Estadio San Paolo, Nápoles. 13 de junio de 1990. Argentina enfrentaba a la Unión Soviética en su segunda presentación en el torneo, y a los once minutos del primer tiempo, un golpe casual del vasco Julio Olarticoechea con Nery Pumpido, provocaba la fractura de la tibia y el peroné del arquero santafesino, que se quedaba afuera del mundial. Nadie pensó, en ese momento, que su reemplazante, Sergio Goycochea, se transformaría en uno de los pilares de esa selección, que en buena parte a su desempeño en las definiciones por penales llegaría a la final de la Copa.
Fue en el mismo estadio San Paolo, en la definición por penales después del empate uno a uno, que Goyco volvió a calzarse el traje de héroe, después de atajarle uno a Roberto Donadoni y el definitivo, el que cerró la serie, a Aldo Serena y que inspiró una frase que se hizo mito: "Siamo Fuori de la copa". A treinta años de esa jornada inolvidable, Goyco comparte sus recuerdos.
- ¿Creés en el destino, eso de que todo ya está escrito de antemano y que tu recorrido de suplente a estrella ya estaba designado?
- Hay muchas muestras del destino, pero uno también tiene que estar preparado. Que te puedan suceder cosas que no dependan de vos es una historia, pero sí depende de vos estar listo para cuando el destino diga: "Che, es tu momento". Es un poco lo que me pasó, me tocó pero yo estaba listo.
- ¿Cuál fue tu diálogo interno ni bien supiste que entrabas?
- No tuve tiempo de pensar en nada, porque fue todo muy rápido. Me di cuenta enseguida que Nery se quedaba tendido en el suelo y que la lesión era de gravedad porque la jugada seguía cerca del área y era imposible que Pumpido haga teatro en ese contexto. El diálogo conmigo mismo lo tuve al partido siguiente porque tuve cuatro o cinco días para pensar el encuentro que venía con Rumania. Ahí pensé la responsabilidad que tenía, que estaba jugando un mundial y que nos jugábamos la clasificación.
- Contra Brasil la pasaron muy mal. Tras el sufrido triunfo ¿creíste que era otra señal de lo que iba a venir?
- En el fútbol no existe el mereciómetro, por eso es tan lindo este deporte, porque un equipo que juega mejor puede perder. No sé si fue una señal pero sí es importante que la suerte acompañe, sobre todo en torneos tan cortos.
No subís escalones porque juegues bien o seas figura. Si eso pasara hablaría mal del grupo. Fue muy natural porque el esfuerzo era de todos.
- Mostraste mucha personalidad en esos momentos clave ¿Cómo sale a la luz esa fibra?
- La personalidad te sirve para superar esos momentos de tanta presión de la mejor manera, saber hacia dónde canalizarla, que no te absorba. La idea es que esa presión no modifique tus condiciones. Todos los jugadores tienen personalidad para jugar, simplemente hay que tratar que las situaciones que se generan en cada partido no te inmovilicen y te dejen hacer lo mejor.
- ¿Cuánto cambió tu relación dentro del grupo luego de los penales a Yugoslavia?
- No cambió en nada porque éramos un grupo unido y lo que pasó fue importante emocionalmente en el momento. No subís escalones porque juegues bien o seas figura. Si eso pasara hablaría mal del grupo. Fue muy natural porque el esfuerzo era de todos y a algunos nos tocaba más protagonismo por esas cosas del fútbol, pero no más que eso.
- Después de atajarle dos penales a Yugoslavia ¿A la tanda de Italia fuiste agrandadísimo o no contó para nada lo previo?
- Fui con la mejor de las morales. Los penales anteriores me daban seguridad pero también una cierta responsabilidad porque todo el mundo estaba esperando que repitiera mi actuación. También me sentía muy tranquilo porque sabía que los italianos habían visto a un arquero atajar dos penales tres días antes, así que traté de que eso jugara a mi favor.
- ¿Cómo se siente correr como loco con 80 mil personas en silencio absoluto?
- Fue la mejor sensación que me quedó, la de saber que jugábamos la final del mundo, abrazar a mis compañeros, escuchar sólo sus gritos y, como dijo Víctor Hugo Morales, escuchar ese ruido ensordecedor del estadio, como si le hubiesen bajado el volumen.
Fue la mejor sensación que me quedó. Como dijo Víctor Hugo Morales, escuchar ese ruido ensordecedor del estadio, como si le hubiesen bajado el volumen.
- ¿Cuántas veces soñaste que sacabas el penal de Brehme? ¿Cuánto te hubiera cambiado la vida ser campeón del mundo?
- No lo soñé tantas veces. Al principio me agarraba alguna cosa porque obviamente era una final del mundo y no se da todos los días. Rompe un poco con el mito de que el fútbol te da revancha cada domingo. En una copa del mundo es cada cuatro años y es muy difícil tenerla. Fue tan fuerte emocionalmente lo que viví que no sé si me hubiera cambiado tanto ganarla. Tendría el privilegio de decir hoy que fui campeón del mundo pero no hubiera cambiado mi relación con la gente porque a nosotros nos recibieron como campeones. Desde lo emocional para la gente fuimos campeones del mundo.
- De los penales nos acordamos todos, ¿pero cuál fue tu mejor atajada en el mundial?
Desde lo técnico fue una contra Italia a Roberto Baggio en el segundo tiempo del suplementario. Un tiro libre sobre mi palo derecho que pasa por arriba de la barrera, se metía en el ángulo y volé con la mano derecha y la saqué por arriba del travesaño. Fue pura técnica, nada para la foto; además, hubiera sido prácticamente el triunfo de Italia y la eliminación.
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