Gisela Trucco: "Me costó que me gustara el fútbol, me costó quererlo"
A sus 29, hizo historia en el deporte argentino al convertirse en la primera mujer que dirigió un partido de Primera División
"Bienvenida, Gisela", le dijo el árbitro Fernando Rapallini a través del intercomunicador justo antes de dar el pitazo inicial del encuentro. En Florencio Varela, Defensa y Justicia recibía a Olimpo de Bahía Blanca, en un partido correspondiente a la séptima fecha de la Superliga de fútbol argentino. Pero lo más destacado de la noche no iba ser el resultado -un 1 a 1 bastante aburrido-, sino un hecho inédito: por primera vez, una árbitro formaba parte de la terna en un partido de Primera División.
Cuando escuchó el mensaje de bienvenida de Rapallini, a Gisela le temblaron las piernas y estuvo a punto de largarse a llorar. Pero no le quedó otra que aguantarse las lágrimas. Aquel lunes 30 de octubre cumplió un sueño suyo, de su familia, de sus amigas y de todas las mujeres que esperan una oportunidad en la categoría más alta del fútbol nacional. Su nombre quedará en la historia del deporte por ser la primera en lograrlo.
"Todavía me cuesta caer", admite. Aunque ya había dirigido en la B Nacional, el partido en cuestión fue una bisagra en su carrera. Los días previos fueron "muy intensos", porque no quería decepcionar a nadie. "Sabía que de mí dependían las oportunidades para mis amigas y compañeras, era una carga muy importante", explica.
Gisela tiene 29 años. Nació, se crió y sigue viviendo en Rafaela, Santa Fe, donde la conocen como la "Gringa". Hizo la primaria en la Escuela Gabriela Mistral, la secundaria en el Anexo de Comercio y luego se recibió de profesora de educación física, trabajo que sigue ejerciendo en varias escuelas primarias. Su apellido tiene peso en la historia del arbitraje argentino. Su papá, Luis Trucco, fue un importante juez de línea. Y su hermano, Silvio, es árbitro internacional desde 2013. Sin embargo, ella nunca se imaginó que iba a seguir el mandato familiar.
-¿Cómo fue tu infancia en Rafaela?
-La infancia fue la mejor etapa. Éramos muchos chicos en el barrio Villa del Parque. Nos juntábamos después de la escuela y jugábamos en la vereda. Cazábamos bichitos de luz, teníamos una chocita y hacíamos bolitas de barro. Rafaela siempre se caracterizó por ser una ciudad tranquila, aunque ahora está más complicada. Cuando era chica más de una vez iba al kiosco en bicicleta y me volvía caminando, y recién después de varias horas me acordaba de la bici. Cuando la iba a buscar estaba en el mismo lugar.
-¿Jugabas al fútbol?
-Los chicos del barrio jugaban al fútbol atrás de mi casa, donde había un descampado grande. Siempre me querían en su equipo porque era rebruta, lastimaba a todos. Creo que me querían en su equipo para no salir lastimados. A veces agarraba el silbato y me tocaba dirigir, y lo hacía, pero no era lo que más me gustaba. Ni dirigir ni jugar al fútbol. Jugaba porque no me quedaba otra, porque estaban todos los chicos del barrio y no me iba a quedar sin jugar.
-¿Cuándo te enganchaste con el deporte?
-Durante la primaria y los primeros años de la secundaria probé miles de actividades. Fui a patín, a baile, hice gimnasia deportiva, bailé salsa, de todo. Pero siempre me gustó el atletismo. En un centro de educación física que está cerca de mi casa (CEF N° 53) había un grupo de chicos que hacían atletismo y mi papá me invitó una tarde para que probara. Me gustó, me enganché y lo hice durante toda la secundaria. Cuando terminé la escuela empecé la carrera de educación física en Santa Fe y seguí con el atletismo, pero me empezó a ir mal. A mí siempre me gustó ganar. Fui campeona nacional, fui a un torneo sudamericano, estuve preseleccionada para un mundial en Marruecos, no me lo voy a olvidar jamás. Pero la verdad es que se me empezó a complicar. Perdía mucho, me costaba estudiar y entrenar al mismo tiempo. Ahí fue cuando dejé y empecé con el fútbol.
-¿Fue por mandato familiar?
-Mi papá hacía mucho tiempo que me insistía con el arbitraje, quería que probara a toda costa. Cuando venían árbitros a dirigir a Rafaela lo acompañaba a saludarlos y él siempre les decía: "¿Viste que tiene condiciones para dirigir?". "Se necesitan mujeres en el fútbol, ¿por qué no intentás?", me decía a mí, pero yo no quería saber nada. A veces hasta lo miraba mal porque ya era tanto lo que me insistía que me terminaba cansando. Hasta que un día acepté y probé. Me costó que me gustara el fútbol, me costó quererlo, fue un proceso largo. Pero hoy en día le agradezco a mi papá por haberme insistido tanto.
-¿Tenías miedo?
-Cuando hice el curso de arbitraje nunca hubo chicas, entonces yo tenía que dar el puntapié inicial en todo. Nunca tuve un apoyo de otras compañeras, nunca tuve un escudo en el cual aferrarme para abrir el camino. Lo tuve que abrir yo sola y eso me daba cierto miedo, sí. Es que era luchar contra todo. ¿Qué iban a decir los clubes? Era una locura, no había mujeres. Además me pesaba mucho el apellido, es la verdad. Siempre tuve que demostrar que estaba dentro de la cancha porque hacía las cosas bien. Creo que sucede en todos los ámbitos, hay que ganarse el terreno con el doble de trabajo. Había que romper barreras y agachar la cabeza. No te voy a negar que más de una vez me dije a mí misma: "¿Qué hago acá? ¿Por qué no fui repostera y me quedaba tranquila en mi casa?".
-¿Te hubiese gustado ser repostera?
-No sé, es una forma de decir, aunque es cierto que me gusta cocinar. Cuando nos juntamos con mi familia o con mis amigas los fines de semana me gusta ponerme a cocinar. Siempre y cuando tenga tiempo para que las cosas salgan bien, no sirve a las apuradas.
-¿Es una forma de desconectar?
- Sí, totalmente. Cuando me pongo muy loca también me gusta salir a correr escuchando música. Siempre me pongo algo movido como reggaeton, cuarteto o cumbia. No tengo un grupo favorito, prefiero un popurrí.
-¿Cuál es tu próximo sueño profesional?
-Mi mamá me dice que disfrute el momento, que pueda disfrutar del hoy. Porque a lo mejor después llega otra cosa y esto se pasa, ¿no? Por eso quiero disfrutar cada cosa en su debido tiempo. Hoy estoy realmente agradecida a la vida por las cosas que me dio, creo que son muchas más de las que me hubiese imaginado. No te voy a negar que me gustaría dirigir un Mundial, un Juego Olímpico, hacerme árbitro internacional. Pero hoy estoy feliz con esta oportunidad y quiero afianzarme en Primera División, tener continuidad. Después veremos qué viene.
Un trago dulce y suavecito
Por su trabajo, Gisela está obligada a mantener una vida sana y alejada de las bebidas espirituosas. Sin embargo, admite que si va a alguna fiesta no tiene ningún problema en darse el gusto con un daikiri. “Soy de las bebidas dulces, por eso me gusta tanto el daikiri”, explica. Los gustos frutales siempre a la cabeza, por supuesto, y “si lo tengo que preparar yo, me lo hago bien suavecito”, detalla.
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