Hay un lugar con vinos de otro planeta y queda en Salta
"Ovnipuerto, 300 metros", reza el cartel. Aquí larga un viaje a otro planeta, sin dudas. Pero aún pareciendo delirante, el asunto es absolutamente verdadero: en Cachi, Salta, un suizo errante y barbado construyó el famoso aeropuerto para naves espaciales. Lo que no podía saber este ufólogo –o sí, místico era seguro– es que en los alrededores de esa estrella de piedras que forman el ovnipuerto se producen, en un curioso anagrama entre ovni y vinos, blancos y tintos lo suficientemente singulares como para pensar que llegaron de Ganímides o de algún anillo de Saturno.
Razones no faltan. En el departamento de Cachi hay 87 hectáreas repartidas en quince viñedos. Son pocos, es verdad. Pero cuando se prueban los vinos es notoria la sensación de haber hallado cierto eslabón perdido. Especialmente en los tintos, que combinan intensidad, aromas de frutas negras y especias, con un paladar de cuerpo y frescura elevados. Ahí es donde hacen la diferencia.
A 2500 metros en promedio, el clima de altura no sólo es propicio para las naves espaciales. El frío y el calor, la amplitud térmica, la notable insolación que ciega la vista en las encaladas paredes del pueblo, hacen que brillen algunos vinos en particular. Lo extraterrestre del caso, es que la estrella es el Merlot.
Cristian Götz es otro suizo. En sus vueltas por el mundo decidió afincarse en Cachi, donde plantó viñas a contar de 2006. Pensó que el Merlot podría funcionar en las quebradas de altura de Cachi Adentro. Y no se equivocó. Pero Götz no está solo en esta cruzada galáctica. Carlos Urtasun, oriundo de avellaneda y propietario una linda posada, es otro productor enamorado del variedad y de la luna. Mientras que el suizo embotella Adentro Merlot 2017, el bonaerense Miraluna Merlot 2017.
Comparados con otros Merlot del mundo, nadie diría que lo son. Al fin "etés" en el mundo de las copas, la fruta negra y la intensidad de sabor, con lograda frescura, son las credenciales para un vinos únicos.
A dos cuadras de la plaza de Cachi, Familia Isasmendi también embotella tintos bien particulares. En especial, un blend de Malbec y Criolla –"el raro", como lo llama Ricardo Isasmendi–, etiquetado con la marca Dr. Hoygaard 2014. Es un homenaje a un respetado médico noruego que se instaló en el valle en la década de 1950 y que gustaba hacer su vino con Criollas. Los Isasmendi compraron la propiedad que perteneciera al doctor en 2004 y decidieron continuar lo que es un doble legado: por un lado, el del médico en cuestión, por otro el de su propio linaje, ya que sus antepasados fundaron Colomé en 1831.
Malbec & Torrontés
Es en estas dos variedades donde mejor se percibe el valor de este terruño de sideral. En el terruño, conviene aclarar, también entran otras viñedos aledaños a
Cachi que, en el fondo, tienen la misma matriz de extrema altura como elemento común.
Colomé, establecida por el suizo Donald Hess en 2003, elabora Malbec concentrados en Molinos, pero llega al otro extremo, del cuerpo medio y la elevada frescura, en Altura Máxima 2016. Desde ese viñedo a 3100 metros donde supieron pastar las llamas entre las hileras, se divisan claramente las pendientes de Payogasta más abajo (2700 metros) y sus pocos viñedos hoy en expansión, así como las quebradas donde Cachi estira sus hileras.
En esa misma línea se pueden degustar Adentro Malbec 2016 y Cellarius 2016, y con un trazo de madera sobria Miraluna 2016 y Puna Malbec 2017, otro productor de Cachi adentro, cuya completa bodega incluso tiene un restaurante.
¿Y Torrontés? En esta altura, donde el frío y el calor extremos se combinan como una pinza que estresa las uvas, este varietal apenas termina de madurar. Ahora bien, precisamente por eso se lo puede cosechar en un perfil más fresco, más ácido y también menos rico en alcohol. El resultado es un blanco que recuerda a la complexión nerviosa del Sauvignon Blanc, pero cuyos aromas son etéreos y floras. En suma, un blanco bien gastronómico. Ese perfil se percibe en Colomé Estate 2019 –que lleva uvas de la zona– como así también en Adentro 2018 y Puna 2018.
Pero así como la oleada de curioso y ufólogos viajeros pasan por Cachi mirando al cielo a la espera de una aparición, aquellos que visiten este elevado rincón Calchaquí, saben que, si al menos no pueden ser abducidos y llevados al cosmos, sí pueden llevarse el halo de luz especial en el paladar. Nomás hay que probar los vinos. Que, para más datos, se consiguen a cuentagotas aunque cada vez más en Buenos Aires. Eso sí, la experiencia completa es el viaje.
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