 por ciento. Que es poco. En la lotería de España, por ejemplo, la ventaja es de 35 por ciento. También en un bingo.
–Es decir, como era de esperar, el casino siempre lleva la ventaja, ¿o no?
–Sí, pero en la ruleta, como puede pasar en otros juegos, no se requiere habilidad, pero sí conocerla e intentar revertir esa desventaja que existe contra el jugador ¿Cómo es esto? Que si el casino te paga 36 de 37, si algún casillero de la ruleta tiene una probabilidad, en lugar de uno en 37, de uno en 35, que es posible, eso puede revertir la ventaja.
–¿Y cómo sabemos cuál es ese casillero que puede revertir la ventaja?
–La ventaja es saber que la ruleta no es perfecta. Si ponemos 37 relojes en hora, en la semana alguno habrá atrasado y otro adelantado. Entonces, los casilleros de la ruleta tampoco van a ser todos iguales. Habrá alguna desviación física, simplemente, por la circunstancia de que el casillero sea un poquito más grande o más pequeño, la bola se irá a otro más cercano que la recogerá. O las paredes pueden estar más duras. No es lo mismo tirar la bola aquí en la madera que en el mármol, rebotará distino. Todas las circunstancias físicas pueden influir. Supuse eso. Me organicé y vi que efectivamente ocurría.
–¿Cómo se organizó?
–Empecé a tomar estadísticas. Pero para ello tenía que ver jugar unas 5000 bolas en la ruleta y anotar los números que salían. Para eso hay que estar como 15 días trabajando en el casino, que es una tarea en la que requiere de seis a siete horas diarias, para seguir el ritmo. Eso te da la posibilidad de ver el alma de la ruleta, y ves que hay números que salen más de lo que le permite la suerte. Llegué a encontrar casilleros que salían una vez de 28.
–¿Eso significa revertir la ventaja?
–Sí. Quiere decir que en 28 bolas que juegues, debes de percibir una vez un premio de 36. Es decir, hay ocho puntos de ventaja. Son los casilleros maravillosos. No digo que todos sean así, pero si se hace una mezcla de los que tienen uno en 28 y los que tienen uno en 35, si sabemos de verdad identificarlos, nos da una ventaja del seis por ciento neto. Más del doble de la que tiene el casino.
Todo listo para actuar
Tras la estricta observación de las ruletas del casino Gran Madrid, de Torrelodones, con las estadísticas en mano, había llegado el momento de actuar. Para ello, Gonzalo se rodeó de gente en la que sabía que podía confiar: su propia familia. De esta forma, el líder del clan, junto a sus cinco hijos, sus sobrinos y otros parientes formaron el grupo que más adelante pasaría a la historia como “los Pelayos”. Era el mes de septiembre de 1991 cuando empezó a escribirse la leyenda del hombre que supo, a fuerza de ingenio y constancia, torcerle el brazo al azar.
Para comenzar con la aventura en la sala de juegos madrileña, se necesitaba una inversión inicial. Para ello, el cineasta e ideólogo del plan vendió los derechos de un documental sobre animales salvajes que había filmado en África. US$2200, aproximadamente, fue la cifra con la que iniciarían su recorrido los Pelayos. Un número que no pararía de crecer. En Madrid y luego en otros casinos.
–¿Cómo era el abordaje de los casinos?
–Formamos un equipo dirigido por Iván, mi hijo mayor, y por su primo Jaime para organizarnos y jugar en varios casinos al mismo tiempo. Había, en tiempos de los Juegos Olímpicos de Barcelona, por ejemplo, un equipo en Madrid y otro en Barcelona. Siempre hablamos de casinos grandes, que tienen seis mesas de ruleta, tampoco vale para cualquier casino. Hay un grupo que está los 15 días de estudios, de análisis. Ese equipo que ha tomado las bolas se va para que no los identifiquen y llegan caras nuevas.
–Llega el momento de apostar, ¿Cómo lo hacen?
–El nuevo equipo se pone a jugar los números que hemos detectado como los que más salen, los que tienen una posibilidad de 35 o menos. Si hay seis mesas, lo ideal es que haya seis jugadores. Se ponen a jugar de manera fija. Las jornadas son de unas seis o siete horas, seis noches por semana. En cada bola se apuesta entre nueve a doce números. Cuando la ruleta está mal (bien para nosotros) tiene un desequilibrio compensado. Es decir, tiene una tercera o cuarta parte de números que son mejores, luego tiene una tercera o cuarta de números que son peores y una parte central en que los números salen al ritmo que tienen que salir.
–¿Influye la forma en que tira la bola el croupier?
–Empecé pensando que el croupier daba cierta ventaja porque tenía una tirada automática. Estoy seguro que eso seguirá funcionando así porque cuando quise estudiarlo me di cuenta de que lo que realmente tenía tendencia era la propia máquina. A lo mejor en la tirada del croupier sí que hay posibilididades de que tenga una probabilidad, pero es intuitivo, no lo he estudiado.
Saltar la banca
Los Pelayos fueron recorriendo con su método de la ruleta distintos casinos europeos. Y ganaron dinero en casi todos. De acuerdo con el documental Desafiando a las Vegas, de History Channel, sobre las peripecias del juego de esta familia, el clan había obtenido con su sistema medio millón de dólares sólo en el casino de Madrid. A eso hay que sumarle las salas de juegos, de, entre otras ciudades, Copenhague, París, Amsterdam y Viena. En estos dos últimos lugares llegaron a tener dos de las noches más espectaculares de todo su raíd de ganancias.
–¿Hicieron saltar la banca muchas veces?
–Sí, bueno, saltar la banca es un mito que se inventó en Montecarlo, para márketing, para darle el gusto al aristócrata que cerraba una mesa, porque el casino tiene una especie de reserva legal que cada mesa tiene que tener una cantidad de fichas para responder al juego. Si creen que hay una anomalía después de perder, ellos tienen derecho a cerrar la mesa para ver si ocurrió algo ilegal y le ponían una manta negra a la mesa. Eso no lo he visto, lo he leído. Era una cosa mítica, pero sí hicimos saltar la banca. Con nosotros tuvieron que reponer las fichas inciales más de una vez. Es el caso de Viena, por ejemplo.
–¿Cuál es la sensación que se tiene luego de ganarle al casino de esa manera?
–Es una sensación de mucha plenitud, que se repite en grandes triunfos de la vida de una persona. Esa es la mejor palabra, plenitud.
–¿Cuánto tiempo estuvieron con este sistema?
–Unos tres o cuatro años.
–¿Y por qué terminaron?
–Bueno, empezaban a complicarse mucho las cosas. Empezaron los casinos a darse información. Una vez llegamos a Rotterdam y alguien que entendía el idioma escuchó: ‘Ya están aquí'. Para contarlo está muy bonito pero ya no nos gustaba que tuvieran tan claro quiénes éramos nosotros. En Austria, después de tener una buena noche no nos dejaron jugar más. Nos pidieron amablemente que abandonáramos el lugar.
–¿En Madrid también les prohibieron la entrada?
–También. Pero hemos luchado judicialmente y hemos ganado. No pueden en absoluto ofrecerte juego y luego decirte que no. Solamente les interesa que jueguen cuando pierdes. Es anticonstitucional. No te pueden discriminar. Además, lo nuestro es totalmente limpio. El Tribunal Superior de Justicia de España dijo no solamente que nuestro juego era limpio sino inteligente. Yo solo miro la ruleta, saco las conclusiones y las aplico. No pueden oponerse a eso. Faltaba más.
–Además de todos los casinos que mencionamos, los Pelayo estuvieron también en Adelaida, Australia. Y no podía faltar la visita a Las Vegas ¿Cómo fue la experiencia en la meca del juego? ¿Resultó adecuado el método?
–Sí, el problema es que allí las ruletas tienen doble cero. Significa que te pagan 36 de 38. Se nota mucho que es muy difícil. A Las Vegas hemos ido un plan de veces con el plan de pagarnos el viaje. Teníamos miedo por las películas un poco míticas de una cierta violencia que creo que no la había. Allí te pueden decir que no entres al casino, tienen el derecho legal porque es la principal entrada económica del estado de Nevada. Entonces lo protegen de esa manera que es casi anticonstitucional. Pero nos pagamos la estancia allí. Una vez con la ruleta y una con el Poker. Aprendimos a jugar póker en Las Vegas. Fuimos buenos alumnos de buenos jugadores que jugaban allí.
–¿Alguna vez pusieron el ojo en un casino argentino?
–Nunca jugamos en Argentina aunque visité casinos como Mar del Plata, por supuesto, y también Neuquén. Ahora visité el casino del barco, en Buenos Aires, pero he ido a reconocerlo, a tomar nota. En plan de como amigos.
En total, en todas sus incursiones por los casinos del mundo, los Pelayos pudieron alzarse con cerca de un millón y medio de dólares de ganancias.
El libro y la película
Por supuesto, una historia tan rica como la de esta familia que descubrió hacia dónde saltaba la bola de la ruleta no podía pasar desapercibida. Además del mencionado documental sobre el clan que se convirtió en el terror de los casinos, también hay un libro, escrito por Gonzalo y su hijo Iván, que explica los pormenores de esta epopeya lúdica.
La fabulosa historia de los Pelayos, se llama esa obra, que inspiró también una película española dirigida por Eduardo Cortés. Este filme, llamado The Pelayos, que según Gonzalo es “85 por ciento real y 15 por ciento para dotarlo de efecto dramático” (siempre con los números) está protagonizado por Lluís Homar, en el papel de Gonzalo y Daniel Brühl (el actor de Good Bye Lenin) en el rol de Iván.
–Gonzalo, ¿es cierto que ahora los casinos tienen ruletas Antipelayos?
–Es así. Son ruletas que pueden girarse internamente. Entonces en el casillero donde antes estaba en el tres mañana puede aparecer en el 22. Por eso, como se necesitan 15 días de tomar números para encontrar una tendencia, si te cambian en el medio la ruleta hay que volver a empezar. Es una ruleta de una marca inglesa que se crea especialmente contra nosotros.
–¿Hay manera de distinguir una de esas ruletas?
–Sí. El color que tiene cada casillero no es el mismo que tiene el número, sino que es verde. En las ruletas normales, el casillero tiene un fondo rojo cuando el número es rojo y un fondo negro cuando es negro. Solamente el cero tiene el verde. Pero si tu giras eso, resulta que aparecería el verde en otro sitio que no sea el cero. En ese caso no se puede girar. Entonces, para girar sin que haya una complicación de tipo estético ponen todos los casilleros verdes. Cuando todos los casilleros son verdes, es la ruleta Antipelayos. Y esas son las que están aquí en el barco de Buenos Aires. Son todas de fondo verde ¡Cuidado, jugadores! Y pusieron esas ruletas antes de que llegáramos nosotros. Han puesto el remedio antes de la enfermedad.
–Tantos años después de esta aventura, ¿la familia Pelayo sigue unida?
–Sí, muy unida. Ahora estamos muy contentos porque cuatro de nosotros venimos a rodar con Lucía Seles (cineasta argentina a quien García-Pelayo le produjo de películas con su sello Gong Argentina) una película que empieza a realizarse el próximo 1° de mayo. Hemos hecho la primera parte con ella y ahora rodamos la segunda parte, en La Plata.
–Además del dinero y la plenitud por las victorias, ¿qué le dejó la experiencia de la ruleta?
–Fui un buen alumno en el bachillerato. Tenía las matemáticas normales frescas pero cuando empecé a pensar en la ruleta me reforcé y me metí en el mundo de las probabilidades. Allí descubrí cosas muy interesantes que me han cambiado la manera de ver no solo el juego, sino la vida. Saber que la suerte tiene un límite, por ejemplo, que es una cuestión de filosofía, me ha cambiado la manera de ver el mundo. La probabilidad te lo cuenta y te lo dice, solo tengo que aplicarlo, en el juego y en cuestiones vitales que tienen que ver con eso: la suerte tiene límites.
–También en el terreno filosófico, usted tiene una frase que asegura que se aprende cuando se pierde
–Eso es claro. La única ventaja que tiene perder, que no es agradable nunca, es que se aprende. El juego grande, importante, es el ajedrez. Cuando ganás crees que eres un genio que haces todo bien. Pero cuando se pierde, el que ha ganado repasa la situación con el que ha perdido, que no se ha dado cuenta que ha estado en situaciones malas. Nosotros también tuvimos errores al principio, no lo teníamos tan claro. Hemos ido limpiando los errores precisamente en los momentos de pérdida y eso en la vida es exactamente así.
Gonzalo García-Pelayo culmina la charla en un taxi. Allí se ha subido junto a su hijo Iván, recientemente llegado a Buenos Aires, para ir al Centro Cultural San Martin, una de las sedes del Bafici, donde proyectan una película de un amigo suyo. Allí, siempre distendido, cuenta cuando se reunieron con los actores que trbajaron en The Pelayos para que ellos capturen los rasgos de cada miembro del clan, anticipa de qué se va a tratar la próxima película que protagonizará en La Plata –“Soy un gallego de Lugo dueño del bar Ritz de esa ciudad”– y hace bromas con su hijo.
En todo momento se nota que es un hombre que está siempre activo, con algún proyecto entre manos. Así lo demuestran las más de 30 películas que rodó en su vida y la cantidad de actividades que desarrolló y continúa desarrollando. No para nunca. En sus jóvenes 76, salta de un casillero al otro como la bola de esa ruleta cuyo destino un día aprendió a dilucidar.
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