Guardianas del sueño
La increíble y dulce historia de seis hermanas que velan cada noche por el descanso de otras mamás, cuidando de sus bebes mientras ellas duermen
La diferencia entre dormir y no dormir es enorme. Y cuando las noches en vela son sucesivas, la sola idea de volver a conciliar el sueño algún día parece tan lejana como imposible. Los padres bien lo saben. Por eso, se afianza una tendencia que nació asociada a los casos cada vez más frecuentes de mellizos o trillizos: contratar nurses que se instalan en las casas para cuidar de los bebes mientras la familia descansa. Una solución –siempre que el bolsillo lo permita– que gana fuerza también cuando se trata de hijos únicos.
La ayuda de las nurses modifica sustancialmente la experiencia de los primeros días, semanas, hasta meses en el hogar. Como explica Analía Rossi en su libro S.O.S. Manual de supervivencia para familias con mellizos, trillizos y más (El Ateneo, 2012), el aumento de nacimientos múltiples está vinculado con la maternidad tardía, con los tratamientos de fertilización asistida y con la alimentación abundante y variada. "Si los papás de un recién nacido sufren alteraciones del sueño, puedo asegurarles que, por más buenitos y tranquilitos que nazcan, los mellizos, trillizos o más, los papás tendrán más que alteraciones del sueño: pasarán horas y horas sin dormir, trabajando entre mamaderas y chupetes y pañales", escribe Rossi, mamá de mellizas. Y sigue: "Las primeras semanas fueron durísimas y estaba tan pero tan cansada que no tenía energías para dedicarles momentos de juego o relajación a mis hijas. Fueron apenas unos días, la primera semana, la más agotadora de todas, en la que yo aún estaba recuperándome de la operación y ya tenía que ocuparme de las dos bebes más mi hijo, por supuesto. Todo este nuevo hábitat se veía empañado por la falta de sueño y el desorden de los horarios para hacer cualquier cosa: me bañaba a las dos de la mañana, mi marido se afeitaba a las cuatro, nuestro hijo se despertaba a las tres y las chicas gritaban, lloraban y dormían intermitentemente..."
Las Romero, de Formosa a Buenos Aires
Nélida, Beatriz, Blanca, Paulina, Mariela y Emilia Romero. Seis hermanas unidas por una misma pasión: cuidar a los recién nacidos y velar por el sueño de las madres, que se entregan a las manos de la experiencia.
Nacieron en Formosa y vivieron en la localidad El Espinillo, en el campo, a unos 200 kilómetros de la capital. "Nos divertíamos todas juntas, nos cuidábamos entre nosotras, y desde muy chicas vimos que podíamos ayudar a otras mujeres. Lo tenemos incorporado como algo normal", cuenta Nélida (51), la mayor. Ella fue la primera en venir a Buenos Aires y la que le enseñó a sus hermanas algunos secretos esenciales a la hora de cuidar a los bebes.
Beatriz (45) recuerda su infancia como una etapa muy divertida. Ella ayudaba a organizar todo, preparaba el desayuno y hacía la tarea con sus hermanas más chicas. Y Nélida se ocupaba de bañar a sus hermanos y cortarles el pelo. Era importante repartirse las tareas para que la familia, liderada por Eugenio y Eulalia, no colapsara. Juntos desde hace cuarenta y siete años – y sólo quince legalmente casados– tuvieron trece hijos. En la mayoría de los casos, Tito fue el partero de su mujer. Y los niños crecieron en medio del campo, sin computadora ni televisión.
Cómo agarrar un bebe, cómo cambiarlo, de qué forma transmitir seguridad. Y también la forma de crear un vínculo. Todas esas claves transmitió Nélida al resto que, como en el caso de Emilia (33) y Paulina (37), comenzaron a cuidar chicos cuando cumplieron los dieciocho.
Está dicho que el sueño deviene en tema central en la vida de quienes se convierten en padres. El ritmo de los recién nacidos suele ser muy demandante, y si bien cada niño es diferente, existe un cansancio propio de los primeros meses que sin lugar a dudas es un denominador común. La situación se complica cuando en la familia ya hay otros chicos.
Para resolver esta parte de la vida posparto están las nurses, que cuidan a los bebitos durante la noche: los bañan, los cambian, los hamacan en brazos, los alimentan con la leche de sus mamás en mamaderas para lograr que el descanso sea un poco más prolongado para estas mujeres que intentan de a poco recuperarse físicamente de la experiencia del parto o la cesárea.
Estas guardianas del sueño, que generalmente llegan a las casas a la noche y se van a la mañana, se insertan en cada familia de un modo casi tan natural que más de una mamá se sorprende. Tanto que logran su confianza.
Tal vez uno de los secretos de estas seis hermanas sea que aman su trabajo, tanto que casi no lo consideran tal. Pero además de disfrutar de lo que eligieron, se ponen en la piel de la mujer puérpera, que puede estar dolorida después del parto, que puede tener alguna dificultad con la lactancia, que atraviesa una verdadera revolución hormonal, que intenta conectarse con su hijo y cuidarlo, pero que también tiene otros hijos que la reclaman, además del marido y la casa que debe seguir funcionando. Ellas se ocupan de los bebes, pero también de las mamás. "A las embarazadas las ayudan hasta tener el niño. Pero después no existe casi pediatra ni médico que ayude a las madres a decir que no reciban visitas si no quieren. Hacen siempre cosas obligadas", opina Nélida. "Tienen que aprender a decir que no, y recomiendo que no acepten visitas los primeros días en su casa, porque las visitas complican muchísimo."
A Nélida y a Beatriz les tocó trabajar con una mujer que mientras amamantaba a su hijo pedía que le dieran agua en la boca (como si la mamá fuera un bebe). "Y con esta clase de mimos quedan fascinadas, se sienten cuidadas, comprendidas."
Una situación que cuentan como recurrente es que las madres se desvelen y vayan llorando a su cuarto. Lloran por el dolor de los puntos y dicen que los maridos no entienden esa parte. Y encuentran en ellas alguien que las escucha con atención sin importar la hora.
En tantos años de experiencia en este rubro, las Romero han encontrado diferentes tipos de familias. Y al entrar en la intimidad de cada hogar, se convierten en seres muy cercanos. Logran en las casas la confianza propia de un familiar, pero al mismo tiempo conservan la distancia que las ubica en ese lugar de equilibrio. Trabajan, pero no es un trabajo tradicional. Se involucran emociones y se encariñan con los recién nacidos, pero saben que en algún momento tendrán que partir.
Entre carcajadas generales, Nélida confiesa que cuando van por primera vez a un trabajo no les da miedo el bebe, sino los padres. Los niños siempre están a disposición para que uno se ocupe, los mime. "Nos asusta que no entiendan que nosotros los queremos ayudar. Hay papás que dejan que colaboremos y otros que son tercos, que de ninguna manera aceptan sugerencias. Nosotras también nos adaptamos a ellos."
Con tantas familias en su haber, pasaron por todo tipo de situaciones. Emilia estuvo con una mujer que le pedía que cambiara el pañal del bebe sobre su pecho cuando ella estaba acostada. Y después le indicaba que la ayude a ponerlo en posición para comer y la hacía volver a los diez minutos para que lo hiciera del otro pecho. Cosas que parecen insólitas, pero que a las madres de recién nacidos le suenan menos alocadas. O al menos tienen el apoyo de las nurses que respetan sus ocurrencias.
A Blanca (41) le tocó cuidar a unas mellizas que ya dormían toda la noche, ¡diez horas seguidas! Y la madre la contrataba igual, para descansar tranquila. "Quería que me quedara hasta el año porque sentía fobia de que le pasara algo a sus niñas."
Mariela (35) cuidó junto con Blanca a Juanqui, un bebe bastante llorón e inquieto. Y se acuerda de que la primera semana los padres estaban atrás de ellas por todo el living. "Los teníamos que retar para que se fueran a dormir, porque ¡¿para qué estábamos nosotras ahí?!", se preguntaban. "Al final lo dejamos educadísimo, se dormía en la cuna toda la noche, pero después nació su hermana y ahora se despierta, es como que retrocedió."
Y Nélida recuerda con gracia que un papá, hace muchos años, le dijo: "Neli, si yo llego a tener mellizos o trillizos vendo todos mis muebles y mi auto, y te contrato un año entero". "Hay padres que nos divierten mucho y que realmente valoran nuestro trabajo", comenta.
Las familias se acostumbran a que cada noche suene el timbre, generalmente en la hora más complicada si hay más hijos, que es la del baño y la comida. La llegada de cada guardiana a su lugar de trabajo es un momento realmente esperado. Y para ellas, cuanto más caos, mejor. Así sienten que su trabajo vale la pena. Felices de ayudar.
"Si me ganara la lotería, trabajaría gratis", sentencia Paulina. "Es que para nosotras es algo placentero", suma Nélida. Y Beatriz remata diciendo que a veces las miran con cara rara. Emilia cuenta que tiene una colección de fotos de los bebes que cuidó y que cuando se la mostraba a una mamá, le decía: "A vos Emilia te gustan todos los bebes, ¡a mí solamente el mío!"
Van pasando los primeros días de las familias al lado de estas mujeres experimentadas en el arte de cuidar recién nacidos, y, entre abrazos, caricias y palabras afectuosas, los bebes aprenden a dormir toda la noche sin llantos. Parece una fórmula mágica. ¿Cuál es el secreto? Ellas dicen que es, simplemente, porque les dan mucho amor. Y que con el chupete les enseñan muy de a poco a comer cada vez de forma más espaciada. Admiten que sufren si les piden que dejen a los chicos en la cuna para no malcriarlos. "¿Para qué estamos acá? –se preguntan–. Las mamás nos dicen que vamos a malcriarlos, pero hasta los tres meses no se los malcría. Son más buenitos cuando los tenés mucho en brazos, porque les das contención, mucha seguridad", advierte Beatriz.
Da la sensación de que todo es fácil cuando ellas toman la palabra sobre el complejo universo de la maternidad (y la paternidad). Incluso aseguran que su propia madre, que amamantó durante dos años a cada una de ellas y a sus hermanos varones, no se volvió loca nunca a pesar de haber criado a tantos hijos.
Ellas son madres también
Las seis hermanas Romero tienen hijos. El más chico es el de Paulina, de ocho meses. Se impone la pregunta: ¿cuándo descansan ellas? Con toda naturalidad responden que duermen una buena siesta. Además, las más grandes trabajan noche por medio (se turnan entre ellas). Siguen conectadas con las familias con las que trabajaron y las llevan de viaje en varias oportunidades. Europa, Estados Unidos o el Caribe son algunos de los destinos que visitan con los chicos que cuidaron desde que tenían tres días, que van viendo crecer y muchas veces las convierten a ellas en niñeras que juegan, corren y pasean gustosas por distintos puntos del mundo.
Beatriz tiene cinco hijos y generalmente vuelve a trabajar cuando sus bebes cumplen seis meses. Escucha por teléfono la voz y si la mamá está desesperada, vuelve al ruedo sin dudar. "Me acuerdo de que María Eugenia tenía cuatro meses y un papá me llamó casi treinta veces. Beatriz, por favor, son mellizos que lloran todo el día, no sé qué hacer. Entonces fui esa noche y realmente me sentí tan bien por ayudarlos. Mi bebe ya dormía. Generalmente arranco con estas situaciones que me generan energía."
"La mamá más difícil que me tocó soy yo –cuenta divertida Paulina–. Sólo conmigo se calma mi hijo", asegura. "Paulina es la más egoísta con su hijo y yo soy la mamá más vaga: no cocino, no lavo, no limpio", reconoce Nélida que tiene a Marcelo, de 26, ¡y como trescientos hijos postizos! Entre ellas se van definiendo y se van describiendo como mamás, entre risas. Beatriz parece ser la malcriadora. Y a Blanca le tocó el mote de la difícil: con hijos de 8 y 11, cuenta que cuando los tuvo se volvió a vivir a Formosa. "Me dediqué a cuidarlos. No trabajé, sólo cuidé de ellos. Voy y vengo de Formosa."
La más alegre del grupo es Emilia. Y Mariela es muy celosa de su varón. Sus hermanas dicen que le cuesta dejarlo volar.
El difícil hasta luego
Apenas sienten que su trabajo está concluido, llega el inevitable pero paulatino despegue, que claro que es más difícil para las madres que para sus hijitos. En general, las guardianas dejan de ir a las casas día por medio y de a poco se van despidiendo. Se encariñan, claro. Pero en general siguen en contacto con las familias de las que formaron una parte importante durante un tiempo. Y como son seis, tienen la posibilidad de acudir al rescate de aquellas mamás con las que ya trabajaron a pesar de estar en un nuevo trabajo. Se reemplazan y se arreglan para cumplir con todo.
"En general no entienden cuando decimos que nos vamos porque tenemos que ayudar a otra mamá. Nos preguntan si su plata no vale. Pero no es una cuestión de dinero. Es que queremos ayudar a otros", resume Nélida. Todas están de acuerdo. Siempre habrá una nueva familia que las espera. Y la historia vuelve a empezar.
Emilia (33) con Simón
"Ella es básicamente un ángel de la guarda para que yo pueda dormir de noche. Si no está, no descanso del todo, porque estoy pendiente de si Simón hace algún ruido. En cambio, con Emilia puedo apagar la oreja, confiar", cuenta Ivana, mamá de Simón. "Tengo otro hijo de 3 años y con él la experiencia fue completamente diferente. No tenía ninguna ayuda. No dormía nada. Los primeros dos meses viví en una nebulosa. No sabía cuándo era de día y cuándo de noche."
Mariela (35), con Olivia
"Apenas el Evatest me dio positivo, le avisé a mi marido y la segunda persona en saberlo fue Mariela. Si tenés otros hijos, de esta manera les podés dedicar tiempo a los más grandes, bien relajada y tranquila. Empezás el día de otra manera.
Te renueva las pilas", cuenta María José, de 36 años. "Mariela la tiene muy clara y te señala adónde es el camino", cuenta Adrián, de 41 años, dedicado a la logística de barcos. Adrián
y María José son padres de la pequeña Olivia y de Juan Cruz.
Paulina (37) con Vicente
"Tiene unas manos especiales. Cuando alza a Vicente te da una tranquilidad total. La ves cómo lo agarra, lo mira, lo toca y sentís que hay amor", cuenta la arquitecta Milagros, 37 años, de Parque Patricios. "Paulina tiene un trato que sentís que el chico con ella está tan bien como con uno. Eso te permite al otro día estar diez puntos, superfresca para jugar con el bebe. Y también tener un espacio para Lorenzo, mi hijo de 4 años. Mi marido (Sergio, de 46, empresario) y yo comemos a la noche solos con él. No la dejás nunca más."
Beatriz (45) con JoaquÍn
"Siendo padres primerizos, sentimos tranquilidad, aprendemos con ella, despejamos un montón de dudas. Incluso nos permite hacer una salidita a la noche, y despejarnos de los primeros días que son muy demandantes", relata Carlos, ingeniero, de 33 años. "Una amiga me decía que cuando quedara embarazada lo primero que tenía que hacer era llamar a mi mamá y enseguida a la nurse. Dudé bastante. Mi casa no es muy grande, tenía miedo de sentirme invadida. Finalmente lo hice y ahora estoy chocha", comenta Isabel, licenciada en Comunicación y mamá de Joaquín.
Blanca (41) con Renata
"La contratamos porque mi primer hijo no durmió por un año y los primeros seis meses fueron fatales. Con la segunda todos me dijeron que la llamara el primer mes, que los acostumbran a dormir", relata Guadalupe, que a los 38 años tiene con Esteban a Ignacio de 2 años y a Renata. "Nada que ver la experiencia. Hace un par de fines de semana estuve sin Blanca y pasé zombi todo el día. Y tengo otro chico, no me puedo tirar en la cama. Es una ayuda muy grande, un placer."
Nélida (51) con luján
"Tenemos cuatro hijos y Nélida estuvo en cada uno de los nacimientos, recibiéndonos en casa a la llegada del sanatorio, dándonos mucha seguridad. Serena mucho a los bebes cuando tienen sus primeros cólicos", cuenta Paz, mamá de Cruz (8 años), Pampa (6), Pedro (2) y Luján (9 meses). "Con mi primer hijo estuvo con nosotros como tres meses y me costó mucho dejarla. Tiene un carácter muy tranquilo y mucha experiencia. Hasta viajó un par de veces con nosotros."
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