
Gonzalo Bonadeo
Corre entre la radio, la televisión y su propia productora, Ayernomás. Pero dice que el trabajo, lejos de estresarlo, ejerce sobre él un efecto vivificante
1. Veo que hoy se confunde ideología con pedidos básicos. Unos hacen campaña contra la in-seguridad, otros para que la policía respete la ley, como si fueran posturas contrapuestas, cuando son dos cosas esperables en cualquier sociedad normal.
2. Comprobé que se puede debatir con los que tienen ideas diferentes, pero no vale la pena hacerlo con aquellos que fluctúan. Y que son muchos…
3. Aprendí a conocer mis defectos. Soy ansioso y susceptible. La terapia seguro que me ayudaría, ya abandoné el cliché estúpido de: Yo me arreglo solo; pero no me embarco porque conozco otro defecto mío: la falta de constancia para cualquier cosa que no sea mi profesión.
4. Para mí, un amigo es alguien siempre cercano, aunque llevemos tres años sin vernos. Entonces, al encontrarte pasa como con un teleteatro: no importa si te perdiste varios capítulos, enseguida retomás el hilo.
5. En el matrimonio, los dos deben dejar su familia para formar la propia. Los padres y sue-gros pasan a ser los abuelos de tus hijos, y a veces les cuesta aceptar que un rol debe dar paso al otro. Pero, si hay acuerdo en la pareja, después de las discusiones necesarias todos se terminan acomodando.
6. La relación entre los hermanos no puede ser una obsesión de los padres: hay que dejarla ser. Cuando mis padres se separaron, éramos dos hermanos; después vinieron dos más de mi papá, y pasamos con naturalidad a ser cuatro. Se dio solo. Y así dejo que fluya todo entre mis tres hijas.
7. Profesionalmente aprendí mucho de mi viejo, Diego Bonadeo, con la ventaja de que la tecnología seguía siendo más o menos la misma. En la época de mis comienzos en LA NACION, en las redacciones nadie tenía un teléfono con discado directo; mucho menos, una computadora… Creo que eso me permitió aprovechar mejor las herramientas de hoy.
8. El stress sólo me ataca cuando estoy desmotivado. Lo imprevisible, un elemento importante en esta profesión, me genera un interés permanente que es antiestrés.
9. No soy religioso. Siento que esto se acaba acá. A los 5 años, ya tenía noción del paso del tiempo: era una sensación de inmensidad, que en algún momento después de los 25 se transformó en vértigo.
10. Para un periodista, un escrúpulo vale tanto como una ley. Alguien que representa a un jugador no puede ejercer como periodista deportivo; es una circunstancia inhibitoria. Y lo mismo pasa con otros intereses. Pero hay cosas que hoy se ven normales, y más de una vez me tocó explicar por qué no quería trabajar con un corrupto a un productor que me miraba como a un marciano.