Gonzalo Garcés: “El hombre ya no quiere dominar, sino rajarse”
Escritor y flamante editor, generó polémica con su última novela y fue acusado de machista desde diversos sectores
Gonzalo Garcés está contento: acaba de llegar de París, donde entrevistó a Michel Houellebecq, uno de los escritores más relevantes y provocadores de los últimos años. Siempre polémico, Houellebecq reconoció, de hecho, ser misógino. Ironías del destino, la misma acusación que pesa sobre su ilustre entrevistado es la que tuvo que enfrentar hace poco el propio Garcés tras la publicación de su libro Hacete hombre, en el que reivindica ciertas cuestiones de la masculinidad. Sin embargo, lejos de reconocerse bajo ese rótulo, Garcés asegura que el machismo es tan ridículo como el racismo (algo de lo que también ha sido acusado Houellebecq, aunque esto sí lo ha negado) y que forma parte de un orden social obsoleto. A Garcés le gusta provocar, sí, pero ahora quiere bajarse de la polémica. Su inminente próxima paternidad –espera el tercer varón, lo que enseguida da pie al chiste fácil entre sus amigos, que le dicen "hacete hombres"–, y sus 40 años, lo ubican en un lugar de mayor madurez y reflexión, tanto en el rol de escritor como de reciente editor del sello Galerna.
–¿Cómo viviste la polémica que se generó en torno a tu último libro? Te han tildado de machista por resaltar ciertos valores de la masculinidad...
–En cierta elite palermitana, si vos rescatás como valor determinadas cosas asociadas con la masculinidad, no lo hacés en favor de la masculinidad, sino en contra de las mujeres. Y sos un machista. El machismo es tan ridículo como el antisemitismo o como el racismo. Es la nostalgia de un orden social obsoleto. El patriarcado fue un orden social que correspondía a una estructura económica basada en el trabajo manual y la fuerza. Y en ese contexto se acordó una división de tareas muy estricta. Esto fue superado, felizmente. Yo no creo que ninguna evolución pueda volver atrás. Pero algunos feminismos piensan que el uso de una equis para evitar que las palabras tengan género es progresista. Y no lo es. Cuando pasás de igualdad de derechos a la indiferenciación de género, lo que estás haciendo es ser funcional a cierto ultraliberalismo que busca una sociedad de puros consumidores. Para cierta economía, es muy útil. Lo indiferenciado es el consumidor. Es un pensamiento servil a una sociedad de consumo exacerbada.
–Bueno, pero si el libro causó revuelo, es justamente porque la cuestión de género no parece estar muy resuelta…
–Una sociedad realmente liberal no está hecha de armonía. No tengo mucha estima por la idea de armonía universal. Creo en las tensiones que alcanzan cierto equilibrio. Cualquiera que haya vivido en pareja más de cinco minutos sabe que una pareja está hecha de tensiones que se resuelven en una erótica. En muchos aspectos, el hombre y la mujer están parados en veredas diferentes y no está mal que sea así. Cierto feminismo interpreta cualquier oposición como misógina. Y piensa que lo que el hombre quiere es dominar a la mujer. Y el hombre no quiere eso. Basta ver la manera en que las series más exitosas reflejan ciertas fantasías reprimidas. Por ejemplo, en el protagonista de Breaking Bad, la fantasía expresada es la de la huida. El hombre ya no quiere dominar, sino rajarse, tomarse el palo. Como Walter White, que quiere irse un rato de casa. Walter le dice a su mujer: "Te amo con todo mi corazón, pero, ¿podrás por un rato no romperme la bolas?".
–En la novela, el personaje del padre, que es un alcohólico fracasado, se llama Rodolfo Garcés, mientras que el hijo se llama como vos. ¿Te trajo eso algún problema personal?
–Hablar siempre en primera persona me parece un lugar más natural. Cuando estaba escribiendo la novela, pensé que estaba escribiendo algo muy verdadero y durante la escritura me di cuenta de que estaba imaginando cosas. El personaje es un perdedor, a mi viejo le ha ido muy bien; el personaje no le enseña muchas cosas a su hijo; yo me formé con mi papá. No te voy a decir que no generó ningún conflicto, pero después de muchas charlas, empezó a tomarlo con más humor y cuando le digo por qué no me viene a visitar a Buenos Aires, me responde que es porque tiene miedo de que la gente lo señale y le diga es el personaje lamentable de Hacete hombre.
–También decís que todo hombre, llegada una determinada edad, se vuelve feo. ¿Cómo te llevás con tu imagen personal?
?Los hombres sabemos que somos feos y ridículos. A mí me criaron mujeres que decían: "Ay, qué lindo nene y además qué bien que se porta", porque yo era muy tranquilo. Es decir, tenía una estructura bastante narcisista hasta que por suerte entré en el mundo del trabajo y ahí me di cuenta de que no era tan así.
–Fuiste convocado para realizar la campaña de la marca de ropa Félix. ¿Cómo te fue con esa experiencia?
–Félix armó una campaña en la que utilizó gente de distintos oficios. Estaban cocineros como Francis Mallmann, actores, poetas, dramaturgos y escritores. Para mí, fue un juego, fue muy divertido darse una vueltita por ese mundo. Que te paguen por estar cuatro horas probándote ropa y posando es gracioso, fue como una travesura. Y en esos momentos el famoso lado gay de las personas surge. En cuestión de minutos, te encontrás elogiando el color de las uñas de tu compañero de modelaje o fijándote que el pantalón que te dieron no te haga la cola grande.
–¿Cómo sos como editor?
–Soy de guante blanco. Me acostumbré a salirme de mis gustos, ver lo que el texto está buscando y qué se puede hacer para que lo alcance. No soy de imponer gustos míos, soy de pedirles a los autores que vayan más allá, que se la jueguen. Pero también soy un poco maternal, me tomo la edición de cada libro como si fuera mío. Los cuido por encima de lo que cuidé mis ediciones, hasta me he peleado más cuando alguien los critica que cuando critica mis textos.
–Sí, de hecho, hubo una pelea que circuló en las redes sociales, con una librera…
–Eso fue otra cosa. Me agarraron atravesado y entré en lo que odio que es la violencia y la grosería gratuita de las redes sociales. Siempre critiqué eso y esa vez entré yo, y me quedé asqueado con la situación y conmigo mismo. La defensa de un autor no es excusa para salirse de los propios códigos.
–Después de años dando vueltas por el mundo y con un hijo en camino, ¿vas a echar raíces acá?
–Me voy a seguir moviendo, pero mi familia y mis amigos están acá. Viajé mucho y a uno le gusta, cuando acaba de cumplir 40, integrar todo. Hacer uso de los años que pasé afuera es importante. Y lo que sea que haya aprendido quiero usarlo acá.
Dirty Martini, para relajar
Para arrancar el día, Gonzalo Garcés necesita de una taza de café. Pero cuando se trata de darse un gusto etílico, su trago es el Dirty Martini, una variación del clásico Martini Dry. La parte "sucia" viene del jugo de olivas verdes. Cuanto más jugo, más sucio, y más fuerte es su sabor en el paladar.