El 15 de enero de 2009, hace 15 años, un Airbus A320 de la compañía US Airways realizó exitosamente uno de los aterrizajes de emergencia más impresionantes de la historia de la aviación civil
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El 15 de enero de 2009, por la tarde, el vuelo 1549 de US Airways despegó del aeropuerto de La Guardia, en Nueva York, con destino a Charlotte, Carolina del Norte. La aeronave, un Aibus A320, estaba comandada por el capitán Chesley “Sully” Sullenberger y el primer oficial Jeffrey Skiles . Había tres tripulantes de cabina. Sullenberger y Skiles tenían una sólida carrera en aviación. Sully había sido piloto militar, y contabilizaba casi 20 mil horas de vuelo. Skiles, por su parte, sumaba más de 20 mil horas en su trayectoria.
“Soy el capitán, prepárense para el impacto”
El despegue ocurrió sin problemas, pero unos segundos después, a 900 metros de altura y 7 kilómetros de distancia de La Guardia, el avión atravesó una bandada de barnaclas canadienses. Se trata de un ave muy parecida al ganso, y de gran tamaño: en la adultez, alcanza una longitud de entre 75 y 110 centímetros de largo. Al chocar contra las barnaclas, el parabrisas quedó completamente obstruido. El avión recibió fuertes impactos en su fuselaje. Y lo peor se dio en las turbinas, que perdieron propulsión y, prácticamente, dejaron de funcionar.
Los siguientes hechos ocurrieron en menos de 30 segundos. Sully planeó la aeronave mientras Skiles procuraba reiniciar los motores. Pero no había caso, estaban demasiado dañados. Entonces el capitán reportó la emergencia: “Este es el vuelo 1549, golpeamos pájaros y perdimos potencia en ambos motores. Vamos a volver a La Guardia”, dijo.
Regresar al aeropuerto parecía la mejor opción, pero luego de ver la velocidad a la que el avión perdía altura, Sully entendió que no iba a llegar. La torre de control le ofreció múltiples pistas, pero todas quedaban demasiado lejos. Debía buscar otra alternativa. Analizó ir a un aeropuerto de New Jersey, pero también descartó esa posibilidad. Entonces tomó el comunicador y le advirtió a la torre: “Me voy al Hudson”.
Jeff Kolodjay, un pasajero del avión, describió los momentos previos al aterrizaje: “A unos tres o cuatro minutos de vuelo, el motor izquierdo simplemente explotó... Salieron llamas y yo estaba mirando directamente hacia él porque estaba sentado allí. Y había mucho olor a gasolina y un par de minutos después el piloto dijo: ‘Tienen que prepararse para un impacto fuerte’. Y ahí fue cuando todos empezaron, para ser honesto, a decir oraciones. Pero miramos hacia el agua y pensamos que teníamos una oportunidad porque, ya sabes, hay algo de agua”.
La decisión de aterrizar de emergencia en el agua helada del Río Hudson salvó 155 vidas, incluida la suya. Sin embargo, a pesar de su heroicismo, se llegó a poner su decisión en tela de juicio. Pero la investigación oficial, hecha por la National Transportation Safety Board, le terminó dando la razón. Se hicieron decenas de simulacros de vuelo. Se recreó la situación y se intentó resolverla de mil y una maneras. Y se concluyó que aterrizar en el agua fue la mejor alternativa.
Peligro de hipotermia
Después del incidente, en una entrevista, Chesley “Sully“ Sullenberger declaró: ““Una forma de ver esto podría ser que durante 42 años he estado haciendo depósitos pequeños y regulares en este banco de experiencia, educación y capacitación. Y el 15 de enero, el saldo era suficiente para poder hacer uso de esa experiencia”.
Haber apoyado el avión en el río, y que éste no haya explotado, parecía un milagro. Pero lo que también resultó milagroso fue que todos sobrevivieron a la temperatura del Hudson, a pesar de que el agua estuviese cerca del punto de congelamiento.
Evacuaron por las rampas y se dirigieron hacia las alas. Afortunadamente, el fuselaje no se hundió, en parte porque los tanques de combustible no estaban llenos. Pero sí había prisa, ya que el agua ingresaba a la cabina desde la parte trasera del avión.
El incidente resaltó la eficiencia de los rescatistas, que llegaron al lugar de los hechos en muy poco tiempo. Solo 24 minutos después del amerizaje, todos los pasajeros y se encontraban seguros, fuera del agua.
Una persona sufrió dos piernas rotas y los paramédicos atendieron a 78 pacientes, la mayoría con heridas leves pero, gracias a una combinación de suerte, la habilidad del piloto y una rápida respuesta de emergencia, 155 personas lograron escapar por muy poco.
El resto es historia. Michael Bloomberg, intendente de New York, calificó la tarea de “Sully” Sullenberg como “magistral” y le entregó las “Llaves de la ciudad”. Y destacó: “[Sullenberger] Caminó por el avión dos veces después de que todos los demás habían bajado y trató de verificar que no había nadie más a bordo. Y nos asegura que no los hubo”.
Sullenberger también fue felicitado por el presidente saliente de ese momento, George Bush, y por Barack Obama, que asumiría su presidencia cinco días después. Además, Sully fue propuesto para la Medalla al Honor del Congreso.
Entre tanto reconocimiento y exposición, Sully decidió seguir trabajando. Voló un año más y cumplió 30 años de servicio en US Airways. En 2010, se retiró de la aviación comercial, pero siguió en la misma línea de trabajo. Fue codirector de la academia de aviación Young Eagles y dio conferencias internacionales. También publicó los libros ‘Mi búsqueda de lo que realmente importa’ y el best-seller ‘Haciendo la diferencia: Historias de visión y coraje de los líderes de América’. El primero se convirtió en la película “Sully”, que fue dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Tom Hanks.
Sullenberger hoy tiene 72 años (cumplirá 73 el 23 de enero). Es representante por los Estados Unidos ante la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), cargo para el que fue nominado por el presidente Joseph Biden.
El destino del avión
El Airbus quedó severamente roto, pero fue sacado del agua el 17 de enero de 2009, dos días después del incidente. Fue llevado a Kearney, New Jersey, donde se estudiaron rigurosamente los daños sufridos. Una vez que se confirmó que la única causa de la pérdida de propulsión fue haber embestido contra las barnaclas, la aeronave ya no era necesaria. Y sólo quedaba decidir qué hacer con ella.
En 2010, la compañía de seguros Chartis la ofreció en una subasta, pero no aparecieron compradores. En 2011 fue donada al por entonces Carolina’s Aviation Museum, donde también se exhibían algunos aviones caza y helicópteros militares. La llegada de “el avión del milagro” multiplicó la cifra de visitantes al museo. Hoy, el Airbus A320 sigue allí. Pero el museo cambió de nombre: hoy se llama “Sullenberger Aviation Museum”.
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