Gerry Garbulsky. “Las redes sociales hackean nuestros mecanismos de recompensa”
Llega al café de Palermo esta mañana de feriado enfrascado en pensamientos que enseguida se disparan. "Hace falta un clic cultural, social, que la gente se dé cuenta y le caiga la ficha de que se deja bombardear por publicidad o entrega sus datos a cambio de redes ‘gratis’. Pero lo que pasa es que es ‘gratis’ porque no les ponemos un precio a nuestra atención y a nuestra privacidad. Es como el impacto ambiental de las empresas que contaminan, a las que no se les cobra el daño que hacen. Conceptualmente es lo mismo, o muy parecido. Es más caro entregar la privacidad, la atención, leer publicidad y ser manipulado para votar o para comprar que pagar". Quien se despacha así es Gerry Garbulsky, referente de las charlas TED en español y creador del podcast Aprender de grandes y del curso "El mundo de las ideas".
La tecnología y las consecuencias insospechadas que puede tener en un mundo en el que las personas parecen atadas a celulares y los bebés aprenden a usarlos antes de hablar no es lo único que apasiona a este físico que dejó la física pero mantiene su amor por la ciencia y la divulgación en sus diferentes formatos. Justamente con el equipo de TEDxRiodelaPlata prepara una edición especial para este año -en el que se cumple una década de su primera edición- en el que se enfocarán en los temas que volverán a cambiar a la especie en los próximos diez años, como la comprensión de la conciencia, la teoría del todo en física, la cuestión de la inmortalidad, la vida en otros planetas, el futuro del trabajo y la inteligencia artificial, entre otros asuntos fascinantes.
–¿Cómo ves que las neurociencias ayuden a quienes diseñan celulares y aplicaciones a una mejor manipulación?
–Los celulares, las redes sociales, hackean nuestros mecanismos de recompensa. Nos provocan una descarga de dopamina cada vez que hay una mención o un "me gusta". Eso es algo de la vida real. Cada vez que alguien dice nuestro nombre en cualquier contexto, uno saca pecho. Por eso existen esas técnicas de venta en las que te nombran varias veces para que compres. Eso se sabe desde hace mucho. Lo que hicieron "bien" las empresas de tecnología es aprovechar esos vericuetos de la mente sobre cómo funciona cognitivamente la persona para generar este tipo de adicción. No creo en la mala intención, sino que quieren darle más valor en su perspectiva.
–¿Pasó antes? ¿Hay algunas comparaciones posibles como para empezar a pensar el problema?
–Se podría comparar con el cigarrillo, la adicción a la nicotina. Los médicos recomendaban un cigarrillo por día, fumaban en los quirófanos. Pero algo pasó y socialmente ya no tiene aceptación. Nos fuimos dando cuenta de que hacía mal. La evidencia científica del daño a la salud creó un cierto consenso, como con el cambio climático. Estamos ahora en la época en la que aparecen evidencias de los daños de la adicción a redes y a los dispositivos en general. Esto es de los últimos tres años; estamos en la infancia del proceso. Hay grupos de activistas que empiezan a trabajar en la concientización de que las redes pueden hacer mal. La tecnología abre un mundo fantástico, es un sueño hecho realidad, pero tiene consecuencias que no se esperaban.
–¿Y qué pasará con los niños que consumen celulares antes de caminar?
–Es mucho más efectivo que el chupete, es mágico, son una solución muy fácil para el niño inquieto, pero con consecuencias cognitivas insospechadas. Antes los chicos tenían juegos de encastre, bolitas y demás que los ayudaban a generar una motricidad fina. Ahora, pasan derecho al dedo y se pierde el resto. ¿Viste "Baby shark dance"? Es un video japonés que tiene más de 2,5 mil millones vistas de YouTube. Lo ven chicos de uno a tres años… Insisto en que creo en la buena intención de los creadores de las redes y de Google, no creo en la conspiración para dominar el mundo. Conectarse con todo el mundo todo el tiempo es un sueño y estoy de acuerdo con eso. Y que sea gratis es democratizador, pero a la vez es carísimo porque nos lleva en una dirección que nadie había pensado.
–¿Se te ocurre alguna solución?
–Puede ser que aumente la conciencia social, que la gente se dé cuenta y que los gobiernos empiecen a regular ciertas cosas. Como en Europa, que cambió la privacidad de datos hace un tiempo, puede pasar que se cambien las regulaciones de Google y de Facebook y no puedan usar tus datos por default, sino por aceptación explícita. Y que a cambio se genere aceptación social para pagar un poco por esto. Protejo mis datos por pagar. Fijate que ya hay una elite intelectual que se dio cuenta de esto. Ya hay arrepentidos de Facebook y de Google, gente con roles importantes, directivos, como Tristan Harris, que se fue y creó la fundación Time Well Spent, con herramientas para concientizar sobre el buen uso del tiempo. Claro que hay tensiones internas porque sigue habiendo científicos que tratan de convertir al usuario en adicto a la tecnología.
–¿Y cómo ayuda la red para las nuevas formas de comunicar la ciencia?
–No solo la ciencia, sino cualquier cosa. Es una de las cosas buenas de la proliferación de tecnologías y canales. Antes solo había televisión o libro o revistas, no había tantos formatos. Ahora estalló. Es bueno porque no todos somos iguales para incorporar ideas de la misma manera. Cada uno tiene un temperamento, hay gente más visual, que aprende en contextos, o sola. Una de las grandes cosas es elegir cada uno cómo quiere incorporar conocimiento. Desde podcasts, aplicaciones, canales de YouTube, o incluso encuentros en personas, esa cosa tan rara [ríe]. Es el encuentro entre tecnología y factor humano. Hace poco me di cuenta de que todo lo que hago está atravesado por buscar instancias de conexión humana.
–¿En qué sentido?
–El intercambio con personas es parte importantísima en la creación de la subjetividad, la felicidad y la realización personal. Si mirás las cosas que hago, siempre está la intención de buscar instancias en las que podamos juntarnos y dedicar tiempo de calidad y hacer cosas juntos, dos personas, cincuenta o diez mil. Son excusas para juntarnos. Y no lo planifiqué: al mirar atrás me doy cuenta de por qué decidí hacer lo que hago. Cuando regalaba Oblogo (la revista que hice) en estación Catedral del subterráneo a las 6 de la tarde, con la marea humana, veía que les transformaba la cara de pesar. Ahí hubo una pequeña conexión, una chispa.
–¿Cómo tomás las críticas que se le hacen a TED?
–Está buenísimo: se critica porque es parte de la cultura popular. Cuando nos putean es porque somos algo, es mucho peor la indiferencia. La gente en general nos ama, pero el 1% nos putea.
–Hay una discusión académica respecto de si el mundo está mejorando o no. La cara más visible entre los que dicen que sí es el neurocientífico Steven Pinker. ¿Qué pensás?
–Si algo mejora, o no, depende de cómo se mida. Y también depende de la escala de tiempo. No es lo mismo comparar con el día de ayer o con la Edad Media. Por eso es importante plantear bien los problemas, las preguntas. En general, se discute y se pelea a muerte por respuestas distintas a preguntas mal hechas. Habría que ver si medimos expectativa de vida, o niveles de felicidad (y definir qué es), pobreza, o inequidad, o enfermedades erradicadas, justicia, educación. Según qué midas, encontrarás cosas distintas. Pinker sostiene que, en horizonte de tiempo largo, estamos mucho mejor. No mejoramos diez por ciento, sino mucho más. Hoy los más pobres están mejor que hace 300 años el 10% más rico. Pero la inequidad es un tema distinto y grave. Ahí no mejoramos.
–Y hay que ver también si no estamos consumiendo recursos que se acaban, con lo cual ese "mejoramiento" es ficticio, o al menos tiene una fecha de vencimiento.
–Exacto. Fijate lo del incendio de Notre Dame. En la Edad Media no había tantas chances de hacernos mierda como ahora. Un bosque podía quemarse, pero no toda la humanidad. En cambio, si se borran los servidores de Google, ¿qué pasa? Uno piensa que no va a pasar, que hay backups, pero hay errores humanos, una chispa en un lugar incorrecto y se incendia Notre Dame. Hoy hay un riesgo no menor de que eso suceda. Puede haber una disrupción negativa, porque tenemos el potencial de hacernos mierda. Hoy Google tiene un poder de daño más que todas las bombas atómicas juntas. Puede suceder por error o malas intenciones. Los riesgos ahora son mucho más grandes.
–¿O sea que no descartás escenarios apocalípticos?
–Para nada. Y cada uno de nosotros sabe menos cómo sobrevivir, no sabemos cómo hacer funcionar nada. Soy optimista en general, pero hay que mitigar los riesgos de fluctuación negativa en estas variables.