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“Dale a una mujer los zapatos adecuados y conquistará el mundo”. La frase se le atribuye a Marilyn Monroe, que probablemente nunca la haya dicho, pero otra mujer muy diferente se encargó de hacerla realidad.
Imelda Marcos, esposa del dictador filipino Ferdinand Marcos y primera dama del archipiélago entre 1965 y 1986, hizo de su colección de miles de zapatos un auténtico emblema, de glamour primero y de corrupción después. Sus compras fueron legendarias e incluyeron edificios enteros en Nueva York, pero aquellos tres mil pares que aparecieron ante los ojos asombrados de los filipinos tras la caída del régimen adquirieron una dimensión simbólica única y sintetizaron la medida de su ambición.
“El mayor robo de parte de un gobierno”
Sin embargo, las acusaciones de haber cometido junto con su marido el “mayor robo de parte de un gobierno” parecen no haber hecho mella sobre la popularidad de Imelda. Aquella hiperbólica etiqueta que le había pegado el Guinness de los Récords, donde se mencionaba una suma de entre 5.000 y 10.000 millones de dólares, fue retirada recientemente del sitio web de la organización irlandesa “para verificar su autenticidad”. Los años pasan, e Imelda queda. En otras palabras, los tiempos cambian… aunque no tanto, ya que hoy nuevamente hay un Marcos en el poder: Bongbong, el hijo de Imelda y Ferdinand, es el presidente de Filipinas desde junio de este año.
Un reinado sin corona: la “Mariposa de hierro”
En 1965, Imelda Remedios Visitación Romuáldez y Trinidad se convirtió en un factor clave en la campaña presidencial de Ferdinand Marcos. Se había casado con él una década antes, en 1954, apenas 11 días después de su primer encuentro. Poco después del matrimonio nació el cuarto hijo de Marcos y su anterior mujer, Carmen Ortega. No sería la única habladuría que los rondó durante años: la “dictadura conyugal” de los Marcos incluyó infidelidades, obras faraónicas, humillaciones y una notable sucesión de triunfos electorales: en 1965, 1969 y 1981. No es que en el medio dejaran el poder: entre 1972 y 1981 Ferdinand Marcos impuso la ley marcial para contener creciente la pérdida de apoyo político. En ese mismo período, Imelda fue designada gobernadora de Manila y embajadora plenipotenciaria y extraordinaria de Filipinas. Se había ganado el apodo que le puso la prensa, la “Mariposa de hierro”, gracias a una combinación de un poder infinito y un carácter de acero bien guardado detrás de su apariencia delicada de exreina de belleza. En la biografía de Imelda, la periodista Carmen Navarro Pedrosa relata que los filipinos “parecían haber sido bendecidos no solo con un líder heroico, sino con dos, más la sorpresa adicional de una esposa que compartía el compromiso del nuevo presidente hacia el país”. Pocos imaginaban que a esa elección seguirían años marcados por el militarismo y las violaciones a los derechos humanos.
Imperturbable, Imelda Marcos se convirtió rápidamente en la “Jackie Kennedy” asiática. El senador filipino Benigno Aquino -que había sido su novio de juventud- la comparó con Evita, un declaración que le costaría caro: sobre todo porque sugirió alguna semejanza con la infancia pobre de Eva Duarte, contradiciendo el historial aristocrático que la primera dama filipina se había ocupado de forjar con firmeza. Pero no hubo comparación, escándalo ni foto con poderosos que impactara tanto como aquella colección de miles de zapatos revelada al público en 1986, tras la caída de la “dictadura conyugal” y la huida de Marcos e Imelda a Hawaii.
¿Cuántos zapatos tenía Imelda?
Las versiones difieren. Algunas fuentes hablan de un millar de pares, pero Rappler -el sitio filipino de noticias fundado por Maria Ressa, ganadora del premio Nobel de la Paz 2021- menciona la cifra más difundida y legendaria, tres mil, confirmada por la Presidential Commission on Good Government (PCGG), la agencia gubernamental creada por la presidenta Corazón Aquino para recuperar la fortuna mal habida por los Marcos. Navarro Pedrosa cuenta un anécdota que la pinta de cuerpo entero: “Un día tropezó y se rompió el zapato, mientras caminaba por las calles de Honolulu. Cuando alguien le alcanzó un nuevo par, comentó irónicamente: “Tendría que mandárselos a Cory Aquino para que sean tres mil y un pares”.
Al huir de Filipinas, Imelda dejó atrás su célebre colección de calzado y, según su propio relato a un periodista del diario británico The Independent veinte años después -cuando ya había regresado a Manila sin pena y con gloria- llegó a Hawaii “sin un centavo y sin techo”. La aduana estadounidense no lo confirmó: según sus registros, la familia Marcos arribó a territorio norteamericano con unos nueve millones de dólares en efectivo, joyas y bonos. Más tarde su abogado, Robert Sison, aseguró: “Tienen que comprender que cuando la señora Marcos habla de ser pobre, no se trata de pobre como usted o yo. Es algo relativo a la vida que tenía antes”.
Los excesos del régimen
Mientras los Marcos huían, en Manila la gente invadía el Palacio Malacañang, la residencia presidencial, para comprobar con asombro algunas evidencias de los excesos del régimen: miles de pelotas de golf personalizadas que eran propiedad de Ferdinand Marcos, pero sobre todo la fastuosa colección de zapatos de Imelda, más de 500 vestidos largos, 888 carteras y 65 parasoles. Algunos de esos objetos se expusieron durante años en Malacañang y lo convirtieron en una de las principales atracciones turísticas de la capital filipina. Hasta que en 1997 el presidente Fidel Ramos decidió que era suficiente y ordenó convertir el palacio en un museo presidencial, dejando afuera las posesiones de la ex primera dama.
Los zapatos de Imelda tuvieron que buscarse una nueva casa y la encontraron en el Museo del Calzado de Marikina, que se inauguró en 2001 y donde no tienen exclusividad: sus miles de pares conviven con los de otras personalidades y expresidentes. Sin embargo, el número en poder del museo no deja de ser impresionante y es el principal imán de los visitantes: 720 pares, 253 de ellos en exposición y 467 en depósito. ¿Qué pasó con el resto? Cuando los Marcos huyeron, circularon las fotografías de los cientos de pares -todos número ocho y medio- prolijamente ordenados en estanterías: los había de todos los colores y modelos, de taco alto o bajo, como los que hoy se exhiben en Marikina. La periodista estadounidense Beth Day Romulo, en “Inside the Palace: The Raise and Fall of Ferdinand & Imelda Marcos”, escribe que la colección de ropa y accesorios de Imelda se guardaba “en lo que se conocía como una mini tienda departamental en la planta baja por debajo de su dormitorio”. Allí brillaban zapatos firmados por Ferragamo, Givenchy, Chanel, Bally, Charles Jourdan, Gucci, Christian Dior, además de marcas filipinas como Marlet Shoes, Lady Rustan o Maro by Mario Katigbak.
En 1980, Ferruccio Ferragamo mandó a Manila una carta firmada de puño y letra: “No hacemos pedidos especiales pero, como excepción, será un gusto fabricar los modelos que elija la señora Marcos”. Años más tarde, la misma señora Marcos se encargó de lanzar su propio sello de moda, la Imelda Collection, con ropa, joyas y -por supuesto- zapatos diseñados por su hija. Al fin y al cabo, nunca dejó de ser fiel a sus palabras: “Al principio, cuando me convertí en primera dama, se me hizo complicado. Tenía que vestirme y embellecerme, porque los pobres siempre buscan una estrella que mirar”, dijo a Lauren Greenfield, la realizadora del documental “The Kingmaker”, en 2019.
“Fueron a mis armarios buscando esqueletos, pero gracias a Dios todo lo que encontraron fueron zapatos, hermosos zapatos”, Imelda dixit desde el exilio. Muchas de sus frases son célebres o rozan lo increíble: la mujer que hacía millonarias salidas de shopping, que envió un avión a Australia en busca de arena blanca para un nuevo resort de playa y que compró edificios enteros en Manhattan, jamás ocultó su gusto por el lujo: “Yo nací ostentosa”, aseguró, “van a utilizar ‘imeldífico’ en el sentido de la extravagancia ostentosa”. “Cuando vas a Nueva York -comentó en un documental de Ramona Díaz sobre su vida- ves [en las zapaterías] pequeños afiches donde dice: ‘Hay una pequeña Imelda en todas nosotras’. ¿No es maravilloso?”. El activista y gestor cultural filipino Carlos Celdran, que creó un tour inspirado en la historia de su país, también resumió el estilo de la “Mariposa de hierro” en el título de uno de sus espectáculos: “Living la vida Imelda”.
Qué pasó con los zapatos que no están en el museo
Los zapatos de Imelda Marcos ocupan todo el segundo piso del museo de Marikina, un suburbio de Manila donde viven alrededor de medio millón de personas. La impresionante sucesión de calzado es el principal atractivo turístico del lugar y se interrumpe solo de vez en cuando por algunas fotografías de Imelda Marcos junto a dignatarios extranjeros. Verdes, blancos, rojos, azules, bordó, beige y de muchas otras tonalidades, los zapatos variaban también en precio y marca: más de un centenar están representadas en la impresionante colección, con el mayor número para los de Charles Jourdan, aunque las marcas locales también se valen de estas vitrinas como promoción. El destino de los pares de zapatos que no llegaron al museo es incierto, pero según versiones de prensa más de 150 cajas con accesorios, ropa y zapatos de Marcos fueron dañados por las termitas y fueron víctimas del descuido, en tanto otros que se resguardaban en el Marikina Shoe Museum fueron rescatados de una inundación en 2009, cuando la zona sufrió el impacto de la tormenta tropical Ketsana.
No en vano Marikina se jacta de ser “la capital del zapato” en las Filipinas. Uno de los responsables del museo contó a Rappler que “solíamos llamar a Imelda Marcos nuestra embajadora del calzado. Porque cada vez que iba al exterior usaba productos locales y los promovía en sus viajes”. Para las marcas era un honor codiciado, de modo que acostumbraban regalarle sus modelos y podían contar con que, si eran del gusto de la primera dama, les encargarían otros en diferentes colores. Fueron épocas de esplendor: de los mil fabricantes que existían en los años 80, hoy solo quedan unos 250. Pero muchos aseguran que la industria filipina no fue víctima solo de la caída de los Marcos, sino sobre todo de la manufactura china a menor costo. Al Independent, Imelda le dijo en 2006 que “la industria del calzado en Marikina valía alrededor de medio millón de dólares. Ahora vale 100 millones o más. La industria del calzado a la que apoyé es un símbolo de gratitud”. En todo caso, agregaba, su salida del poder no la dejó sin zapatos: “Probablemente tengo más ahora -aseguró-. Dondequiera que voy la gente me da zapatos. Voy a terminar por tener más de los que me robaron”. Siempre fiel a sí misma, cuando hace algunos años fue hospitalizada por un fuerte dolor en las rodillas, dejó el hospital con una receta de calzado ortopédico y una sonrisa: “Ahora -dijo- tengo una excusa para tener más zapatos”.
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