Cuando la muerte te toca de cerca en tu mejor amigo a los 21 años no podés seguir viviendo igual. Queda una marca, un aprendizaje en tu corazón que te acompaña por el resto de tus días. Y queda alguien que desde más allá te acompaña en tus aventuras, porque los verdaderos amigos son para siempre.
Emiliano "Choco" Bisson tiene 31 años, desde chico su madre no lo podía frenar porque corría para todos lados, leía libros de aventuras, miraba películas de viajeros y le intrigaba ese mundo desconocido que hay más allá del mapa que se estudia en el colegio.
Esta no es la típica historia del "hippie" que se fue a recorrer el mundo y trabajar de lo primero que encontró, esta es la historia de quien pudo resignificar su propia herida ayudando a los demás a cumplir su sueño. Sin saber cómo hacerlo, se unió a un amigo para subir en brazos a su compañero cuadripléjico hasta la cima del Machu Picchu.
Crecer con un amigo en sillas de ruedas
Que a los ocho años le hayan diagnosticado Ataxia de Friedreich, una enfermedad neurodegenerativa a su mejor amigo Javi, no fue un impedimento en su amistad. Choco, Javi y el círculo íntimo de amigos crecieron ayudando a cargar la silla de ruedas, a acostar a su amigo en la cama, hacer un círculo de protección en el boliche para poder divertirse juntos, llevarlo a nadar y compartir mates y charlas en el fondo de su casa.
"Javi era un bocho total, el último año empezó a perder la visión y lo auditivo, le agarraban ataques de llanto y bronca, fue muy difícil su último año. Fue un golpe muy duro, todos sabíamos que en algún momento iba a suceder pero no estás preparado para ver a tu amigo de 21 años irse", cuenta Choco.
El 29 de Marzo Choco cumplió 21 años y lo festejó con sus amigos en una cabaña que alquilaron en el Delta. Javi estaba raro, pasaba del llanto a la risa, del silencio profundo a preguntas y frases como "¿me van a querer siempre?", "Acuérdense que las mujeres pueden ir y venir pero los amigos son para siempre". Faltaban dos días para el cumpleaños de Javi y Choco le preguntó cómo quería festejarlo: No te hagas problema que a mi cumpleaños no llego. "¿Qué decís? ¿Cómo que no llegas? Faltan dos días", y él se reía. Después se largó a llorar, al minuto volvía a reírse a carcajadas pero se notaba que algo profundo estaba sucediendo. "Lo abracé. Entendía que estaba teniendo uno de sus días duros, y a veces en esos días es más importante tener más abrazos que charlas", relata aún con emoción lo que fue, sin saberlo, su última charla.
Al otro día, ya cada uno en sus casas, Choco andaba en bicicleta cuando recibió un llamado que lo hizo caer. Javi se estaba muriendo, había que ir al hospital a despedirse. Salteando seguridad y enfermeras llegó a terapia intensiva para estar, una vez más, junto a su mejor amigo en sus últimos cinco minutos de su día más difícil.
Un viaje sobre ruedas
La muerte de Javi despierta en Choco la consciencia de que la vida es una sola, se repetirá a sí mismo y a los demás que vivimos el cuento una sola vez. "No me iba escapando de nada, lo que quería era escribir mi propia aventura", asegura con certeza.
Se subió a un avión con Juanma, otro amigo del grupo, 260 usd en el bolsillo y partieron rumbo a Playa del Carmen, la idea de vivir en un lugar donde la gente se va de vacaciones le dio la sensación de un relax para todos los días. Vendieron comida en la playa, trabajaron en un hostel, aprendió a ser trapecista y trabajó en el circo de un hotel. Con la llegada de la temporada baja renunció y planteó a su amigo las ganas de cruzar para el Pacífico.
"Bancame que renuncio y nos vamos juntos con mi moto", su amigo se había comprado una Yamaha 125. "Es una moto chica para un viaje de a dos, nosotros no teníamos ni idea. Fue un desastre, son 1800 km donde cruzás selva y montaña de altura con frío y nosotros con ropa de playa, cero experiencia de viaje en moto, nos fuimos con cascos abiertos, la ropa en una mochila de mochilero en mi espalda que quedó destruida. Mucha gente nos decía que era imposible que viajemos así, pero eso nos motivaba más. Hubo un montón de cosas que sobre el camino fuimos aprendiendo a corregir pero pasó algo muy importante que fue que nos enamoramos del viaje en moto, la libertad de estar viajando en una ruta medio desolada, el viento y el sol en la cara, una expresión de libertad absoluta", recuerda Choco de ese primer viaje que fue el que marcó lo que serían los próximos años de su vida.
Con una carpa, poca plata pero la positividad al cien por ciento, decidieron bajar en moto de regreso a sus hogares. En Costa Rica sienten que tocaron fondo al llegar a Santa Teresa con solo 50 centavos de dólar, en temporada baja y una tormenta que los hizo decir: "a partir de mañana tiene que ser todo para arriba porque ya está, algo peor no nos puede pasar". Su entusiasmo se hizo realidad y empezaron a trabajar en un hostel con la comunidad israelí. Se pusieron a cocinar y les fue tan bien que les dieron 1000 usd a cada uno para completar su viaje con la promesa de volver a Santa Teresa para abrir y manejar un restaurante.
Choco se compró su primera moto, una que sentía que era como subirse a un caballo pero hoy se da cuenta de que era más similar a una bicicleta. Navegaron 18 días entre lancha, bote y dos barcos pesqueros. Estuvieron al borde de naufragar, durmieron en plazas, en el piso del depósito de un bar. Quedaron en medio de una pelea entre la Farc y el gobierno, un hércules de la fuerza militar los trasladó a ellos y sus motos a Ecuador. Después de 8 meses llegaron a Buenos Aires, sin sus motos que no les dejaron ingresar al país.
En sus cortos meses antes de volver a Costa Rica, Choco recorrió solo el sur argentino y chileno, "necesitaba demostrarme que la proeza que habíamos hecho de pasar por tantas cosas no había sido solo por el equipo sino porque ya podía hacer todo por mi cuenta. Hice 3000 km, fue desafiarme y también comprobar que es mucho más lindo viajar acompañado", asegura.
Phil, su nuevo amigo.
Al año de trabajar en Costa Rica, Choco sintió que estaba cómodo y tenía que viajar de nuevo. Destino elegido: Australia. Trabajó como leñador, jardinero, como personal de mudanzas, hasta que un día en la playa conoció a otro argentino, Marcos. Empezaron a hablar y Marcos le preguntó por el tatuaje que tenía en la espalda en honor a Javi, su amigo. El universo los había reunido: Marcos trabajaba como cuidador de un señor cuadripléjico y estaba buscando más gente con experiencia que pudiera ayudar.
Phil, de 61 años, se había roto el cuello a los 18 cuando se tiró al mar y pegó contra el fondo: quedó cuadripléjico. Sumido en una depresión logró salir adelante gracias a familiares y amigos. Estudió contaduría, tiene dos cuidadores de día y uno de noche que es también el casero de la casa. Como cuidador hay que hacer todo: afeitar, bañar, llevar al baño, Phil solo mueve la cabeza.
En el 2013 conoció a su primer cuidador argentino y desde entonces no acepta asistencia de ninguna otra nacionalidad: "se empezó a enamorar de la cultura argentina, de los abrazos, la joda, lo descontracturado. Hoy es como un pibe más, se rodea de jóvenes que llevan una energía muy vital y viene a los cumpleaños de todos", cuenta con cariño Choco. Sin embargo en un primer momento no aceptó el trabajo porque por otro lado le ofrecían más plata y menos carga horaria como repartidor del gas de cerveza en los bares. Le duró una semana: "Estaba manejando el camión y pensaba para qué hago esto, solo por la guita. Sentía adentro que yo tenía un montón para aprender de él y le podía aportar de mi experiencia, era un laburo con más sentido que solo trabajar por guita", explica Choco.
A los cinco meses de trabajar juntos cuidando a Phil, se fueron de vacaciones a Fiji. Esto implicaba que durante diez días, iba a estar las 24 horas haciendo todo: "es cuidado físico no solo de él sino tuyo porque te rompés la espalda y le arruinás el viaje a él. Y después es el trabajo mental de tener paciencia al estar 24/7 al lado de una persona, tenés que dormir al lado y te despierta tres veces por la noche, pesa 74 kilos y mide 1,90 mts", acentúa el Choco la complejidad del trabajo. Así y todo aceptó y fue ahí donde empezó a forjarse la amistad.
Un día Phil le contó que su sueño era ir a Machu Picchu, "armalo y yo te llevo, no sé cómo te vamos a subir pero te llevo". Unos meses después estaban los dos en Argentina emprendiendo un viaje de siete semanas que incluiría visitar diferentes países de América.
Llegar a Machu Picchu no fue tarea fácil
Empezaron en Argentina donde Phil se reencontró con antiguos cuidadores y conoció un poco del país. Si bien hacer un viaje de siete semanas representaba un desafío enorme, lo cierto es que para la subida a Machu Picchu necesitarían de alguien más y el primer nombre que vino a la mente de ambos fue Marcos, aquel argentino que los había presentado. "Nos llevamos bárbaro, es una gran persona, gran cuidador, positivo, tiene un impedimento físico que es que tiene una hernia de disco entonces no lo puede levantar a Phil solo durante mucho tiempo. Entonces no iba a ser el burro de fuerza pero sabíamos que algún papel importante iba a tener. Íbamos sin mucho plan pero con mucha actitud", relata Choco.
Viajar con Phil es una aventura en sí misma: "es un tipo muy fino, culto, le gusta vestirse bien, estar perfumado, sabe todo de comida, modales, cultura general, le gustan los buenos vinos, es un señor. Con Phil viajás cinco estrellas plus, no solo porque necesita buenos hoteles con buena respuesta médica, baños y espacio, sino que siempre viajás en primera, en los mejores restaurantes y tenés un plus porque lo ven en silla de ruedas y te atienden de primera. Yo viajando con Phil soy Di Caprio en el Titanic, te ganaste el ticket y estás sentado al lado. Yo soy mas descontracturado y Phil te enseña", describe entre risas.
Su primera noche en el hotel de Lima fue de risas y festejo, aquel viaje que Phil venía soñando hacía años desde su silla de ruedas hoy se estaba haciendo realidad gracias a dos grandes amigos. Se fueron a dormir pero a la mañana siguiente la historia fue otra. Phil se levantó mal, temblaba y le dolía el lado izquierdo. El médico del hotel lo mandó al hospital de urgencia debido a una arritmia severa. Dos años atrás casi había muerto por la misma complicación.
"Muchachos, se terminó el viaje", dijo Phil camino al hospital, con miedo y lágrimas de encontrarse en un país donde no manejaba el idioma. La operación no solo salió bien sino que al otro día comunicaron a la cirujana su plan de subir Machu Picchu. Se río pero enseguida le explicaron que era en serio. Les dio números de médicos de la zona y emprendieron viaje.
Al llegar a Machu Picchu conocieron a Víctor, el guía que se convirtió en un factor clave. Lo primero que explicó es que hay un recorrido armado para sillas de ruedas, "le dijimos queremos tratar de subir hasta arriba. Nos preguntó por las sogas o algo para colgar a Phil. No sé, vamos viendo, le dijimos. Y se sumó a la aventura", cuenta Choco que así quedó armado el equipo: Marcos y Choco levantaban juntos a Phil, Choco se lo ponía en brazos y empezaba a subir los escalones con Marcos que desde atrás le hacía de sostén para que no se resbalara, Víctor cargaba la silla y subía primero en busca de un lugar plano donde tomar un descanso.
"Nos dimos cuenta de que era la metodología para hacerlo. Se empezó a gestar algo súper lindo, la gente nos seguía arengando y se formó como una caravana. Cuando yo me empezaba a quedar sin fuerzas en las piernas porque no soy un pibe que entreno era fundamental el empuje de Marquitos desde atrás porque no me dejaba caer. Fue una cadena y un equipo muy armonioso. Y Víctor para sacarse el sombrero porque no nos cortó las piernas, se sumó de una. Sin alguna de las tres patas no se lograba el objetivo", recuerda emocionado Choco.
Lo lograron con la fuerza de quienes se saben buscadores de sueños y llegaron a la cima. Se abrazaron, lloraron, Phil dio un discurso de agradecimiento a la vida, a su madre, a los cuidadores. Con la emoción a flor de piel llegaba la parte más difícil: al bajar no se veían los escalones. "Fue un día tremendo, hoy lo vuelvo a ver en video y digo no la hago. Pero el factor motivacional era tan grande que eso es lo que nos hizo seguir, era cumplir el sueño a una persona que no se puede mover, ¡qué más puedo pedir!", asegura Choco.
Lo considera a Phil como una mezcla de amigo, hermano, por momentos un padre, por momentos un hijo, sin duda han forjado un vínculo muy cercano.
De amor y otros viajes
Choco no se detiene. En el medio se fue tres meses a la India donde se compró una Royal Einfeld, la primera moto que se creó en la historia y fue usada en la segunda guerra mundial, el estilo vintage y la mística que tiene era la que soñaba para su mayor aventura: cruzar la ruta más alta del mundo que está al otro lado del Himalaya. Vio paredes de hielo a su alrededor, estuvo cinco horas varado por una avalancha, bajó la montaña helada deslizándose con la moto y tirándose para frenar. Latinoamérica lo considera su aprendizaje, pero India fue su aventura personal máxima.
De ahí viajó a Mallorca para encontrarse con Juanma, aquel amigo que triunfaba con su restaurante en Costa Rica, recorrieron Europa en moto y despertaron con la bocina de un carrito de golf para darse cuenta de que habían acampado en el lugar equivocado en Suiza.
En sus visitas exprés a Buenos Aires conoció a Josefina que se fue a vivir con él para Australia. Actualmente la cuarentena los encontró visitando familia en Argentina y aprovechó el momento para publicar su libro "Relatos sobre Ruedas" y plasmar sus infinitas anécdotas en su Instagram @chocobisson.
"El círculo que termina uniendo mi historia es el de Javi que me dio la motivación para salir a viajar y el entendimiento de cómo ayudar a quien tiene una capacidad distinta y sentirme cómodo. Volví atrás, volví a conectar y encontré el hilo de mis historias. Hay que estar atento y conectado para encontrar las señales, frenar el carro y mirar lo que aprendiste. Mucho de lo que podía hacer con Phil era porque había vivido cosas con Javi", asegura Choco.
Javi lo acompañó en sus 22 países y más de 65.000 kms recorridos, es al primero al que le pide protección. A lo largo de la vida de Choco las ruedas siempre lo han acompañado, sea arriba de ellas o empujando detrás.
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