El día que sintió un chorro frío de agua en su mano, mientras su maestra le deletreaba con el dedo la palabra "water" (agua en inglés), Helen Keller sintió que el mundo que la rodeaba dejaba de ser algo oscuro y silencioso. Era el año 1887 y ella, que era una niña de siete años sordociega, empezaba a comprender por primera vez que cada elemento tenía un nombre,que los objetos eran designados y que a través de las palabras podía comunicarse.
A pesar de las bajas expectativas que había sobre la posibilidad de su desarrollo, Helen aprendió a leer, escribir e incluso a hablar. Sus fenomenales avances a tan corta edad hicieron que fuera reconocida por importantes personalidades como Mark Twain, Alexander Graham Bell y Charles Chaplin. Gran parte de su progreso fue gracias a su maestra Anne Sullivan, quien durante años se dedicó a enseñarle a Helen no solo a comunicarse, sino también sobre historia, literatura, biología y otras materias.
Lejos de tener una vida dedicada a la introspección, Helen escribió libros, viajó por el mundo luchando por los derechos de las personas con discapacidad e incluso ganó un premio Oscar.
Ciega y sorda
Helen nació en Alabama, Estados Unidos en 1880 y cuando tenía un año y medio, por una enfermedad perdió la visión y el oído. La ceguera y la sordera fueron dos condiciones que la acompañaron hasta el día en que murió en 1968. En su autobiografía publicada en 1903, Helen consideró que la enfermedad la "sumió en la inconsciencia de un recién nacido".
A medida que pasaban los años, sus padres sentían que no podían manejarla. Tiranizaba su casa con rabietas. A los seis años, aislada en su interior, la única forma de hacer conocer sus necesidades era mediante señales bruscas y tironeos. Sentía celos de su hermana sin entender quién era y hacía travesuras, como encerrar a su madre durante horas en una despensa. Cada vez empezaba a costarle más hacerse entender y eso la exasperaba, tenía arranques, rabietas y enojos que la hacían incontrolable. Cada arrebato la dejaba exhausta.
Hasta que sus padres, angustiados por la situación recurrieron a Graham Bell, el inventor que patentó el teléfono, quien les recomendó escribirle a una institución para niños ciegos, y la entidad decidió mandarle una maestra privada.
"A pesar de lo pequeña que era, sentí de inmediato la ternura y la simpatía", describió Helen sobre el encuentro que mantuvo con Bell.
El 3 de marzo de 1887 Anne Sullivan llegó a su vida y la cambió para siempre. El silencio oscuro e introvertido se convirtió en un mundo lleno de posibilidades. "Poco a poco me fui acostumbrando al silencio y la oscuridad que me rodeaba y olvidé que alguna vez había sido diferente, hasta que ella vino, mi maestra, quien iba a liberar mi espíritu", observó años más tarde Helen.
La difícil tarea de deletrear
Al día siguiente, Anne la llevó a su habitación y le entregó una muñeca. Mientras Helen jugaba con ella, su instructora deletreaba lentamente en su mano la palabra "doll" (muñeca en inglés).
Menos de un mes después, Anne llevó a Helen a la bomba de agua del exterior y puso la mano de Helen debajo del pico. Mientras el agua fría brotaba de una mano, deletreaba en la otra la palabra "water" (agua en inglés) primero lentamente, luego rápidamente. "Me quedé quieta, toda mi atención fija en los movimientos de sus dedos. De repente sentí una conciencia nebulosa como de algo olvidado, una emoción de volver a pensar; y de alguna manera se me reveló el misterio del lenguaje. Entonces supe que 'agua´ significaba el maravilloso y genial algo que fluía sobre mi mano. Esa palabra viva despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría", indicó Helen.
Ese momento quedó grabado para siempre en su recuerdo: llegó a aprender 30 palabras, como madre, padre, hermana y maestra, en un día.
Fue la primera vez que Helen estaba ansiosa y entusiasmada. Un nuevo mundo se le había abierto ante ella. Según ella misma calificó, fue un "despertar del alma" lo que experimentó. Con las manos exploraba todos los objetos y aprendía el nombre de cada uno que tocaba. Cuantos más aprendía, más feliz y confiada se sentía en relación al resto del mundo.
Una mañana, Helen recogió violetas para su instructora y se las llevó, pero cuando Anne quiso darle un beso, la niña se resistió. Solo quería muestras de cariño de su madre. Anne la abrazó y le escribió en su mano: "Amo a Helen".
"¿Que es el amor?", preguntó la niña. La maestra le dijo que era algo que se sentía en el corazón y le acercó la mano allí. Fue la primera vez que Helen sintió latidos. "Sus palabras me desconcertaron mucho porque entonces no entendí nada a menos que lo tocara",admitió Helen.
A los pocos días, volvió a tener una situación similar, cuando estaba haciendo un ejercicio de encastrar objetos de diferentes tamaños. la tarea no le salía y continuaba cometiendo errores, mientras la maestra la corregía. Hasta que entendió que estaba equivocada en la secuencia, por lo que se quedó quieta concentrada para entender qué tenía que hacer. En ese momento Anne le deletreó con la el dedo en la frente: "Think" (piensa en inglés). "En un instante supe que la palabra era el nombre del proceso que estaba pasando en mi cabeza. Esta fue mi primera percepción consciente de una idea abstracta".
Helen también entendió qué era la muerte, cuando un canario que le habían regalado desapareció luego de que un gato pasara cerca de él.
A los meses, Anne le preparó cartones con palabras escritas en relieve. Así, Helen entendió que cada palabra escrita representaba un sustantivo, un verbo o un adjetivo.
Pronunciar palabras
Tenía 10 años cuando expresó su deseo de aprender a hablar. "El impulso de pronunciar sonidos audibles siempre había sido fuerte dentro de mí. Solía hacer ruidos, manteniendo una mano en mi garganta mientras la otra mano sentía los movimientos de mis labios", destacó en su autobiografía.
Helen admiraba los sonidos, aunque no pudiera oírlos. Solía apoyarse en un gato para sentirlo ronronear y ponía las manos sobre los pianos para sentir la música. Luego de casi una decena de lecciones para enseñarle a pronunciar ruidos que desconocía cómo sonaban, Helen logró su primera oración: "Hace calor".
"Tenía que usar el sentido del tacto para captar las vibraciones de la garganta, los movimientos de la boca y la expresión del rostro", detalló sobre clases de habla que había recibido. En los años siguientes continuó hablando, aunque el sonido que emitía era bastante gutural.
Decidida a continuar sus estudios, Helen se licenció en Artes en Radcliffe College en 1904, y se convirtió en la primera persona sordociega en recibirse de una universidad.
Si bien Helen era la protagonista de su historia, fue su maestra Anne, quien la acompañó hasta su muerte en 1936, quien hizo posible el desarrollo de Helen.
Lista para la fuga
En 1916, cuando tenía 36 años, Helen se enamoró de Peter Fagan, un joven escritor que era su asistente de secretaría, quien había aprendido el lenguaje de señas manual para poder hablar con Helen y traducirle textos. Había planeado fugarse con él, pero su madre se lo impidió, dado que se creía que a una persona con una discapacidad no se le debería permitir casarse y tener hijos.
"¿Qué consuelo terrenal hay para alguien como yo a quien el destino le ha negado un marido y la alegría de la maternidad? En este momento mi soledad parece un vacío que siempre será inmenso. Afortunadamente tengo mucho trabajo por hacer -más que nunca antes de hecho-", escribió Helen en su diario.
Activismo político
Helen fue feminista, sufragista y activista. Luego de leer a HG Wells, Karl Marx y Friedrich Engels, Helen se unió al socialismo. Sobre lo que sintió tras conocer a los autores, contó en una entrevista:"Parecía como si hubiera estado dormida y despertado a un mundo nuevo, un mundo diferente del mundo en el que había vivido".
El objetivo de su vida fue mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. Además, logró cambiar la percepción que había sobre las personas con ceguera y generó expectativas para que las personas con alguna discapacidad pudieran sentirse plenas.
Entre 1931 y 1947 recorrió Estados Unidos para luchar por la construcción de escuelas para personas con pérdida de visión. Además, logró que el gobierno estadounidense imprimiera y distribuyera libros en Braille para que los ciegos pudieran leer. A su vez, a principios de la década del 40, bregó por asegurar fondos para la rehabilitación, capacitación vocacional especial, colocación y supervisión de personas ciegas, incluidas las que habían perdido la vista en la Segunda Guerra Mundial.
Su amplia gama de intereses y actividades políticos, culturales e intelectuales le permitieron conocer a diversas personalidades mundiales. Durante siete viajes entre 1946 y 1957, visitó 35 países y se reunió con líderes mundiales como Winston Churchill, Jawaharlal Nehru y Golda Meir. Además, mantuvo encuentros con casi todos los presidentes de Estados Unidos, incluido John F. Kennedy."Los dos personajes más interesantes del siglo XIX son Napoleón y Helen Keller", llegó a opinar el escritor Mark Twain.
En 1955 ganó un premio Oscar honorario por haber inspirado un documental sobre su vida.
A pesar de sus logros, admitió que había ocasiones en las que se sentía "encerrada". "A veces, es cierto, una sensación de aislamiento me envuelve como una niebla fría mientras me siento sola y espero en la puerta cerrada de la vida. Más allá hay luz, música y dulce compañía; pero no puedo entrar. El destino, silencioso, despiadado, bloquea el camino. El silencio se siente inmenso en mi alma",sostuvo.
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