![La ficha policial de Henri landru](https://www.lanacion.com.ar/resizer/v2/el-retrato-de-henri-landru-tomado-de-su-ficha-OS4K7EPEK5HPTDOZIYWLRVCAMU.jpg?auth=d2a31a74408898c43158b905b5a8145dda7a15dbbfd310a744cf64687a7a7852&width=420&height=630&quality=70&smart=true)
Femicida serial: Henri Landru sedujo a 283 mujeres y se le comprobaron 11 asesinatos; hace un siglo fue guillotinado
Su juicio atrapó la atención de toda Europa. Y su vida inspiró libros y películas
Un siglo atrás, el 25 de febrero de 1922, a las 6 y diez de la mañana, una cabeza se desprendía y caía en un pequeño cesto, dispuesto para esperarla. El verdugo Anatole Deibrel escribió en su libreta: “Landru - 6h 10 - Temps clair”. Y así se llamó la exposición hecha en París hace unos pocos años, revelando la fascinación que sigue despertando Henri Désiré Landru, el hombre que perdió su cabeza en la guillotina, quizás el primer femicida serial de la historia moderna, el que sedujo a 283 mujeres, estafó a todas las que pudo, y mató, descuartizó e incineró a una decena de ellas, aunque se sospecha que fueron muchas más. Una atracción irrefrenable que también inspiró obras de teatro, libros, series y dos películas realizadas por genios del cine como Charles Chaplin (Monsieur Verdoux, 1947) y Claude Chabrol (Landru, 1962).
![El afiche de "Monsieur Verdoux", la película de Charles Chaplin inspirada en la vida de Henri Landru. "Una comedia de asesinatos. La historia de un moderno francés de barba azul", dice](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/el-afiche-de-monsieur-verdoux-la-pelicula-de-7LLJ43K655H2HGAI4JHQYCZYXA.jpg?auth=24edcba2f38328320c855d8a01e6320e73eae98becad4e7fd55ceb9ca1c4de86&width=420&height=315&quality=70&smart=true)
Landru aprovechó el contexto bélico que debilitó las estructuras estatales y los valores morales y permitió que un estafador de poca monta se convirtiera en un depredador de viudas y esposas con maridos en el frente de batalla. Y que a pesar de todo, cuando finalmente fue detenido y se conocieron esas atrocidades, recibió en la cárcel más de cuatro mil cartas de admiradoras, algunas con propuestas matrimoniales.
El juicio atrapó la atención de un continente que se lamía las heridas de la guerra. La cobertura mediática fue algo inédito y opacó las negociaciones de paz que siguieron al Tratado de Versalles. Ríos de tinta corrieron en crónicas, algunas magistrales, como las de la escritora Colette en el diario Le Matin. No había otro tema en París, y las damas de la alta sociedad peleaban por un lugar en las audiencias. La Corte era una sala de espectáculos.
![1st November 1921: Murderer Henri Desire Landru in court during his trial. Known as the French 'Bluebeard', Landru was found guilty of the murder of ten women and a boy, and guillotined on 25 February 1922. (Photo by Topical Press Agency/Getty Images)](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/1st-november-1921-murderer-henri-desire-landru-in-LNQDHB7YBFHCPNMXJB5S7ZJ4LU.jpg?auth=2691b32ae8cbd835556fa9265d79f55db23631b9922fac6a9056092e48d9c4a9&width=420&height=295&quality=70&smart=true)
El inicio del camino
Henri Désiré Landru nació el 12 de abril de 1869 en un humilde hogar de la Île de la Cité, a la vuelta de la catedral de Notre Dame. Su padre era chofer en una fundición y su madre, costurera a domicilio. El niño cruzaba el puente hasta la otra isla que baña el Sena (la de Saint-Louis), donde se destacaba como buen alumno en la escuela primaria, y como mejor monaguillo en la iglesia de Saint-Louis en L’Ile, donde llegó a ser subdiácono.
En 1887 el servicio militar lo destinó al regimiento de Infantería de Saint-Quentin. En sus días de franco volvía al hogar e iba profundizando una relación con su prima, Marie Catherine Remi. Demasiado: ella quedó embarazada y hubo que casarse. Fin de la carrera militar –llegó a sargento— y comienzo de otra vida. Nacen cuatro hijos y se impone salir a buscar el sustento. El joven Henri había soñado con ser arquitecto, pero solo pudo hacer unas materias. Las necesidades económicas prevalecieron y se empleó en un estudio de arquitectura. Duró poco y comenzó a girar por distintos oficios: oficinista en una inmobiliaria, sereno en un garaje, plomero, techista, vendió bicicletas… Lo intentó. Pero en algún momento descubrió que el trabajo duro y honesto no era lo suyo. En el 1900, con 31 años, armó su primera estafa.
![Henri Landru en el banquillo de los acusados](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/henri-landru-en-el-banquillo-de-los-NGUXK57UONFFJO4EWLWFXLL3VY.webp?auth=ff36112acd3a0fdac56eefb59acd96e6acf0b765a757017cc86c5850be108ba0&width=420&height=611&quality=70&smart=true)
Alquila un edificio vacío, simula una fábrica y publica avisos para contratar viajantes de comercio: se queda con la garantía que deben poner por la mercadería a recibir. Luego pasa por fabricante de bicicletas y publicita su venta: se queda con el adelanto que le giran para recibirlas. Imagina muchas estafas en esa línea, pero es denunciado y varias veces condenado: cuando, en 1913, sale de la prisión sabe que no puede volver a caer. Cualquier mínima condena lo enviará a la colonia penal de Guayana.
En este lapso su madre muere y su padre se suicida colgándose de un árbol en el Bois de Boulogne, apabullado por la deshonra de tener un hijo delincuente. Pero su conciencia funciona de otro modo; en 1914 reincide y es condenado una vez más. Desaparece, concluye su etapa de estafador y comienza otra. Es una de sus fracasadas tramoyas la que lo inspira. Unos años antes había contestado al anuncio de una viuda en busca de compañía, se quedó con 20 mil francos, y aunque el hecho terminó mal para él porque la mujer lo denunció, le iluminó el camino: aprovecharse de mujeres solas. Claro que desde entonces intentaría evitar la denuncia eliminando a la potencial denunciante.
Y con el comienzo de la Gran Guerra, el campo se le hizo orégano a Landru. Millones de hombres en las trincheras habían poblado a Francia de viudas y mujeres solas, y el cazador salió a hacer su tarea. La fórmula era sencilla: con distintos seudónimos publicaba avisos con fines matrimoniales o buscando muebles para comprar. Recibía centenares de cartas y elegía a sus víctimas no por su belleza o simpatía sino por sus bienes. Muchas terminaron desvalijadas y a algunas les fue peor. Transcurría la guerra, y entre tanta muerte nadie se percataba de una ausencia más.
La primera fue Jeanne Cuchet, bella viuda de 39 años, con un hijo de 17 y una cuenta de 5 mil francos. En marzo de 1915 la conquistó y llegaron a poner fecha de casamiento. Antes la asesinó, descuartizó y quemó en un departamento alquilado en Vernouillet, cerca de París, y lo mismo hizo con el chico. Jeanne fue la primera de una lista que siguió con las viudas Laborde-Line, Guillin, Heon, Collomb, Babelay y Buisson, y las jóvenes Jaume, Pascal y Marchadier, la que cierra la serie comprobable, vista con vida por última vez en enero de 1919.
![Henri Landru y sus víctimas](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/henri-landru-y-sus-KNTBHPN37VHJPG6AA7MO3GLSIY.jpg?auth=0273142006f379f9c6bd9707853841de6db24b26d5ee55d2c274ff0f24c5c3cb&width=420&height=542&quality=70&smart=true)
Solo dos de ellas, Buisson y Collomb, despertaron preocupación en sus familias, que recurrieron a las autoridades del poblado de Gambais, 60 kilómetros al oeste de París. Allí, en distinto tiempo, ambas habían convivido en una casa rural con el doctor Fremyet. Pero la policía sugiere que busquen por otro lado porque en esa casa vivía el señor Dupont. La hermana de la señora Buisson recurre a la policía parisina y entre las miles de fotos de delincuentes que le muestran, reconoce al “novio”. En la ficha policial dice que su apellido es Landru. Cuando le muestran esa foto al alcalde de Gambais, su reacción es: “Pero si se trata de Monsieur Lacoste”. La confusión es total, pero el círculo se angosta.
La investigación se centraliza en París y se abre un sumario contra Landru por cargos de homicidio intencional y robo. En una libreta del acusado figuran datos claves que revelan estafas o intentos contra 283 mujeres, diez desaparecidas, además del hijo de una de ellas. Surgen pruebas y más pruebas, movimientos bancarios, operaciones de Bolsa, en un depósito alquilado a nombre de Fremyet muebles, ropas y joyas de las víctimas. Y en Gambais, lo peor: pedazos de cráneo y huesos semicarbonizados, además de kilos de cenizas humanas. Una estufa-horno, dos hachas, una sierra, tenazas, pinzas: todas pistas inequívocas para reconstruir la historia.
El gran proceso
El lunes 7 de noviembre de 1921 comenzó el juicio, que duraría 26 días. La sala de audiencias estaba colmada por periodistas de todo el mundo e invitados especiales. Landru hizo su entrada, impecable en un elegante traje gris, saludó a su mujer y a sus cuatro hijos, y también a su joven amante de 23 años, la actriz Fernande Segret, y se sentó junto a su abogado defensor, Vincent de Moro Giafferri, el mayor criminalista de Francia y quizá de Europa.
![Henri Landru junto a su abogado](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/henri-landru-junto-a-su-6CUIQJW7DFDQXHCGLWYPYKYERI.jpg?auth=b22ddbd78df799d1885eececd084b3a2f45cbed8dce39cd7a7a56e7f29b884fc&width=420&height=317&quality=70&smart=true)
Colette escribe en el diario Le Matin: “Es su entrada, y no la de los vestidos rojos y negros, la que pone un poco de grandeza en esta sala. Es él quien atrae y retiene todas las miradas, él, cien veces fotografiado, caricaturizado, reconocido por todos y sin embargo diferente de lo que conocemos de él. Está la barba, la calvicie, la ceja rizada como un postizo. Pero hay algo indefinible en el rostro de este hombre flaco que nos sorprende a todos. Una mujer susurra: ‘Realmente parece un caballero’. (…) Busco en vano en sus ojos la crueldad humana, que no es humana. Ese brillo peculiar cuando mira al frente. Estoy buscando al monstruo, y no puedo encontrarlo allí. (…) Creo que nunca entenderemos nada en Landru”. Moro Giafferri hizo eje de su defensa en la ausencia de cadáveres y la falta de plenas pruebas. “Sin cuerpo no hay delito” era su bandera. Desestimó los restos semicarbonizados de Gambais por errores de procedimiento: no se halló nada en las primeras requisas y luego el lugar no fue sellado por la policía. Sostuvo que la comprometedora libreta no era más que una agenda comercial de clientas y movimientos de compra-venta de muebles. En uno de los más recordados pasajes del proceso, tomó la palabra para asegurar que una de las víctimas había sido encontrada con vida y que a continuación iba a hacerse presente en la sala. El asombro fue general y todos giraron su cabeza hacia la puerta de entrada… Nadie entró, y fue entonces que el abogado subrayó la falta de convencimiento general. Una maniobra astuta, casi perfecta si no fuera porque el fiscal lo contradijo: alguien no había mirado a la puerta. ¿Quién? El propio Landru, quizá sabiendo que los muertos no participan en los juicios de los vivos.
El acusado llegó a reconocer que era un estafador, pero nunca un asesino. Cuando el juez le preguntó qué había ocurrido con sus amantes desaparecidas, él le repreguntó: “¿Quiere usted que yo averigüe el paradero de mis amantes, señor juez? Pero vamos a ver: usted mismo, que sin duda ha tenido también muchas amantes, ¿sería capaz de indicarme en este momento el domicilio de cada una de ellas?”.
![El petiti Journal Ilustré, revista irreverente de época, presentó a Henri Landru vestido de carnicero](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/el-petiti-journal-ilustre-revista-irreverente-de-JFJZUVYANJD6FGGUROWRZGMS6M.jpg?auth=20b1d1a497188a92a2738ad22d7debc055a9f2fa584af264bc3dda037fccc337&width=420&height=552&quality=70&smart=true)
Ante los testimonios, muchos desgarradores, se mostraba imperturbable. Georges Clarétie lo registró en Le Figaro: “En cada audiencia vemos aparecer una madre o una hermana llorosas, la sala se conmueve con sus gritos. Landru permanece impasible. Un inocente, ante este dolor, gritaría: ‘¡No, no, yo no maté a tu hijo!’. Incluso muchos culpables harían lo mismo para perturbar los corazones de los jueces. Landru escucha, las ve llorar, lo llaman ‘asesino’ y él consulta sus notas. Se le pregunta si tiene algo que decir. Mira hacia arriba, contempla a la madre o hermana, y dice: “¡No, nada, absolutamente nada, señor juez!”.
A fines de noviembre son los alegatos. Los abogados de los familiares subrayan el carácter abominable de los crímenes y exigen la pena de muerte. El abogado general, Robert Godefroy, hace lo propio, afirmando que llegó la hora de poner punto final a “esta mentira de café concert”, con la que Landru se burló de sus víctimas, a quienes calumnió y ridiculizó, llenando París de chistes. “Pero hoy se acabaron las bromas. Ante ustedes, señores del jurado, hay un monstruo que gotea sangre de once víctimas. Solo me queda obtener de ustedes la eliminación de esta rama corrompida del árbol social”.
A las 7 de la noche del 30 de noviembre el jurado entró en deliberación. A las 9 y 20 salió y dio a conocer su veredicto. Condenado a muerte, sería ejecutado en la guillotina. Inmutable, escuchó la sentencia sin un mínimo gesto. “Solo tengo una cosa que decir. No soy culpable. Y no voy a hablar más”, fue todo lo que expresó. Un par de días después, en un hecho insólito, los jurados escribieron al presidente francés, solicitándole que conmutara la pena de muerte; la carta incluía la firma de la hermana de una de las víctimas. El presidente denegó la petición. Y también el pedido de clemencia que solicitó Moro Giafferri.
Así las cosas, el 25 de febrero fue la fecha fijada para su encuentro con la guillotina, la máquina letal que había nacido en 1793 para “democratizar” las ejecuciones y evitar sufrimientos innecesarios a los condenados. Al alba de ese día, Landru fue despertado por su abogado y se afeitó. Rechazó el vaso de ron que le ofrecían y también el último cigarrillo, sosteniendo que “hace mal a la salud”, y cuando un cura se acercó y le preguntó si creía en Dios, se excusó diciendo: “No hagamos esperar a esta gente jugando a las adivinanzas”.
Al pie de la guillotina lo aguardaba Anatole Deibrel, el verdugo más célebre de París. No hubo protocolos ni palabras ni forcejeos. Lo recostaron en un bloque de madera, apoyó el cuello en la lunette y la cuchilla cayó: la cabeza de Landru rodó al canasto.
¿Cuáles fueron sus últimas palabras? Según contara Moro Giafferri a Le Petit Marseillais, antes de ser acomodado en la guillotina, “me acerqué a él y en voz baja le dije: ‘Vamos, Landru, te defendí con todas mis fuerzas y sigo aquí como tu último amigo. Dime la verdad’. Entonces, mirándome a los ojos, profunda, pesadamente, me dijo: ‘No, maestro, gracias… Pero es mi secreto, y me lo llevo… Es mi victoria, es todo mi equipaje’”.
![La tumba de Henri Landru, en Versalles](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/la-tumba-de-henri-landru-en-HS5UQRELY5CJBPWCQALNALVKZM.jpg?auth=4481417f754b4b3ea4dc9584a234dd00b35115a1870a6ffe21a75ef6f10a9f2a&width=420&height=318&quality=70&smart=true)
Después del final
El cadáver de Landru fue enterrado en el cercano Cimetière des Gonards. Cinco años después, sus restos fueron exhumados y colocados en una fosa común cuando su familia no renovó el contrato de arrendamiento. No estaba allí la cabeza, que por esas vueltas de la vida terminó en el Museo de la Muerte, en el mítico Hollywood Boulevard, allá en California.
La liquidación de los muebles robados se hizo en una subasta, casi un año después, en una sala del Tribunal de lo Penal de Versalles, en un ambiente de jolgorio. La pieza estrella fue el horno-estufa donde se cremaron los cuerpos de las víctimas. Se vendió por 4200 francos a un empresario del espectáculo de apellido Anglade que la revendió a un colega italiano, pero su primera exhibición, prevista en un cine de Turín, fue prohibida. Actualmente es propiedad del famoso humorista y animador Laurent Ruquier.
En la década de 1930, la casa de Gambais se convirtió en hotel y restaurante, “Le Grillon du Foyer” (El grillo del hogar), con un museo dedicado a los crímenes de Landru. La casa sigue en pie y en 2017 se puso a la venta: “Hermosa mansión cargada de historia”, rezaba el anuncio. Más de 180 metros cuadrados y jardín arbolado. Paz y tranquilidad, a solo 450 mil euros.
En 1923, Colette dejó de escribir en Le Matin, propiedad del hombre con el que había estado casada doce años. Motivo: el romance que había iniciado con su hijastro. Ella tenía 40, el joven 17, y los medios encontraban una gran historia para llenar sus páginas.
En 1963, tras el éxito de Landru, Chabrol fue demandado por la última amante del femicida, Fernande Segret, quien desaprobó su interpretación por parte de Stéphane Audran. Segret recibió una moderada indemnización y se retiró a un hogar de ancianos en la ciudad de Flers. Allí se suicidó en 1968, dejando una nota. “Aún lo amo, y sufro demasiado”.
![La cabeza de Henri Landru, una pieza de museo](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/la-cabeza-de-henri-landru-una-pieza-de-JDDWOXJODBAQTIZFRYSO42RDUM.jpg?auth=6acdc2fc34d3a6dcc3270d5fe6fc5ecaaa1c5449c805e835cd7811d6b3dc6e4e&width=420&height=315&quality=70&smart=true)
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