Hartos de la perfección de Instagram, vamos hacia un feed más genuino
"Estoy medio harta de seguir gente perfecta que se hace la espléndida todo el tiempo".
"Me genera ansiedad y tristeza ver tanta felicidad ajena".
"Instagram me aburrió".
Algunos comentan que las redes sociales dejaron de fascinarlos, y sin embargo lo que más hacen frente al teléfono es scrollear y scrollear en busca de quién sabe qué. Yo hago lo mismo, me quejo y no paro de fisgonear en la vida de los demás, como si me interesara especialmente. Sé todo sobre el devenir de gente a la que no veo hace años, podría describir al detalle cómo fueron las últimas vacaciones familiares de una persona a quien no conozco y ni siquiera es una celebridad. La empecé a seguir porque me pareció linda, atractiva, divertida o interesante. Y ahí quedó.
Los códigos de Instagram estuvieron planteados desde el principio: mostrar las cosas lindas de la vida, no quejarse o generar discusiones como en Twitter, no agregar a tu tía como en Facebook, ser nuestra mejor versión y reflejar una existencia maravillosa para que todo el mundo nos envidie (bueno, esto no parecía estar en el manual, pero así se dio).
Hoy siento que esas reglas cambiaron.
Tanto nos pareció que Instagram debía ser perfecto, que una parte de ese universo terminó siendo un catálogo de gente bella viajando y divirtiéndose como si estuvieran en una fiesta de Versace en el Miami de los años 90. Instagram, en un punto, terminó convirtiéndose en una de esas revistas de ricos y famosos que coparon la era menemista. Para muchos, la dinámica se agotó.
Menos brillo y más postura
Esto lo viví en carne propia el año pasado, cuando en plena disparada del dólar me encontraba de viaje por las playas de Creta y no paraba de subir fotos de arenas rosadas y mares turquesas como si fuera una bloguera rica del primer mundo. Los likes me bajaron un 50 por ciento, los vistos de las historias más de la mitad, y se me fueron 300 seguidores que seguramente estaban hartos de mi tilinguería. ¿Cuántos me habrán silenciado para no quedar mal con el unfollow? Solo Dios sabe.
Lo cierto es que la frustración está. "Nos detenemos en escenas felices de las vivencias ficticias o reales de las personas como si fueran el reflejo de toda su vida. Si la comparamos con la propia, tomando sus partes felices y no tan felices, resulta no sólo una comparación injusta sino también frustrante". Quien habla es la Licenciada Gisela Taba, del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad, a quien le pregunté eso que todos comentamos: ¿Por qué Instagram nos puede generar ansiedad y depresión? No conforme con su respuesta, y buscando alguna solución, insistí: ¿Qué deberíamos hacer para que esto no nos pase?
"Conectarnos con lo que realmente es significativo para nosotros, lo verdaderamente valioso, dejando de lado los debería ser, que implica ceder ante los standares de felicidad que nos vienen desde afuera. Muchas veces se necesita la aceptación de sí mismo pese a no encajar".
Eso, querernos.
Pero la cosa no termina ahí, porque además de ponernos tristes, el Instagram ajeno puede aburrirnos. Julieta Troncoso, una reconocida relacionista pública que tiene la desgracia de ser muy amiga mía, hubiera estado en ese grupo de gente que ya no me soportaba más -virtualmente hablando- y me hubiese silenciado sin compasión. Por suerte me quiere y sigue viendo mis historias, aunque opina esto: "Dejé de seguir a las cuentas que no marcaban ninguna posición respecto a los temas que a mí me interesan. Me empezó a pasar que todos los perfiles o marcas que no dieran una opinión de esos temas me empezaron a molestar. El año pasado fue un momento crítico en ese aspecto, y ver a mucha gente demostrando demasiada frivolidad en momentos que no daba el contexto hizo que abandonara muchas de esas cuentas".
A mí, como consumidor, me pasó algo parecido. Pero no por temas de actualidad o puntos de vista; ni siquiera por envidia hacia la gente que se la pasa viajando y mostrando felicidad, pues estuve ahí y sé que todo eso es más falso que un reality show. A mí lo que me pasó es que todas esas cuentas o perfiles me aburrieron. ¿Cuántas fotos tuyas en la playa con tu cuerpo perfecto puedo ver sin que todo me parezca vacío? ¿Cuántos platos de sushi pensás postear para que a mí me siga interesando consumirte? ¿Cuántas fotos de tus hijos vas a seguir posteando sin que me harte de verlos y sienta que estoy perdiendo mi tiempo?
El Instagram de la información
La magia de poder silenciar gente sin que se entere que dejaste de seguirla es algo maravilloso. Cuando descubrí eso, arranqué con el "silenciar historias y publicaciones" como un mono con navaja, y empecé reemplazar a esos seguidos sin sentido por un mundo nuevo de contenidos. Le di follow a The New York Times y eso me llevó a miles de diarios y revistas de todo el mundo con contenidos reales y geniales. Entré en la onda wellness y a partir de Gwyneth Paltrow terminé en decenas de gurús del buen vivir real, ese que te aporta algo y no el que te muestra lo bien que la está pasando sin generarte ninguna identificación.
También reemplacé a famosos de la tele -cuyas vidas y chivos no me interesan en lo más mínimo-, por cuentas especializadas en decoración, pastelería, paisajes y hasta artesanías.
Instagram, para mí, se convirtió en otro medio de información manteniendo ese formato de evasión y cosas lindas, siempre y cuando me aporten algo útil o realmente entretenido.
Vik Arrieta, de Monoblock, es consciente del scrolling e implementa su rol de curadora cada vez que se conecta. "No tengo un follow fácil", me dice. "Sigo cuentas que tienen buen desarrollo de contenido sobre los temas que me copan hoy, amigos y colegas y algunos hashtags. Hago una especie de poda regularmente para mantener mi feed relevante, y soy cero chimentera".
"Podar el feed", de eso se trata.
Desde el punto de vista de un blogger profesional, brindar buenos contenidos sin aburrir a los seguidores debe ser un desafío que a veces me parece angustiante. ¿Cómo mantener el rating alto sin fines de temporada, sin vacaciones y sin equipo de producción? Agustina Marzari (@imqueena_), influencer de moda y embajadora internacional de Chanel, se toma en serio esto de mostrar su vida en Instagram y generar buenos contenidos para el público y las marcas. En definitiva, no cansar a sus seguidores y no subir cualquier pavada con el riesgo de que le den unfollow. "Tengo un mini equipo que me ayuda un montón, y el hecho de estar conectada constantemente, muy atenta a lo que pasa afuera, hace que mi cabeza tenga mucha más información a la hora de generar historias", me cuenta en un alto en su rutina de entrenamiento. "Así creo mis producciones: con equipo, con fotógrafo, buscando locaciones, armando los outfits. Pienso un montón lo que hago y me gusta que el resultado sea profesional". Sus fotos tienen la misma calidad que la de una revista de moda, y los contenidos que genera están alineados con las tendencias internacionales. Su filosofía en esto de mostrar la buena vida es simple, y puede servirnos para no frustrarnos o aburrirnos en su feed: "En cuanto a los viajes, si me divierte a mí la experiencia que estoy viviendo, también le va a divertir al público que me sigue", resume, y yo me quedo pensando que los viajes de Gutty (así la llamamos sus amigos) son geniales, siempre y cuando yo también tenga, en algún momento del año, la posibilidad de pasarla tan bien como ella.
Sino, tal vez le daría unfollow.
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