¿Hace mejor entrenar por la tarde?
Una reciente investigación de la Universidad de California reveló que la actividad física en horario vespertino puede tener un efecto más positivo sobre el reloj biológico y sus funciones
NUEVA YORK.- ¿El ejercicio físico tiene efectos sobre el reloj biológico? Tal vez algunos no lo sepan, pero nuestros cuerpos, y en consecuencia nuestra salud, están regulados por ciertos ritmos. "El corazón, el hígado, el cerebro son controlados por un ritmo circadiano endógeno", dice Christopher Colwell, profesor de psiquiatría del Instituto de Investigaciones del Cerebro de la Universidad de California, quien conduce una serie de nuevos experimentos sobre el modo en que el ejercicio físico afecta el reloj interno del cuerpo. Los estudios fueron realizados en ratones, pero los resultados sugieren que el ejercicio afecta nuestro ritmo circadiano, y que esos efectos serían especialmente beneficiosos si el ejercicio es realizado después del mediodía.
Para el estudio, publicado en la edición de diciembre del Journal of Physiology , los investigadores reunieron distintos tipos de ratones. En su mayoría se trataba de animales jóvenes y sanos, pero algunos de ellos habían sido especialmente criados con disfunciones en su reloj interno, que es como un marcapasos biológico del cuerpo que, como otras partes del cuerpo, depende de un grupo de células cerebrales "cuya función es marcar las horas del día", dice el doctor Colwell.
Esas células-marcapaso reciben las señales de luz y oscuridad, desencadenando una cascada de efectos moleculares. Ciertos genes se activan y expresan proteínas que, al ser liberadas en el organismo, migran hacia el corazón, las neuronas, el hígado y otras partes del cuerpo, marcando una coreografía que hace que todos los órganos marchen al mismo ritmo. Dormimos, nos despertamos y funcionamos fisiológicamente de acuerdo con los dictados de nuestro reloj biológico interno.
Pero Colwell dice que ese reloj puede trastocarse. En la noche, por ejemplo, cuando el reloj espera oscuridad y recibe las señales de la luz artificial, el reloj interno puede confundirse fácilmente, y, según el investigador, su funcionamiento también empeora con la edad. "En la mediana edad, la mayoría empezamos a tener problemas para dormirnos, o nos despertamos en medio de la noche -dice Colwell-. Y al día siguiente, nos cuesta mantenernos despiertos."
Las consecuencias de esas disfunciones del reloj biológico van mucho más allá de sus efectos sobre el sueño. Investigaciones recientes han relacionado esa "arritmia" circadiana con un mayor riesgo a sufrir de diabetes, obesidad, algunas formas de cáncer, pérdida de memoria y desórdenes anímicos como la depresión.
Por eso, él y sus colegas se propusieron determinar si el ejercicio físico, fisiológicamente tan poderoso, es capaz de "arreglar" un reloj que se ha roto, y en ese caso, si para regularizar el ritmo circadiano, conviene más ejercitarse de mañana o en otro momento del día.
Primero hicieron correr a los ratones sanos, una actividad que estos animales disfrutan mucho. A algunos se les permitió correr cuando querían, y a otros sólo se les permitió el acceso a las típicas "ruedas de hámster" durante las primeras horas de su horario de vigilia (los ratones son animales nocturnos) o durante sus últimas horas de actividad, que para los humanos serían las horas de la tarde. Después de varias semanas de entrenamiento, los investigadores descubrieron que sin importar a qué hora lo hacían, los ratones que se ejercitaban producían más proteínas en las células de su reloj interno que los animales sedentarios. Pero entre todos estos animales sanos, cuyo ritmo circadiano era normal desde el principio, la diferencia era mínima.
Entonces los científicos se pusieron a trabajar con los ratones que no producían esas proteínas cruciales para el funcionamiento del reloj biológico y cuyas señales no llegaban al resto del cuerpo. Después de varias semanas, el reloj interno de los animales enfermos que se ejercitaban se fortaleció, y los mensajes llegaban al corazón y el hígado más regularmente que en los ratones enfermos sedentarios. Y esa mejoría fue mucho más pronunciada en los animales que se ejercitaban por la tarde (o su horario equivalente para los ratones).
Colwell dice que el hallazgo "fue toda una sorpresa". Tanto él como sus colegas esperaban que los efectos fueran mayores entre los ratones que se ejercitaban de mañana, que es el horario de entrenamiento elegido por muchos atletas. Pero el reloj interno de los animales que se ejercitaron más tarde produjo más proteínas y las vehiculizó más eficientemente al resto del cuerpo que el reloj de los animales que corrieron a horas más tempranas del día.
El significado que tiene para los humanos este hallazgo aún no está claro, dice Colwell, para quien "todavía es imposible decir" si debemos optar por correr de mañana o de tarde. "Lo que sabemos hasta el momento es que hacer ejercicio es una excelente idea", concluye. Y es posible, aunque aún no esté probado, que los mejores resultados en este sentido se obtengan entrenando por la tarde.
Traducción de Jaime Arrambide
The New York Times