El actor vuelve a encarnar a Rick Deckard, el detective y cazador de androides en Blade Runner 2049, la continuación del icónico film de los 80.
Es raro, pero Blade Runner fue un enorme fracaso de taquilla. Costó US$ 28 millones en 1982 (calculen seis veces más hoy) y apenas recaudó US$ 27 millones. En esos tiempos, los mercados internacionales no eran demasiado definitorios como para “salvar” comercialmente una película (hoy es diferente). Pero los números indican que resultó mucho más influyente que vista en el momento de su lanzamiento. Y después se transformó en un clásico y en un film de culto, como es obvio, un poco gracias a la revolución del VHS. Hoy todos saben de qué se trata Blade Runner, pero hubo un tiempo –y este redactor lo recuerda– en el que apenas era una señal entre entendidos.
Que se convirtió en una película icónica es una de las razones por las cuales, en estas semanas, nos llega la secuela, Blade Runner 2049, y mejor no hablemos de costos. La película es de las más esperadas de la actual temporada por varias razones. La primera –obvia–, saber qué sucedió con Rick Deckard, el detective y ejecutor de androides que Harrison Ford creó para el film original. La segunda, ver qué mundo es el de ese futuro de aquel futuro en el que nadie pensó que podía haber celulares (aunque publicidades en video a toda pared ya son bastante comunes). La tercera, descubrir si esta versión tendrá el peso estético y metafísico de la primera película. Todas dudas, pero de las que llevan gente a las salas.
Ridley Scott parece, en los últimos años, querer armar una especie de mitología con sus creaciones más importantes. Con Alien lleva dos películas (Prometheus y Alien: Covenant) revolviendo el asunto de la personalidad, el individuo, el origen de la especie, la empatía, la evolución, etcétera. Con Blade Runner –que ya incluía en sí todos esos temas, superando la alegoría religiosa del texto original de Philip K. Dick–, intenta seguir investigando. Pero si bien produce, no dirige: el director en este caso es Denis Villeneuve, alguien a quien puede emparentarse sin demasiado problema con Ridley, tanto en virtudes como en vicios.
Villeneuve logró nominaciones al Oscar –no ganó– este año gracias a La llamada, película de ciencia ficción de estructura poco convencional que narra el encuentro con una inteligencia extraterrestre y lo que de ello se deriva. Lejos de la aventura y de los efectos especiales, a Villeneuve le interesan en ese film los personajes y sus problemas. Lo mismo pasaba en Sicario, otra película con la que el canadiense fue cimentando su lugar en Hollywood. Consideradas ambas, no parece haber elección mejor para Blade Runner 2049: el film original reaccionaba contra la ciencia ficción ligera de esos años (sobre todo, La guerra de las galaxias, y por eso tenía a su mismo protagonista) y, en este caso, se intenta, también, ir más allá del espectáculo.
El nuevo cazador de androides es Ryan Gosling y para destrabar un caso no tiene más remedio que buscar a un retirado Deckard. Ese “caso”, como bien puede adivinarse, oculta un terrible secreto para la Humanidad, etcétera. Otra vez hay una corporación, otra vez hay replicantes –modelos nuevos, eso sí–, otra vez el detective va a sufrir los golpes en la cara, que son marca de fábrica del género negro. Pero, como está Deckard, no va a estar solo. Todo indica que el universo glauco y opresivo de aquel clásico de 1982 (sí, hace 35 años) vuelve a aparecer aquí más glauco y más opresivo. Que si antes fue una película “de anticipación”, hoy se trata de una “ucronía” futura, o una antiutopía. Y algo más: si se revisan dichos de Ridley Scott sobre la película –cuyo rumor lleva más de una década–, es próxima no al corte del productor (con ese final bucólico en el que Rick se iba con la replicante Rachel), sino al corte del director (más seco y sin voz en off y, si permiten la opinión, peor que el que se vio en salas). Es probable, claro, que el lector no haya visto ninguna de las dos. Pues bien, en resumen, es la historia de un tipo que caza androides en la Tierra, donde tienen vedado pisar. Los caza y los mata en el acto. Los androides viven una cantidad determinada de tiempo, y Deckard tiene que enfrentarse a un grupo que busca llegar al fabricante y arrancarle el secreto de la vida eterna. Algo de esa preocupación por la vida y la conciencia vuelve en 2049, aunque dado el giro de las ciencias hacia la inteligencia artificial, con algo más de precisión y de –por qué no– miedo al futuro. O al presente, que en este caso es exactamente lo mismo.
El regreso de Ford
Harrison Ford es un muy buen actor de cine y lo ha demostrado (por demás) en cuatro décadas de carrera. Pero en los últimos años parece abocado a “cerrar” las historias de sus tres personajes más icónicos. Fue Han Solo, por última vez (salvo algún flashback), en El despertar de la fuerza, séptima entrega de La guerra de las galaxias. Ahora es Rick Deckard en esta nueva Blade Runner. Pero lo que viene es la quinta Indiana Jones, también con Spielberg en la dirección. La cuarta –Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal– fue un éxito comercial, pero muchos la odiaron, aunque tiene al menos tres grandes secuencias. La pregunta es si podrá moverse “a lo Indiana” una vez más y si los fans lo aceptarán. Apuesta difícil.
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