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Nacida en Inglaterra, la periodista y sommelier Sorrel Moseley-Williams bromea diciendo que le dieron gin “desde la mamadera”. Sin embargo, ya en serio, confirma que su primera experiencia con la bebida no fue precisamente memorable. “Tenía 19 años y la facultad a la que iba organizó un mega evento muy elegante. Ahí tomé un gin tonic y la pasé muy mal, no lo toqué más por un buen rato”, recuerda. Quién diría que años después, aquel cóctel maldito se convertiría en uno de los ejes de su vida.
Junto a su amigo y socio, el sommelier Martín Westerdahl -brewmaster de la cervecería Portlander- Sorrel creó Dill & Tonic, un gin tonic envasado y listo para tomar que nació, como muchos otros proyectos, al calor de la cuarentena.
Las primeras líneas del dibujo ya habían comenzado a trazarse tiempo atrás, cuando la periodista organizó en el bar Las Patriotas un ciclo de platos y cócteles típicos de su tierra natal. Una de sus sugerencias fue incluir en la carta un gin tonic con agregado de eneldo. “Yo tenía acceso a un gin muy bueno que se llama también Enebro”, agrega Martín. “Y nos dimos cuenta de que con él podíamos hacer lo mismo que en Las Patriotas”.
Así, comenzaron los experimentos caseros y apareció súbitamente una oportunidad de llevar la experiencia a las grandes ligas: Sorrel se enteró de que Germán Martitegui preparaba para una caja de fast food gourmet en formato take away y le sugirió sumar una botella de gin tonic listo para tomar. “Pidió unas muestras y seguimos desarrollando las nuestras a la par de las que le entregábamos. También empezamos a probar con otros sabores como quinoto, naranja, limón y pomelo rosado”, cuenta.
Poco a poco, la primera tanda de Dill por fuera del ala de Martitegui tomó forma: 300 botellas que en principio iban a ser sólo para amigos y familia. Pero el producto gustó y, así, Sorrel y Martín se encontraron con que tenían un buen negocio entre manos.
“La intención no era encontrar una entrada económica, pero todo pasó tan rápido que con la primera tanda de 300 botellas pudimos ayudar la inversión de la segunda. Entendimos que teníamos que reponer lo que salía y seguir el círculo”, describe ella.
Del jardín a la botella
Mientras a Dill le crecían ruedas, la división de trabajo entre Sorrel y Martín encontraba su punto justo. “Ella es el cerebro y el músculo de la parte comercial, yo el de la parte creativa y ambos nos complementamos muy bien en el armado del producto” , explica él. “No es solo mezclar dos o tres cosas y gasificarlas. Mi expertise en la parte cervecera sirvió mucho y también tener el lugar donde fabricarlo porque pudimos responder rápido al momento de presentar un producto de buena calidad”.
Para la preparación del gin tonic con eneldo, la hierba fresca se macera en el gin puro de 24 a 36 horas. “Ahí logra un buen equilibrio de perfume y de color, y se integra muy bien con la tónica”, describe Martín. Una vez que el producto base se estableció, se sumaron dos sabores más: pomelo y pepino.
En este caso, la maceración se realiza sólo con las pieles, a diferencia de lo que eventualmente sucedió en las dos líneas de edición limitada de Dill & Tonic -con níspero y con ume, una fruta ácida de origen asiático de fragancia similar a la del damasco- en las cuales se maceraron las frutas completas.
Los nísperos para la tanda especial salieron del jardín de la casa en la que funciona la productora audiovisual Obol, espacio que está a punto de ser demolido. En aquellos meses, Sorrel venía de trabajar en contacto con la naturaleza elaborando en Perú un libro junto al cocinero Virgilio Martínez y, como expresa, “estaba muy consciente del ambiente: salía a trotar y miraba plantas y frutas. Nadie hacía nada con ese árbol de níspero así que quise hacer una última cosecha antes de que demolieran la casa y usarlos”.
El ume, mientras tanto, provino de un árbol que crece en el patio de la abuela del chef Maximiliano Matsumoto y sumó una colaboración del periodista gastronómico Yu Sheng Liao, quien dibujó la etiqueta. Mecánica que se repitió en el Dill & Tonic de pepino, con etiqueta pensada por la diseñadora Valeria Pesqueira.
“Queremos ser federales con esto, explorar otras provincias buscando posibilidades de hierbas, vegetales y frutas. Ahora ya hay planificación, ya sabemos a dónde vamos y qué queremos lograr”, resume Sorrel quien también adelanta que están buscando desarrollar sus propios gin y tónica para lanzar al mercado. “Creemos que es una buena manera de abrir el segmento de mercado de los cócteles listos para tomar, que en todo el mundo es muy fuerte y aquí aún no. Lo que hacemos no es nuevo: estamos ofreciendo nuestra interpretación”.
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