Gwyneth Paltrow, gurú de la nueva vida sana
En Nueva York, donde ya no se habla de dietas sino de bienestar, la actriz y cantante lidera una tendencia de salubridad que algunos llaman “el nuevo lujo”
SOUTHAMPTON
Era una escena perfecta de cómo son los Hamptons de los jóvenes y cancheros en las revistas. Invitada por una amiga bohemia que vive en una isla y su grupo de íntimas con largas túnicas de vírgenes vestales y pelo al viento, llegamos en un pequeño barco al restaurante de moda sobre las rocas en Montauk. Allí nos sentaron a comer langosta recién pescada en una mesita de madera desvencijada con servilletas de papel. Todo tremendamente shabby-chic, con mozos en camiseta agujereada y gorra de béisbol, pero franceses y ultraprofesionales. A un lado teníamos hispters foodies que Instagrameaban cada bocado. Al otro se encontraba Gwyneth Paltrow y su entorno actuando de gente normal ligeramente aburrida.
El sol se ponía en el horizonte y el único sonido era el clic de los paparazzi en la distancia. Era como ser parte de un mundo a la vez decontracté y tremendamente cool. Y entonces se acabó. Rompiendo con la regla cardinal de todo new yorker de siempre ignorar a las celebridades, una de las vírgenes vestales se dio vuelta, abordó a Gwynny y se le instaló a charlar con entusiasmo.
El resto no pudo ocultar su espanto. Pero nuestra compañera de mesa lo justificó diciendo que no le había preguntado a Paltrow sobre su carrera como actriz ni nada personal. Solamente se había explayado –largamente– sobre cómo, con el método de una profesora de gimnasia/gurú del wellness de la cual Paltrow es la cara oficial y principal inversionista, a ella le había cambiado la vida.
Resulta que gracias al método de dicha profesora, nuestra amiga había perdido todo el peso de su último embarazo y entrado en una bikini (de algodón orgánico) justo a tiempo para el verano. Pero con Gwyneth no había intercambiado ni una palabra sobre “dietas” ni “ejercicio” ni “entrar en la bikini” (sin abandonar la cara de espanto, todas habíamos escuchamos atentamente la conversación). El intercambio fue, en cambio, sobre espiritualidad, encontrarse a uno mismo, sanarse, limpiar el interior, la unión con la naturaleza, que lo esencial es invisible a los ojos y demás.
Es, exactamente, lo que está pasando en todos los lugares de los Estados Unidos que son punta de lanza de las tendencias. Porque, de pronto, decir que se está o estuvo a dieta, que se quiere ser flaco, y que se está haciendo ejercicio para lograrlo se volvió políticamente incorrecto a ultranza. Antifeminista. Del Paleolítico (aunque no en el sentido del régimen alimenticio de moda). Puede ser que, para muchas mujeres, entrar en la bikini siga siendo el objetivo ulterior, pero reconocerlo no es sólo demodé, sino que refleja superficialidad y falta de aceptación de cómo es uno, pecados capitales para los millennials que se extendieron a todas las generaciones. La prueba más contundente probablemente sean las revistas, en las cuales ya casi nunca se habla de la dieta X para bajar X kilos, sino que todo está parafraseado de tal manera que se vincula con la búsqueda de un bienestar superior y no se mencionan los rollitos. Lo mismo ocurre con los productos más populares para bajar de peso, que se venden aclarando que son para algo mucho más espiritual que amigarse con la balanza. Y algo similar llega a buena parte del rubro de cosmética y belleza también.
La gran gurú de toda esta movida es, sin dudas, Gwyneth Paltrow. Su sitio web dedicado al wellness, Goop, es leído mensualmente por casi dos millones de personas de una edad promedio de 34 años y un ingreso familiar por encima de 100.000 dólares, el grupo soñado para la publicidad.
Ahora se redobla la apuesta. Goop anunció que unía fuerzas con Condé Nast, que publica Vogue, Vanity Fair y The New Yorker entre otras revistas poderosas, para sacar una publicación muy glamorosa en papel que saldrá cuatro veces a partir de este mes y que se está anunciando con bombos y platillos (zen, of course). Ya se adelantó la tapa, que lleva a Platrow desnuda en el barro, y parte del contenido, como un tratamiento con veneno de abejas para el cual se usa el avispón del animal mismo como aguja de acupuntura.
Por supuesto que la controversia está desatada. Pero hay muchos que están especialmente esperando a ver qué dice la revista sobre nuevas formas de bajar de peso (aunque usando un lenguaje más sutil) para probar cómo, una vez más, se busca lo mismo que siempre, sólo que escondido detrás de una genérica búsqueda de bienestar.
“Pérdida de peso es un concepto que, de alguna manera, terminó fuera de lo aceptable. La gente no quiere tener nada que ver con él. Sólo que sí lo desea. Quiere estar más flaca. Quiere estar menos gorda. ¡No es que haya nada malo en ser gordo! Sólo quieren que se llame el estar a dieta de alguna otra forma”, escribió Julianne Escobedo Shepherd, especialista en mujeres y cultura popular de la Universidad de Nueva York.
“Lo que pasa es que estamos viviendo una diet fatigue (fatiga de dietas), y entonces se busca que las americanas pierdan peso a través de la neurosis”, explicó en diálogo con La Nación revista Alex Kuzcinski, autora de Beauty Junkies, libro que explora los extremos a los que se llega en la búsqueda de la belleza.
Por supuesto que hay un gran debate de fondo sobre las dietas y la salud, cuándo son necesarias e incluso vitales (o no), con médicos e investigadores tomando posiciones con sustento científico detrás. Pero puramente a nivel de las formas –aunque es un nivel de las formas que mueve millones–, los medios están señalando que la gran tendencia del wellness se convirtió demasiadas veces en una búsqueda por conformar al ideal convencional de belleza femenina sólo que disfrazado de empoderización de la mujer, y del cuidarse a una misma.
“Los americanos tienen que convertir a la comida y el ejercicio en un fetiche con un esquema de cierto interés para manejarlo. Si sos alérgica al gluten e intolerante a la lactosa y decidís volverte vegana como está de moda, de hecho lo que estás haciendo es simplemente eliminar varios grupos de alimentos y ¡bingo! Perdiste peso como cuando hacés una dieta y simplemente estás ingiriendo muy poca comida –ejemplifica Kuczinski–. Pero es un poco masoquista”.
Kuczinski cuenta que, como parte de una investigación, fue a ver al doctor de moda que la gurú de Paltrow recomienda como complemento a su ejercicio. “Te pincha más de 80 veces, toma muestras de orina, sangre, ADN, excrementos, etcétera, y te dice qué deberías o no comer. En mi caso, me sacó una lista de alimentos que eran básicamente mi ingesta diaria (granos, queso, almendras, tomates, huevos, pollo, gluten, ensaladas verdes, arándanos). Como tenía algún tipo de sensibilidad a esos alimentos, me dio unos polvos medicinales para reemplazarlos. Perdí más de 5 kilos en un mes. Fue terrible. Pero su ejército de mujeres neoyorquinas ultradelgadas lo adoran. Viven en base a sus polvos y las inyecciones semanales de vitaminas”, señala.
Manicuría y meditación
Los grandes santuarios, justamente, de este grupo demográfico no podían entonces quedarse atrás. La prueba más evidente es Saks Fith Avenue, la tradicional tienda departamental que es sinónimo de lujo en la Gran Manzana. Al piso donde antes estaba Burberry y una línea de Armani ahora se armó The Wellery, una especie de bazar dedicado a todo lo último en la búsqueda de bienestar, que básicamente significa una mezcla de productos de última generación para el fitness combinados con remedios New Age.
The Wellery ofrece quioscos que venden jugo de palta y tratamientos futurísticos para esculpir el cuerpo. Hay cabinas de vidrio de cuerpo entero donde se inhalan sales terapéuticas entre luces psicodélicas, clases de gimnasia alternativa y tratamientos veganos de manicuría que prometen “ayudar con la memoria, la capacidad de enfoque, aumentar la autoestima y el bienestar general”. Y hay una meditación guiada mientras te cambian el esmalte.
Según el presidente de Saks, Mark Metrick , “al wellness lo estamos llamando el nuevo lujo. Solía ser sinónimo de pieles y cueros. Ahora la gente sólo quiere sentirse mejor”. Y es todo maravilloso y positivo, pero, de vuelta, aunque no se usa en esas palabras, lo que allí se ofrece no es para combatir arrugas, sino para… estar más delgada.
El turismo es otra de las industrias que sumó a la tendencia. La gran moda del momento es lo que Kucinski llama starvecations, o vacaciones de hambre. Se trata de dejar la Gran Manzana por lugares bucólicos cuyos nombres suelen hacer referencia a algún tipo de retiro espirital oriental. “Trepás montañas todo el día y después te dan una almendra, me explica una rubia del Upper East Side que, con sus amigas del circuito de los grandes bailes de caridad, es habitué. Pero te encontrás con todo el mundo, sobre todo después de las fiestas, cuando se come de más, y es al nivel de lujo de una vacación en un destino norteamericano privilegiado.” El mismo concepto aspiracional se repite, también, en otros presupuestos.
Claro que no hay nada de particularmente nuevo en la idea de base. Pero “me voy a una clínica cara a bajar de peso” hoy suena tanto peor que decir “me voy al ashram a desintoxicarme física y espiritualmente”. Y los tradicionalmente llamados fat farms de los estadounidenses (o “granja de gordos” como se solían denominar a los centros para dieta con alojamiento en el medio del campo lejos de las tentaciones), fueron en muchos casos rebautizados fit farms. Una granja para ponerse en forma, que sugiere que uno se acepta como es, pero que busca ser una versión más poderosa de sí misma.
La tendencia llegó a tal extremo que The New York Times la llevó en la tapa de su revista dominical y fue una de las notas que marcaron el fin de este verano boreal. Relataba ejemplos como el de Weight Watchers, el decano de los métodos para bajar de peso, que se dio cuenta en 2015 de que tenía un problema de imagen y de a poco fue cambiando su mensaje. Eventualmente logró un branding basado en el girl power tan popular en los últimos años. Contrató a Oprah Winfrey, el emblema de ese tipo de actitud, como su vocera, y le dio un giro mucho más positivo a su típico lenguaje, que ahora parece destinado a avergonzar por el cuerpo.
Muchos, claro, empiezan a no estar convencidos, entre otras cosas porque en todo lo que tiene que ver con el cuerpo, suelen ser las mujeres las exponencialmente más afectadas. “Es la misma basura en un envase más bonito”, sentenció Escobedo Shepherd en su análisis para Jezebel, la revista online de temas femeninos. Peor aún, señaló que ahora volvió a ser aceptable criticar el cuerpo de las otras mujeres, con la excusa de que las otras no se están “queriendo a sí mismas”. Es todo una cuestión de léxico que ambos sexos ya se volvieron hábiles para manipular. Es bien sabido que cuando un hombre pone “busco una chica que sepa cuidarse a sí misma” en un sitio web para citas, detrás de ese lenguaje de empoderación femenina hay que leer, simplemente, “gorditas abstenerse”.
“Si con un nombre nuevo, la búsqueda para estar más delgada te hace más sana no se puede decir otra cosa que bienvenida sea”, es la opinión generalizada de los no-fanáticos respecto de la tendencia. El tema es que no parecería haber resultados contundentes que muestren que necesariamente así sea. Y no es que los cambios en el vocabulario resuelvan los temas de fondo, vinculados con quiénes de verdad deberían hacer dietas y cuán efectivas pueden llegar a ser, sobre todo en el largo plazo.
Además, las tendencias suelen ser pendulares y los neoyorquinos se cansan de todo muy rápido, con lo cual muchos apuestan a una anti-diet fatigue, o fatiga del movimiento antidieta. Según The New York Times ya está pasando con las palabras. El matutino sostiene que la gente gorda pasó de ser llamada gorda a con sobrepeso (“un eufemismo bien educado que –accidentalmente o no– implica que hay un peso estándar.)” “De esto se los pasó a llamar pleasently plump (agradablemente regordeta a con curvas” (“lo cual incorpora sexualidad y optimismo al tamaño cuando debería ser sexual y emocionalmente neutral”) a nuevamente gorda (“porque sólo es el juicio negativo de terceros el que carga con negatividad la palabra, y quizá ser gordo no es tan malo como nos han hecho creer”).
Si el próximo giro lingüístico también servirá de puntapié para abordar celebridades en los restaurantes cool y estar a tono con las nuevas generaciones es demasiado temprano para decirlo. Este otoño, sin embargo, con la polémica llegada de la nueva revista de Paltrow todos apuestan a que se recalentará el debate. Pero, en Nueva York, las mujeres ultraobsesionadas con el cuerpo ya señalan que el medio será leído y comentado por largos meses en tapados oversize en vez de bikini de macramé, lo cual podría darle una nueva perspectiva al asunto (o al menos, hasta el próximo verano).