Guillermo Martínez. “No me plegué a ninguno de los mandatos que circulan”
Pese a la preocupación que le causa la parálisis en el sector literario y editorial por la cuarentena preventiva y obligatoria, el autor de Los crímenes de Alicia (Destino), novela de enigma con la que obtuvo el premio Nadal en 2019 y que ya fue contratada para ser traducida a doce idiomas, revela que mantiene un ritmo de escritura continuo. "Estoy escribiendo mucho más de lo que había imaginado", dice Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962). Como en todas las épocas, la escritura y la lectura son refugios.
En los días posteriores al 20 de marzo, cuando se decretó el cese de actividades por la amenaza de la pandemia, Martínez organizó junto con otros colegas de las letras, como Claudia Piñeiro y Enzo Maqueira, rondas de "cadáveres exquisitos" en Twitter. Luego, desde su cuenta @leoysubrayo comenzó a compartir en forma diaria cuentos de escritores clásicos y contemporáneos. También participó de un congreso sobre traducción y de "vivos" en Instagram.
–¿Cómo ves el efecto de la cuarentena en la industria editorial y en el trabajo de los escritores?
–Para editoriales, ferias del libro, festivales, librerías, los efectos son devastadores. El trabajo de los escritores, en cambio, es de por sí un trabajo solitario, de encierro, de lenta construcción de un mundo fuera del mundo, en tiempos que no se miden por estaciones. Si uno puede abstraerse unas horas diarias y encontrar cierto silencio y soledad en la propia casa, escribir puede ser incluso un refugio. Y cuando se termina una página, alegría suficiente para sobrellevar cada día.
–¿Qué opinión te merece la decisión de editoriales y autores de compartir en forma gratuita obras sujetas a derechos de autor? ¿Hay otras alternativas?
–No lo comparto pero no lo condeno de forma tajante, porque la cesión está, supongo, acordada con los autores de forma individual, con distintos criterios y razones. Sí creo que las editoriales tienen muchísimas otras opciones. Una podría ser "El año que viene a la misma hora": ofrecerle a la gente que los libros que compran hoy los paguen el año próximo. O también podrían hacer ventas al estilo de tres libros al precio de dos, subastas de paquetes para que se junten amigos y compren en cantidad, entre otras.
–¿En lo personal te afecta este tiempo de aislamiento preventivo? ¿Estás escribiendo?
–Me sorprendí a mí mismo y estoy escribiendo mucho más de lo que hubiera imaginado. "Mucho" para mí significa "poco pero continuo". De hecho estoy por llegar a la mitad de mi nueva novela. En parte tiene que ver con que me despierto muy temprano, para quedarme con las horas quietas de la mañana y el silencio de la casa. Y en parte porque escribo ahora también sábados y domingos y algo de ese ejercicio de concentración, cuando el día recién empieza y todo parece lo que era, acaba por invocar y hace comparecer el mundo de la ficción. En mi caso, ahora, la Barcelona de los años 90. En lo personal lo tomé como si nos hubiera tocado una época de excepción y restricciones, que no durará más que unos meses, de las que hubo tantas en casi todos los tiempos, con sacrificios aún más duros. Pero por supuesto, soy un privilegiado, en el sentido de que no tengo que preocuparme por la subsistencia en lo inmediato, tengo una compañía maravillosa (mi esposa y mi hija), y un departamento con una hora diaria de sol en el que puedo hacer una caminata ida y vuelta dormitorio-pasillo-living-cocina. Por otra parte, no me plegué a ninguno de los mandatos que circulan: ni a la hiperactividad obligatoria, ni a la reacción psicoanalítica defensiva.
–¿Estamos en el umbral de una crisis social?
–Una crisis interesante del capitalismo en su variante neoliberal para pensar a futuro, y la cuestión del rol del Estado en salud y ciencia, pero desgraciadamente sin un sujeto político que pueda cambiar demasiado el curso de las cosas. Podría ilusionarme con que la tensión vidas-economía puso en blanco sobre negro las miserias del capitalismo, pero estas miserias están en blanco sobre negro desde la época de Marx. Como diría el Mendiguito: "Lo esencial es visible a los ojos, pero demasiada gente prefiere mirar para otro lado". Más modestamente, quizá la ciencia vuelva a considerarse una materia importante en los colegios, quizá haya muchos niños y niñas que hayan comprendido la importancia de las curvas matemáticas, las estadísticas, el estudio de vacunas, y quieran entrar en masa a las carreras de Ciencias Exactas. Como se ve, lo mío es la utopía.
–¿Qué cambios habrá en la circulación de bienes culturales? ¿Y cómo "compite" la literatura con otras propuestas?
–Los bienes culturales circulan de manera diferente desde que se creó Internet. Supongo que después de la primera ola de "regalos no requeridos" y cuando todo esto pase, digamos el año próximo, se volverá sin demasiados cambios al mundo que conocíamos, con una parte de la literatura "liberada" subrepticiamente y otra bajo vigilancias más o menos rigurosas. La literatura seguirá resistiendo por ahora con aquello específico que la distinguió siempre y que no pueden suplantar del todo el cine ni las series: la inmersión en el pensamiento de los personajes y las sutilezas de las pasiones, el detenimiento, la vivisección bajo microscopios sutiles de la naturaleza humana, la lucha por descubrir paradojas y arrancar nuevos sentidos al lenguaje, la creación de un mundo a medias personal a través de la lectura. Leer, a diferencia de mirar una película, tiene un costado creativo, como la ejecución de una partitura en un instrumento propio.
–¿Te parece que la situación actual ofrece nuevos materiales al imaginario literario?
–Creo que habrá, tal como ocurrió cuando salimos de la dictadura, muchas novelas obvias. Jugamos incluso en Twitter con algunos títulos cantados: "El año que dejamos de besarnos", "Distancia (de dos metros) de rescate", "Coronados de gloria morir", "La cuarentena de una cuarentona". Habrá también infinitas variantes de Viaje alrededor de mi cuarto [obra de Xavier de Maistre]. Supongo que las obras más interesantes serán las que, como La montaña mágica en su tiempo, pongan el virus a cierta distancia, osen no decir su nombre, prefieran los "procedimientos indirectos", como sugería Borges.
–¿Las redes sociales y la tecnología son un factor ineludible de la literatura de ahora en adelante?
–Me parece que quedó muy claro que el acceso a Internet debe ser declarado un derecho humano tan básico como el alimento, la salud o la educación. Yo pude seguir dando en este tiempo mis talleres online y participé en seminarios de manera virtual. Hice también Instagram en vivo con otros escritores y participé de una discusión sobre mi novela para un club de lectura de México. Daré el mes próximo un taller online para la gente de Tucumán por el Mayo de las Letras. También estoy subiendo ahora desde mi cuenta en Twitter @leoysubrayo un cuento por día de autores clásicos y contemporáneos, todo gracias a materiales que benefactores de la humanidad, que también los hay, habían compartido previamente en las redes y están a un clic de cualquiera. Aun con dificultades, las redes permiten sostener parte del entramado cultural y la actividad.
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