Así como en julio y agosto vemos a los mejores futbolistas del mundo tomar sol en cruceros dionisíacos en el Mediterráneo, los atletas keniatas y etíopes vuelven a las alturas del Valle del Rift, en el este de África, para el reposo de los guerreros de físicos menudos y zancadas de gacelas.
El 2019 ya tuvo tres de sus seis grandes carreras anuales (Tokio, Boston y Londres) y después del receso será el turno de las restantes: Berlín, Chicago y Nueva York. Aunque correr por Brooklyn, Queens, la Quinta Avenida y el Central Park es el gran anhelo de los amateurs, la mayor atención del atletismo siempre estará centrada en la capital alemana, el recorrido más veloz del mundo, las calles en las que se rompieron los últimos siete récords, en 2003, 2007, 2008, 2011, 2013, 2014 y 2018.
En esos quince años, siempre en Berlín, el récord bajó de 2 horas 4 minutos y 55 segundos a 2:01:39. Parece poco: es una enormidad.
Una de las últimas fronteras del deporte sigue siendo correr la maratón en menos de dos horas. ¿Por qué no creer que esa hazaña puede ocurrir este 29 de septiembre en Berlín de la mano –o de los pies– de quien ya muchos consideran el mejor maratonista de la historia, el keniata Eliud Kipchoge, el hombre de 34 años que ganó 11 de las 12 maratones en las que participó –con cuatro de las 10 mejores marcas de la historia–, que en la última edición de Berlín recortó el récord en ¡78! segundos (estaba en 2:02:57) y que este año en Londres, un circuito mucho más difícil, consiguió el segundo mejor registro de todos los tiempos, con 2:02:37.
Dos horas
En Berlín o en el lugar en el que sus patrocinadores le paguen más dinero, Kipchoge encabeza la última quimera del atletismo desde @ineos159, su programa para alcanzar el idílico 1:59:59. Para cumplirlo, según precisa el tuit fijado en esa cuenta de Twitter, deberá correr 100 metros en 17.08 segundos durante 422 veces consecutivas. Hace rato ya que el maratón dejó de ser solo una prueba de resistencia y se convirtió en una carrera de velocidad y de resistencia en la que sus protagonistas terminan con el cuerpo destrozado. En plena competición, corriendo a 21 kilómetros por hora, un maratonista transpira como un obeso en un sauna y quema tanto combustible como si personificara un horno en movimiento.
Una de las últimas fronteras del deporte sigue siendo correr la maratón en menos de dos horas. Para cumplirlo, Eliud Kipchoge deberá correr 100 metros en 17.08 segundos durante 422 veces consecutivas.
Cuando en 2007 rompió el récord del mundo, el etíope Haile Gebrselassie perdió el 10% de su masa corporal en dos horas y luego habló de "una deliciosa agonía", en referencia a un extraño éxtasis que le invadió el cuerpo. "Los psicólogos deportivos –escribió el periodista inglés Ed Caesar en su libro Dos horas– hablan de un estado de acción instintivo, tipo zen, en el cual se alcanzan los mayores logros deportivos. Lo llaman Flow, una combinación de velocidad y de soltura, de fuerza y de delicadeza, y un estado de felicidad pura al que se llega cuando se deja atrás todo tipo de pensamientos impuros y la multitud de voces que suelen hablarnos en la cabeza".
Caesar viajó en 2015 a Eldoret, la patria chica de los maratonistas keniatas, para tratar de acercarse a una respuesta. Dos horas es también una crónica de viaje entre aldeas a 2.700 metros sobre el nivel del mar en las que confirma cómo los keniatas pueden dormir hasta 16 horas diarias y correr 200 kilómetros por semana. Son, por lo general, tipos que no saben cuándo nacieron y que le escapan a una vida dura y a un país difícil. Se entrenan en lugares sin agua corriente, sacan agua del pozo con una cuerda, de adolescentes sufrieron brutales rituales de circuncisión y, aun así, en medio de esas escenas explícitas del Tercer Mundo, se convirtieron en los mejores de una actividad cada vez más redituable.
Pero Caesar también intenta respuestas científicas. El atletismo parece rudimentario, básico, aunque todos los años mejoran los sistemas de entrenamiento y las condiciones de competición. También las empresas de indumentaria invierten millones de dólares en el calzado: cada 100 gramos menos que pesen las zapatillas, el atleta podrá evitar el 1% de esfuerzo. Hay especialistas, deportistas y fisiólogos que sostienen que el hombre jamás podrá romper la barrera de las dos horas y otros que sí, aunque tal vez no sea una cuestión inmediata, sino de 5, 10 o 20 años.
O, por qué no, tal vez después de las vacaciones que Kipchoge acaba de comenzar.