Guillermo Coppola recuerda sus días en la cárcel de Dolores: "Los rugbiers se la van a tener que bancar"
Guillermo Coppola dice que hoy vive momentos de mucha felicidad y de mucha paz. Pero también sabe que en 1996 su mundo fue aplastado de golpe: estuvo preso 97 días, de los cuales 67 los pasó en la cárcel de Dolores, el lugar donde ahora están detenidos los rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa .
La historia continúa viva en Coppola. "Ahora es mi mejor momento de vida, reconozco que hace mucho no hablo de esas vivencias y de todo el dolor que significó esa detención", confiesa.
-Yo nunca me voy a olvidar de Dolores. Pero esperá, dejame ver, acá estoy buscando información. Estoy seguro que es la más antigua del país. Hace mucho que no hablo de un dolor terrible. Un dolor que también fue para mis viejos, para mis amigos, para Diego (Maradona), para Claudia (Villafañe).
Guillermo Coppola busca datos sobre la cárcel de Dolores mientras habla con LA NACION. Su capacidad narrativa lejos está de marchitarse. "Se construyó en 1877. Es una de las cárceles más sobrepobladas de Buenos Aires. Te cuento que ahí hubo seis personas que participaron del motín de Sierra Chica, varios estuvieron conmigo. También pasaron varios involucrados por el crimen de Cabezas. Estuvo Alberto Locatti...y más y más y más. Recuerdo que también funcionaba una escuela para los que estábamos detenidos. Cuando yo estuve había mucha gente que había matado. Era tremenda, tremenda, tremenda", dice.
A los rugbiers les diría que se la van a tener que bancar. Y que será dificilísimo. La cárcel es de los chorros. No hay espacio para este tipo de acciones cobardes
En 1996 Coppola se entregó a la policía tras haber sido acusado de tráfico de estupefacientes. En un jarrón de su departamento se había encontrado un envoltorio con 406 gramos de cocaína. Tiempo más tarde se determinó que el paquete fue plantado.
"Son temas que no tuve nada que ver. El juez de ese caso no lo nombro porque tiene hijos y los hijos no tienen porque pagar la actitud del padre. Un cobarde que se profugó y desapareció. En connivencia con la policía armaron una causa. Fui el único de los detenidos que fui a la cárcel, los demás estaban en las comisarías. En algún momento me llegué a preguntar si no me había metido con una mujer equivocada", recuerda.
-¿Qué consejo le darías a los rugbiers que asesinaron a Fernando y hoy estarán en esa cárcel que vos conocés?
-Que se la banquen, eso les diría. Que se la van a tener que bancar. Y que será dificilísimo. La cárcel es de los chorros. Hay poco lugar para los narcos. Y te aseguro que no hay espacios para los violetas (violadores) y este tipo de acciones cobardes como lo que cometieron estos chicos. En la cárcel en algún momento te la hacen pagar. Se van a tener que acostumbrar a estar en un penal viejo, antiguo, tétrico y con presos peligrosos. El miedo ahí es atroz, ahí no dormís.
-¿Qué recordás de esos días en Dolores?
-La primera noche llamé a mi hermano para decirle que no iba a poder soportar esa vida. Lo peor fue que me acosté en un colchón lleno de chinches y al otro día estaba lleno de picaduras y toda la piel llena con sarpullido. Sabía bien que la de Dolores era una cárcel peligrosa. Con paredes de 45 grados, tétrica, fría, demasiado fría. Donde yo dormía se le llamaba una celda de castigo, no tenía baño y la apodaban buzón. Ahí estuve. Y nadie puede decir lo contrario porque ahí consta que estuve yo. Hace unos años volví a ir para grabar un programa de televisión. Te puedo asegurar que me encontré con otra cárcel, mucho más vieja y mucho más tétrica.
-¿Cuáles son las peores miserias que se ven?
-Todas esas miserias se reflejan a la hora de conseguir una tarjeta de teléfono, pastillas, un celular... Todo eso vale más que el oro en una cárcel.
-¿Llega a convertirse en un cementerio de personas vivas?
-Ufff... Puedo decirte que lejos está de ser un centro de rehabilitación. La cárcel te prepara para lo peor. Para lo peor. A mi me trataban bien. El hecho de ser conocido no me ayudó. Un día no me dejaban entrar al baño y me tocó hacer malabares porque tenía que hacer mis necesidades dentro de una bolsa. Esa bolsa la tenía que dejar en mi celda hasta el otro día. Me decían que no había privilegios. Ni a Diego lo dejaron entrar una vez que venía con un colchón y quería festejar mi cumpleaños.
-¿Hubo algún momento de distensión?
-Lo gracioso de mi caso es que al lado había un pabellón de mujeres y todas querían conocerme. Hubo un día que a ellas no les funcionaba el teléfono público y tuvieron que ingresar al pabellón donde estaba yo. Todas desfilaron delante de mi celda. Una de ellas me miró y todavía recuerdo esa escena. Todas querían conocer a Coppola. Y me conocieron (risas).
Mirada de cerca, la vida es una tragedia, pero vista de lejos, parece una comedia, supo decir Charles Chaplin. Coppola se abraza hoy a ese pensamiento, uno de los presos más famosos que pasó por la cárcel de Dolores.
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