Se conocieron un domingo de octubre. Era un día especial porque en Argentina se celebrara el Día de la Madre. Pero la diseñadora de moda Andrea Urquizu sabía que ya no podía esperar más para finalmente llevar a Charo a su casa y darle los cuidados y el amor que toda su vida había esperado.
Luego de haber completado los formularios correspondientes y de haber conversado con las rescatistas de Salvemos las Patitas, de Berazategui, Andrea supo que el pasado de Charo, la perra galgo que estaba frente a ella había sido muy duro. La habían encontrado al costado de la autopista Buenos Aires - La Plata. Como a muchos galgos, cuando Charo dejó de servir a los dueños que la mantenían cautiva para ser usada en carreras, simplemente la descartaron y la abandonaron. "Tiene muchas secuelas de su pasado, físicas y psicológicas. Cuando la vi por primera vez todavía su cuerpo acusaba recibo de los anabólicos que le habían administrado para potenciar su rendimiento. Tenía unos dos años según le habían calculado y estaba desnutrida, con síntomas de abstinencia a esa sustancia y tenía problemas de hígado y Ehrlichia, una enfermedad que contraen los perros y que se transmite por la picadura de la garrapata".
Confiar para disfrutar
Los primeros días en su nuevo hogar fueron difíciles. Si bien Charo mostraba que no quería estar sola, al mismo tiempo estaba muy asustada ante la presencia humana. Todo le generaba miedo y ansiedad. "Apenas abría los ojos, miraba para abajo, tenía una cara de tristeza tremenda. Y recuerdo que en cuanto llegamos esa tarde en que la adopté, fue directo a la cama que le había armado. Estaba agotada".
Pasaron algunos días hasta que Charo comenzó a comprender que en ese nuevo espacio iba a estar fuera de peligro. De modo que, lentamente, se empezó a relajar. Estabilizar sus cuestiones de salud, combatir los problemas de hígado que los anabólicos habían causado y eliminar la Ehrlichia fueron tareas que también llevaron su tiempo. Pero Andrea no bajó los brazos y confió en el tratamiento veterinario que los médicos habían indicado para asegurarse de que Charo no tuviera una recaída.
La conexión con su humana fue instantánea y a los pocos meses, Charo y Andrea pudieron comenzar a hacer actividades juntas. "Hacemos un montón de cosas juntas. Es más, yo la llevo a todos lados como si fuera tamaño caniche. Al estudio que tengo en Microcentro me acompaña a veces, no siempre porque ella percibe cuando yo estoy con mucho trabajo y ninguna de las dos se siente del todo cómoda cuando la agenda está apretada de compromisos".
Su actividad preferida, como la de muchos galgos, es dormir. También disfruta cuando sale de paseo al campo de unos amigos de Andrea en Cardales, la localidad ubicada en la provincia de Buenos Aires, y que pertenece al partido de Exaltación de la Cruz. En la casa de campo hay una perrita con la que juega y se entretiene. En la ciudad, su vida es simple pero con todos los condimentos lo que necesita un animal para ser feliz: Charo duerme hasta tarde, desayuna y sale a pasear, vuelve a dormir hasta la hora del almuerzo. Luego, recupera energías con una siesta y se prepara para su paseo de la tarde. Descansa, cena y hace una última salida nocturna hasta que regresa a casa y vuelve a la cama.
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