GUIDO DI TELLA "SER PRESIDENTE DEBE SER BRUTAL"
Confiesa que ahora que es funcionario se cuida más al hablar, que antes solía ser más franco y directo. De cualquier modo, apelando a un humor filoso dice cosas increíbles, y su mujer le vaticina que lo recordarán como bocón
Di Tella fue una marca notable de electrodomésticos línea blanca hogareña, un modelo histórico de autos (en especial, taxis, a prueba de todo), un instituto cultural artístico de vanguardia y ahora es la chapa de un político singular. El portador de ese apellido paradigmático es Guido Di Tella (de 67 años), el canciller que más tiempo consecutivo mantuvo ese puesto, sobre la base de una receta en la que no escasean su amplio conocimiento político ni su sentido del humor. Ese que lo llevó a definir como carnales las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos, o a regalarles a fines de 1998 videos del osito Winnie the Pooh a los kelpers de las islas Malvinas.
-Ya tiene el récord como canciller. Seguro que va a ser recordado por muchas cosas...
-Espero que no por estas cuestiones de permanencia... Tal vez por alguna frase. Mi mujer siempre me dice que a mí me van a recordar por bocón.
-Por ejemplo, hace unos días usted dijo que los españoles lo tenían...
-Harto primero. Y podrido después.
-¿En eso piensa su mujer cuando le dice bocón? ¿No pensó que en el marco de todo lo que ocurría eso podría quedar como una defensa de la situación de Pinochet? ¿O era justamente eso lo que quería lograr?
-Lo que dije implica una toma de posición con respecto al tema de la territorialidad. Eso está claro. La Argentina tomó esa posición y la hizo más estruendosa como señal de amistad al gobierno democrático de Chile. Detrás de lo que dije hay una opinión objetiva acerca de problemas jurisdiccionales y una intención de apoyar a los chilenos. Con respecto a los españoles, lo que dije y pienso es que desde 1810 empezamos a desarrollar ideas distintas de las de ellos respecto de cómo administrarnos, cómo manejar las Fuerzas Armadas, cómo y con quién comerciar, qué clase de justicia tener. Y entonces dije que no entendía por qué después de 200 años de tener una justicia independiente tendrían que venir ahora los españoles a manejarnos nuestros asuntos judiciales.
-Pero entonces no me queda claro qué opina de la detención de Pinochet.
-Antes de esa pregunta, debería preguntarme qué opino de la pacificación que se hizo en la Argentina, en Uruguay, en Brasil, en España en los últimos 40 años. Cualquier proceso de transición a la democracia es complejísimo porque implica revueltas, sacrificios terribles y especialmente transacciones que si no se hacen pueden en ocasiones revertir estos procesos. A veces no se entiende que si no se hacen transacciones no se llega a un final.
-¿Cuál fue la transacción que tuvo que hacer que le dio directamente en el hígado?
-Mire: son las que usted imagina y no las voy a mencionar porque tengo responsabilidad diplomática. Además, ya tengo a una de mis hijas para recordármelo. Ella tomó una posición política muy principista. Considera que las transacciones son inmorales. Lo mismo que pensaba yo cuando tenía 18 o 20 años.
-Su hija, ¿qué edad tiene?
-Es bastante más grande: 38 años. Yo le digo que a esa edad debería darse cuenta de que las cosas prácticas son moralmente importantes. La practicidad no es una porquería. A veces supone la necesidad para que las cosas que uno quiere puedan servir. Supongo que las transacciones de Chile fueron más serias que en la Argentina, digo, por ejemplo, lo que se ha transado con Pinochet. Aquí, la gran transacción es el nunca más.
-¿Qué significado le otorga?
-Nunca más... que no se puede rehacer lo que ocurrió, que tristemente no pueden revivir las chicas y chicos que murieron. Entonces, lo que queda es juramentarnos para que nunca más nos vuelva a suceder. Hay un dolor infinito para los padres, para los hermanos, para los hijos, para los desaparecidos, que nunca, nunca podremos pagar. Hay que entender la complejidad de lo que nos pasó y, si se puede, dar un paso adelante y no mirar hacia atrás.
-¿De dónde era Torcuato Di Tella, su padre?
-Mi padre nació en la zona de los Abruzos, en Italia y lo trajeron aquí cuando tenía dos años, en 1892. Mi madre llegó cuando había cumplido 13. Los dos profesaron una muy grande y doble y conmovedora lealtad por la Argentina y por Italia.
-¿Por qué el padre de su padre eligió venir a la Argentina?
-Porque la Argentina era y es un país de la gran puta. A principios de siglo ellos venían de una Italia con muchos problemas económicos y de familias modestas.
-¿Cuánta fortuna llegó a tener su padre?
-(Se agacha, se acerca al grabador y habla de costado, sonriendo y cambiando un poco la voz.) Doctor Silvani, doctor Silvani... no es cierto lo que dicen, es una difamación. No soy un pobre de solemnidad, pero lo que le cuentan sus empleados disfrazados de periodistas es incorrecto.
-Pero ni siquiera le estoy preguntando por su fortuna. Le estoy preguntando por la de su padre. Es casi un objeto de nostalgia, como la heladera Di Tella.
-Si le interesa una heladera, le puedo ofrecer una en excelente estado, con descuento. Mire: hablando en serio, mi padre llegó a ser un empresario muy importante en los años 30 y 40. Empezó su empresa con 18 años y la desarrolló hasta convertirla en una de las principales del país.
-Cuando usted o su hermano Torcuato estaban en la escuela primaria o la secundaria, ¿les pesaba el apellido?
-Ah, no sólo inspector de la DGI, sino que también psicoanalista. ¿Por qué no me pregunta cómo era mi mamá?
-¿Cómo era su mamá?
-(Se ríe.) Era una mujer que tenía un carácter firme, fuerte y franco. Era realmente excepcional. Muy dedicada a las tareas benéficas. Bueno, volviendo a lo del apellido le digo que le pesaba más a Torcuato que a mí, porque era el mayor y sobre él había más expectativas. Yo desde que nací sabía que iba a ser ingeniero, que trabajaría con mi padre y desarrollaría lo hecho.
-¿Qué hacía el 17 de octubre de 1945?
-Era estudiante de ingeniería y militaba en el Centro de Estudiantes, la famosa Línea Recta.
-¿De qué tendencia era la Línea Recta?
-Muy antiperonista, y bastante progresista. No de centroizquierda o socialista, pero progresista.
-¿Y que decía su familia del régimen ?
-Ningún miembro de mi familia tenía simpatías por el gobierno peronista. Mi padre fue un buen socialista, líder de la lucha antifascista italiana en la Argentina. Como buen socialista no le tenía simpatía a Perón, pero como buen empresario en esa época simpatizó con él. Con Perón tuvo una relación ocasional y Perón no lo persiguió.
-Usted fue comando civil en la revolución del 55. ¿También fue gorila?
-¿Gorila..? Mire: teníamos una actitud poco comprensiva con el peronismo, poco tolerante, pensábamos sobre el tema sin profundidad. En mi adolescencia predominaba la idea de que el gobierno de Perón era sanguinario. Pero los bombardeos de junio de 1955 sobre la Plaza de Mayo, con su secuela de tantos muertos, desmoronaron de un día para el otro la ficción de ese peronismo criminal por un lado y de una oposición civilizada, casi santa. Ahí comenzó mi cambio. Después vino un proceso lento: afiliación a la democracia cristiana, acercamiento a las doctrinas sociales del cristianismo, separaciones entre gorilas y progresistas e inevitable emigración al peronismo.
-Usted, al presidente Menem, ¿le envidia algo? ¿Algo innato, algo adquirido?
-No tiene sentido. ¿Para qué envidiar?
-¿Supone que él le envidia algo?
-No creo. Mire: el Presidente es una combinación muy extraña. Es una persona de una afabilidad excepcional, que se hace querer.
-Con toda esta experiencia en los hombros, ¿piensa que debe ser lindo ser presidente?
-Escúcheme, mire: si ser ministro da oportunidades espectaculares, ser presidente debe ser brutal (se ríe). Como ministro he conocido gente que uno conoce de los medios como monstruos y después en la cercanía ve que son seres de carne y hueso. Arafat, por ejemplo, creía que era terrible. A lo mejor en su juventud hizo cosas muy feas, pero cuando lo conocí se me apare- ció un tipo tranquilo, prudente. Cualquier presidente durante su gestión será maltratado y criticado diariamente y eso es pesado, pero también da oportunidades extraordinarias. Menem las tuvo y las aprovechó como pocos.
-A mí me llama mucho la atención su estilo de humor. ¿A usted le pasa?
-No sé si me llama la atención. Creo que tener sentido del humor ayuda en el trabajo.
-Con relación al estilo, creo que su sentido del humor tiene algo de cinismo, de a mí no me importa nada, de estoy más allá del bien y del mal y hasta una pizca de sutil desprecio por los demás. ¿Acuerda?
-Con algunas. Por ejemplo, admito tener una visión un tanto irónica del mundo. Pero no me la creo. Nunca. Cuando viene algún colaborador e intenta decirme que tal o cual medida podría llegar a ser una decisión histórica lo miro y lo calmo diciéndole que la historia hoy existe, mañana no existe. De cinismo, sí, algo hay, pero la palabra no me gusta, en especial si supone desprecio al prójimo, sentimiento que yo no tengo. Con relación a mi estilo de humor, soy más repentista que contador de chistes, simplemente porque no me los acuerdo. Y en cuanto al no créerselo, eso lo aprendí de mis padres, que eran personas muy ubicadas. En mi casa se valoraba lo digno, entendido esto como un nivel de modestia, humildad, reconocimiento a los demás. Créersela era considerada una conducta indigna.
-¿Cuál considera su gran creación humorística -voluntaria, involuntaria- desde que es ministro? ¿Lo de las relaciones carnales o lo de Winnie the Pooh?
-Me parece que el muñequito. ¿Usted lo vio al dibujo?
-(...)
-¿No le parece simpático? Espero que me vaya mejor que con lo de las relaciones carnales, con lo que me han cargado muchísimo.
-¿Cómo se le ocurrió?
-Resulta que un diario prestigioso me criticaba porque yo había dicho que las relaciones con los Estados Unidos tenían que ser muy cordiales porque así convenía a nuestros intereses. Me responden, en un editorial, que esa forma de lealtad era producto de no poder concebir otra manera de relación y que esa idea era de un utilitarismo crudo. Mi aclaración posterior la estoy padeciendo hasta hoy, cuando dije que las relaciones con los Estados Unidos no debían ser platónicas, sino carnales. La ventaja que tuvo, aparte de las bromas que tuve que soportar, fue que mucha gente entendió que las relaciones con los Estados Unidos son lo que son: muy importantes.
-A usted también le tocó explicar lo de las relaciones carnales en los Estados Unidos. ¿En qué circunstancias fue?
-Fue gracioso. Estábamos en el Departamento de Estado dando una conferencia de prensa con Madeleine Albright. En un momento un periodista me pregunta por lo de las relaciones carnales y antes de que yo pudiera decir nada lo traducen al inglés. Cuando la Albright lo escuchó en inglés dijo: Aquí hay un error de traducción, no puede ser lo que estoy escuchando. Entonces, yo me acerqué y por lo bajo, a un costado, le dije: "Madeleine, la traducción es correcta. Después te explico..." (Se ríe mucho.) Después le expliqué y ella se mató de risa.
-Por algún chiste suyo, ¿se peleó con algún colega de gabinete?
-No, nada de eso, porque hago un esfuerzo muy especial para no tener problemas con nadie.
-¿En alguna ocasión se le cortaron los chistes?
-Sí, en el 76, cuando los militares me detuvieron en el barco. Esos días no estuve chistoso. Tal vez porque tuve miedo de que me pasara algo serio.
-En general, ¿los políticos tienen sentido del humor?
-No. Y tampoco me parece que lo tengan los argentinos, en general.
-Le quiero preguntar por un dicho común. Se dice: no estuviste diplomáticos, o soy muy diplomático. ¿Estos dichos están ajustados a la realidad? ¿Hay una forma de ser diplomático? ¿Usted es diplomático, más allá del cargo?
-Mire: cuando el Presidente me nombró embajador en Washington fui al Congreso a saludar a amigos y uno me dijo: "Si vos podés ser embajador, cualquiera puede serlo". Y lo consideré casi un elogio. Pero la verdad es que si uno está en un ámbito diplomático se tiene que cuidar. Y no es que ahora no digo lo que pienso, sino que antes tenía una reputación de persona muy franca.
-Hablando de hechos de diplomáticos. ¿cuál de estos episodios de embajadores argentinos le pareció más chistoso o atrevido? ¿El Buscapié Cardozo dejando deudas en Asunción? ¿La historia nunca aclarada en Dominicana de Teresa Meccia de Palma y sus familiares? ¿La actividad chilena de Spinoza Melo o el desplante de Jorge Vázquez a comienzos de 1998?
-Ninguno, y prefiero no responder esa pregunta.
-En la historia de los cancilleres argentinos, ¿tiene alguno preferido?
-Bernardo de Irigoyen. Fue canciller en el siglo pasado, de origen federal, aceptado por los unitarios, una persona muy práctica, pragmática, enemigo de los acartonamientos y las formalidades. Ultimamente he pedido más antecedentes sobre él porque podría encarnar lo que Fukuyama denomina el rol model, el modelo posible que los jóvenes pueden mirar para entrar y entender.
El lugar
El encuentro con el canciller se realizó en su gigantesco y sobrio despacho en el flamante edificio de Cancillería. El jefe de prensa de Di Tella, Jorge Raventos, recibió a los enviados de la Revista en una tarde de alta temperatura y en la antesala les ofreció dos gaseosas. En la charla, luego, se le sumó al servicio un café cortado. El encuentro se concretó en momentos de júbilo para el área que encabeza Di Tella: la firma del nuevo tratado de hielos continentales con Chile y el levantamiento del embargo de armas por parte de Inglaterra.
"Lo de ayer valió muchísimo. Lo de hoy suma. Después, en el futuro, hay un garrón que espera. Qué se le va a hacer. Todos los días no pueden ser como estos últimos", dijo, seguramente aludiendo a lo que al cierre de esta nota (primeros días de enero) era su situación en relación con el caso del contrabando de armas. La entrevista duró algo más de una hora, sin interrupciones. El modismo más característico del canciller al hablar es iniciar sus frases diciendo: "Mire" o "Escúcheme". Lo que obliga al interlocutor a mirarlo y a escucharlo.
Hojas del calendario
Junio y septiembre de 1955: integra la asonada militar que derroca a Perón.
1955 a 1966: militante del Partido Demócrata Cristiano, se va acercando al peronismo.
1965: Trabaja en la empresa paterna, Siam.
1966: Impulsa la creación del Instituto Di Tella, bastión cultural de la época. Inicia una colección de arte argentino y precolombino.
1975: Secretario de Economía del gobernador Antonio Cafiero.
1987: diputado del PJ por Buenos Aires.
1988: apoya la candidatura de Cafiero y en contra de Menem.
1989: Menem lo designa embajador argentino en los Estados Unidos.
1991: Luego de un brevísimo paso por el Ministerio de Defensa, es nombrado ministro de Relaciones Exteriores, cargo que en este mes cumplirá ocho años.
Números con historia
1910: con otros dos italianos, a los 18 años, su padre, Torcuato Di Tella, comienza a fabricar máquinas de amasar pan. De ese modo nace la Sociedad Industrial Americana Maquinarias ( SIAM).
5: Sus hijos. Tres varones, expertos profesionales, todos graduados en Inglaterra. Dos mujeres: una estudió periodismo ( no ejerce) y la otra biología. Todos son casados y a él y a su esposa ya le dieron 9 nietos.
14: Los días que ocupó el Ministerio de Defensa en el comienzo del primer gobierno de Menem.
48: Las horas que permaneció detenido en un barco luego del golpe militar de 1976.