Guillermo Arriaga, el cazador con instinto de escritor
El mexicano, célebre por sus guiones, cuenta por qué sale al bosque con arco y flecha
El cazador tiene que ser paciente y saber mirar a su alrededor. Esa paciencia también es esencial para un escritor. La presa en la mira del artista/cazador es el relato. Es imprescindible que sepa esperar el momento justo para atacarla, manteniendo los ojos siempre abiertos para apreciar los detalles que lo rodean y que luego le servirán para construir su propio universo y volcarlo en la página.
Guillermo Arriaga es escritor, guionista, director de cine y también cazador, en un sentido literal. Con arco y flecha caza animales; con papel y tinta caza historias que convierte en novelas y películas. Nacido en Ciudad de México en 1958, comenzó su carrera en la literatura, pero luego fue cautivado por el cine. Su novela Un dulce olor a muerte fue llevada a la pantalla por Gabriel Retes y para cuando llegó el momento de adaptar su tercera novela, El búfalo de la noche, Arriaga decidió hacerlo él: escribió el guión del film dirigido por Jorge Hernández Aldana. Enseguida cobró fama internacional como autor de los guiones de las tres primeras películas de su compatriota Alejandro González Iñárritu: Amores perros, 21 gramos y Babel, por la cual recibió una nominación al Oscar a mejor guión. Arriaga también es responsable del guión de Los tres entierros de Melquíades Estrada, primer largometraje como director de Tommy Lee Jones, y junto con el realizador venezolano Lorenzo Vigas escribió Desde allá, película ganadora del León de Oro del Festival de Venecia de 2015.
Con El salvaje, editado en la Argentina por Alfaguara, Arriaga vuelve al terreno de la novela. Lo hace con una historia compleja y que comparte varias características con sus trabajos en cine: el relato fracturado que va y viene en el tiempo; la presencia constante de la muerte y la violencia; el retrato de la vida en México, salpicado con historias globales, y los animales cumpliendo un papel central.
Invitado a presentar su novela en la Feria del Libro, Arriaga habló con La Nación revista sobre su carrera, su pasión por los animales y cómo fue la construcción de esta novela que tiene como protagonista a Juan Guillermo, un adolescente que enfrenta la pérdida de su familia y la violencia de su barrio en Ciudad de México, pero que también se expande en historias que se desarrollan en distintos tiempos y lugares. “Están descriptos mis amigos, la calle y hasta mi familia, pero no es autobiográfica –dice–. Como he dicho en varias ocasiones: está basada en hechos reales que nunca sucedieron.”
Al trabajar tanto en literatura como en cine, ¿cómo decide que una historia o personaje que está en su cabeza es para una película o una novela?
Creo que eso lo decide el punto de vista. Cuando necesito usar una primera persona, ya sea abierta o escondida, voy por la novela. Si requiero de una tercera persona, uso el cine porque se trata, casi siempre, de ver. En cambio, con la novela podés meterte en los pensamientos.
En El salvaje hace una mezcla de personas narrativas para contar historias que no son las del protagonista. Es una novela muy compleja por eso y por las idas y venidas en el tiempo. ¿Cómo la planificó?
Nunca planifico nada. Voy descubriendo todo sobre la marcha. Tengo unas historias que siento que es el momento de escribirlas. Sabía lo que pasaba en las tres primeras páginas, pero todo lo demás fue improvisado sobre la marcha. No soy de esos escritores que hacen planes y saben cómo va a terminar la novela.
¿Y cómo hizo para armar el rompecabezas de la historia? Suena complicado hacerlo sin un plan.
No es complicado, lo único que tengo que hacer es acordarme de lo que está pasando para no confundirme. Conforme voy escribiendo, invento la historia. En la vida real así es como contamos las historias, con estructuras muy complejas. Lo único que hago es llevar eso a la literatura.
¿La forma no lineal le resulta un modo más natural de narrar que otras?
Lo que he aprendido es que cada historia tiene una estructura distinta. Eso me remite a la forma en que contamos las historias en la vida diaria. Siempre usamos estructuras muy complejas. Aunque tengo déficit de atención y mi mente funciona un poco de esa forma, creo que es la manera natural de contar historias.
En El salvaje aparecen situaciones inevitables, pero también se las plantea como consecuencias de las decisiones de los personajes. ¿Cuál es su idea del destino?
Como decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Creo que los personajes son ellos y sus circunstancias. Por momentos se trata de decisiones de ellos mismos y por otros son las circunstancias. No creo en el destino. Como buen ateo que soy creo que las decisiones de los seres humanos son las que van construyendo el futuro. Pero eso no quita que haya circunstancias que te cambian.
La religión y la idea verdadera del bien están separados en la novela. El protagonista parece, aún a su pesar en algún momento, tener siempre una noción del bien y los personajes religiosos no. ¿Es así como usted ve la religión?
No, aquí me refiero a un grupo ultrarreligioso que está usando la religión para esconder necesidades más profundas. No creo que la religión per se tenga un halo de maldad o conduzca a los seres humanos a hacer cosas atroces. Al contrario, creo que la religión es un elemento importante y necesario para varios seres para poder sobrellevar la angustia de la existencia o el dolor de la pérdida. No soy en lo absoluto religioso, pero convivo con gente religiosa a quien respeto y quiero.
La muerte está muy presente en sus trabajos. ¿Le parece un tema ineludible en la literatura y el cine?
Creo que es un tema ineludible de la vida. Si queremos hablar de la vida es imprescindible hablar de la muerte porque la única certeza que tenemos es que vamos a morir.
La corrupción y la incapacidad de obtener justicia son otros temas planteados en El salvaje, ¿cree que se pueden superar en algún momento?
Creo que sí se pueden superar. Es cuestión de una voluntad de imaginarlo. Estuve en países en los que la corrupción es algo que les parece extraterrestre, como Nueva Zelanda, en donde la gente ni siquiera contempla corromper nada, un país en el que la gente se puso de acuerdo en que eso no debe de existir. Soy optimista y creo que puede llegar algún momento en que se pueda superar. Si hay algo que afecta a América latina es la corrupción y la impunidad, y creo que la novela refleja el veneno que esto significa en el tejido social.
Usted es cazador y la presencia de los animales es enorme en su obra. ¿Qué significan para usted?
Con los animales tengo una de las relaciones más intensas de mi vida. Creo que en la novela se nota el profundo amor, admiración y respeto que tengo por ellos. Vincularnos con los animales nos permite una mayor profundidad en el entendimiento del ser humano, tanto en los aspectos más duros de ese vínculo, como puede ser comerlos, hasta los más dulces, como es la relación con una mascota. La relación que tenemos con ellos no siempre es aséptica o llena de ternura sino que también puede ser de confrontación o de uso. Hay que entender que es así sin que esto le quite mérito al amor que les tenemos.
Mucha gente está en contra de cazar y de comer animales, ¿cuál es su opinión sobre eso?
Todo ser humano está sentado en un trono de sangre. Quisiera que esas personas me dijeran cuál objeto de los que tienen en sus manos no escurre algo de destrucción, de daño a la naturaleza y a la vida animal. El celular que tienen, el auto al que se suben, el mueble de madera sobre el que escriben, las verduras que comen, la electricidad con la que iluminan sus casas; todo eso implica un daño a la naturaleza. Entonces me parece un poco pedestre e infantil pensar de esa manera. Lo importante es tener una relación sustentable y respetuosa con la naturaleza, pero también entiendo que somos una especie que para sobrevivir tiene que transformarla y esa transformación implica la destrucción de algo. Por cierto, nunca un campesino, en ningún lugar del mundo, me ha recriminado ser cazador. Los que me lo recriminan son, por lo general, gente joven, urbana y completamente desprovista de un conocimiento de la naturaleza. Los campesinos nunca se cuestionan la caza. Dos cosas para aclarar: yo cazo sólo con arco y flecha y no cazo nada que no me vaya a comer. Lo que mato me lo como.
¿Hay algo que haya aprendido de la caza que le sirva para su trabajo como escritor?
Primero, que la naturaleza humana está llena de paradojas. Que al lado de la belleza viene la crueldad; al lado de la vida viene la muerte; al lado de la ternura viene la agresión. Eso lo he aprendido de estar en contacto profundo con la naturaleza y también que, de alguna manera, los seres humanos aún no estamos del todo del lado de la civilización. Todavía un porcentaje muy alto de la psiquis humana está del lado del animal.
Sobre su trabajo en cine, Arriaga dice no tener conflictos con dejar sus historias en manos de otros. Luego de varias experiencias, incluyendo el trabajo con personalidades fuertes como Iñárritu y Jones, decidió probar la realización cinematográfica en 2008 con el drama Camino a la redención, filmada a partir de un guión propio. La película tuvo un elenco compuesto por figuras del cine de Hollywood como Charlize Theron, Kim Basinger, John Corbett y Jennifer Lawrence, quien recibió un premio en el Festival de Venecia por su actuación en este film.
¿Qué diferencias encuentra en ser autor y tener el control absoluto sobre cómo se cuenta la historia y escribir un guión y dejar que otra persona termine de construir el relato?
En las películas en las que me he involucrado no sólo entregué el guión y me retiré a mi casa. Siempre participé muy activamente de los procesos, desde el casting, las locaciones, la edición, la música, etcétera. Entonces, no siento que mi trabajo haya sido despedazado de alguna manera o mal interpretado. Ahora, la historia que escribí la firmo yo y soy el que da la cara por lo que está escrito. Sobre eso tengo absoluto control y si llega a haber una discrepancia con un director, algo que no me ha sucedido, siempre puedo publicar y mostrar cómo fue escrito.
¿Aún con Alejandro González Iñárritu no tuvo ninguna discrepancias? Porque su sociedad, que fue muy fructífera, se terminó.
Ese rompimiento no tuvo que ver con aspectos creativos. Él siempre fue muy respetuoso de lo que yo escribí y yo lo fui de lo que él dirigió. Tampoco tuvo que ver, como dicen, con los egos. El problema es mucho más complejo, pero te puedo decir que nos respetamos el uno al otro; yo era responsable de la historia y él de cómo se hacía la película.
¿Tiene ganas de escribir otro guión y dirigirlo?
Me gustaría tener muchos clones míos que me ayudaran (risas). Tengo varias novelas en la cabeza que me gustaría escribir y también quiero volver a dirigir. Pero estoy muy contento con lo que está pasando con El salvaje. Tardé cinco años y medio en escribir la novela. Por eso no dirigí largometrajes, sino sólo cortos y cosas que no me quitaran mucho tiempo. La reescribí muchas veces, originalmente tenía unas 1200 páginas y quedó en casi 700. La reescribía desde la página uno hasta la última e iba corrigiendo, ya no la estructura sino que iba depurando el lenguaje para que tuviera impacto y fuera lo más certero posible.
¿Cómo supo cuando parar?
Pues, ¡a la edición argentina traté de meterle algunas correcciones! (risas). En realidad, se termina cuando sentís que la historia ya está contada.