Se enamoraron de adolescentes, pero la vida los llevó por diferentes caminos hasta que 23 años después un mensaje encontrado por casualidad lo cambió todo: “Hola, soy Marcelo, el que se fue de tu casamiento en moto”
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Celeste conoció a Marcelo cuando tenía 14 y a partir de ese instante comenzó entre ellos una historia de amor que quedaría grabada en sus corazones para siempre. Él tenía casi la misma edad y era de Florida, Buenos Aires, mientras que ella vivía en Don Torcuato. La distancia no los vencía, sus ganas lo podían todo, acompañados por amistades en común y esa energía potente de la adolescencia.
Pero como una tormenta de verano, aquel amor llegó arrollador, transformó todos los paisajes y se fue, aunque no sin dejar su huella. Las responsabilidades estaban a la vuelta de la esquina y los quehaceres cotidianos involucrados terminaron por distanciarlos, casi sin explicación alguna.
En los tiempos que llegaron, la vida parecía transcurrir con una intensidad imparable. Fueron épocas en las que los exnovios se vieron en un par de ocasiones, pero, entre miradas cómplices y sensaciones de que tenían mucho más por vivir, el vínculo romántico se diluyó.
Marcelo siguió su camino, mientras que Celeste se dedicó a los estudios y, con el paso de los años, le dio inicio a una nueva relación. Tenía 19, cuando supo que estaba embarazada, y con esa edad decidió pasar por el altar.
Una boda y una Harley Davidson estruendosa: “Creo que la que me dijo que estaba Marcelo en la iglesia fue mamá”
“Está Marcelo”, le susurró alguien al oído, mientras descendía del auto. Vestida de novia, Celeste apenas sí comprendió lo que le decían, invadida por la emoción y la adrenalina de semejante momento. Le pareció raro, y por un menos de un segundo recordó el llamado de Marcelo apenas unos días antes, “me caso”, le había anunciado ella, mientras él le insistía que le diga a qué hora y dónde.
“Creo que la que me dijo que estaba Marcelo en la iglesia fue mamá”, continúa Celeste, al recordar el evento. “Pero yo tenía 19 años...y estaba con todo en la cabeza, metida de lleno en los preparativos, además estaba embarazada de cinco meses y en ese tiempo vivía con mis padres”.
Marcelo, mientras tanto, yacía parado allí sin comprender del todo su proceder. ¿Para qué había ido? Había olvidado el horario de la boda, por lo que se encontraba en la iglesia desde temprano y había presenciado incluso el casamiento anterior. Cuando la celebración incorrecta concluyó, el joven buscó ayuda para averiguar cuándo era el casamiento de Celeste: “Ese es el novio”, le señalaron. “Ah, gracias”.
La boda comenzó, de pronto Marcelo sintió cómo alguien lo agarraba del brazo, era Patricia, una amiga que tenían en común: “Vení para acá”, le dijo, tal vez en un impulso por prevenir cualquier suceso desgraciado.
Los votos fueron pronunciados sin contratiempos y los invitados se dispusieron a saludar a la novia. Marcelo, por su lado, subió a la Harley Davidson en la que había arribado y, con un estruendo que escandalizó a unos cuantos, abandonó la escena. Celeste, mientras tanto, estaba ajena a los acontecimientos y sonreía con sinceridad: “Estaba emocionada, era chica”.
1998: “Creí que te habías separado”
Corría el año 1998 cuando Marcelo la volvió a buscar. “Creí que te habías separado”, le dijo, mientras ella se mantenía distante y le explicaba que estaba casada.
Los años pasaron, Celeste pensaba cada tanto en su enamorado de la adolescencia, en aquello que había sentido, tan puro, tan real, tan intenso. Pero la vida misma se había puesto seria y el amor parecía tratarse de otra cosa.
“Estaba en la mía, con un hijo y responsabilidades”, reflexiona hoy. “Uno cree que al final todo se trata de formar una familia y la vida pasa así...con la crianza de los hijos. Nos confundimos con lo que realmente es amor”.
23 años después: “Hola, soy Marcelo, el que se fue de tu casamiento en moto”
Veintitrés años de matrimonio pasaron cuando Celeste se separó. Para ella fue un proceso duro y sus jornadas transcurrían en un estado de alienación casi absoluta.
Y fue en algún día de noviembre de aquel año oscuro, que su viejo amor le escribió un mensaje a través del Facebook de un amigo en común: “Hola, soy Marcelo, el que se fue de tu casamiento en moto”. Celeste, sin embargo, no leyó el mensaje hasta febrero del año siguiente, de casualidad, en una noche en la que estaba haciendo una guardia.
“Y no entendía nada, estaba transitando la separación, no dormía, no tenía hambre. Pensé que el mensaje era una broma”, asegura hoy. “Pero, tras la insistencia de una amiga, le contesté. A los días me llamó y empezamos a hablar”.
Cada uno abrió su corazón en un acto de liberación contenida. Ella le contó de sus batallas, él le confesó que estaba atravesando una separación compleja hasta que, finalmente, en un día de abril se entregaron por completo a su postergado amor. Celeste no puede explicarlo, pero sintió que por fin había vuelto a casa.
Construir una vida juntos: “Cada vez se sabe menos lo que es el amor real”
“Ambos vimos cosas que nos costaba reconocer en nuestras relaciones anteriores. Uno a veces está muy mal, pero aún así cómodo en apariencia”, reflexiona Celeste, mientras repasa su historia.
No sin dificultades, hoy Marcelo y Celeste están en el camino de reconstruir sus vidas juntos, deseosos de que su amor jamás vuelva a morir. Lo cierto es que ellos nunca se habían olvidado, tan solo se habían dejado llevar por la idea de que la vida era otra cosa, que el amor era otra cosa. Ahora sienten que el amor se trata de entrega, respeto, pasión y ganas de proyectar de a dos.
“Con él me di cuenta de que puedo disfrutar de lo simple y eso se lo voy agradecer siempre”, dice Celeste, conmovida. “Nos apoyamos y nos alentamos. Volvimos a reencontrarnos como éramos. Eso dicen....que después de una separación uno se reencuentra con uno y fue así...empezamos a recordar cuando teníamos la edad en que nos conocimos”.
“Cada vez se sabe menos lo que es el amor real, quizás sea la unión de algo más, algo que no se puede explicar. Todavía me pregunto por qué la vida nos unió de nuevo. Y también me pregunto por qué nos pensamos los dos a través de los años. Y por qué en el momento que nos reencontramos fue como si no hubiese pasado el tiempo, en todos los aspectos”.
“Nuestra historia se dio así, entre desencuentros y tiempos distintos de cada uno. Nos podríamos haber cruzado en cualquier momento y lugar, pero nos volvimos a encontrar en el momento justo, quizás estaba escrito”, concluye.
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