Gabriela de Saboya, la princesa que iba a ser reina de España pero no le gustaba a Franco
Era la candidata natural para casarse con quien era en el momento el futuro rey de España, pero el azar y el contexto político cambiaron su destino. María Gabriela de Saboya fue una de las primeras chicas que se le conocieron a Juan Carlos de Borbón durante su juventud antes de ser proclamado monarca. Hoy, a punto de cumplir ochenta años, la princesa italiana disfruta de una vida libre de compromisos instalada en Suiza.
La amistad en la infancia
Hermosa, alta, delgada y rubia, Gabriela nació en Nápoles en 1940 y es hija de Humberto II de Italia, el último rey del país europeo. Hasta los seis años disfrutó de la vida de princesa en su país natal, pero en 1946 la familia debió partir hacia el exilio a otras tierras en busca de un nuevo hogar. El lugar elegido fue la localidad de Sintra, al sur de Portugal.
En el exilio coincidieron con los condes de Barcelona y sus cuatro hijos, entre ellos, Juan Carlos de Borbón por lo que la amistad con Gabriela data de la infancia y juventud de los dos. Además, ella -tal como solían llamarla en el círculo íntimo de los royals de la época- y la infanta Margarita se hicieron grandes amigas.
Con el tiempo, la amistad infantil entre Gabriela y Juan Carlos se fue convirtiendo en el primer amor de la adolescencia. "Juan Carlos era muy simpático. Yo lo quería mucho. Íbamos al cine y al casino los domingos. Él no pasaba mucho tiempo en Portugal porque estudiaba en el Palacio de Miramar -San Sebastián-, pero nos escribíamos muchas cartas", contó Gabriela al Corriere della Sera. Mientras él se preparaba para ser rey, ella estudiaba arte en Ginebra, en el Liceo Italiano de Madrid y en l’Ecole du Louvre.
La aparición de Sofía
Todo parecía encaminado hacia el altar hasta que, en 1958, Juan Carlos conoció a la princesa Sofía de Grecia y Dinamarca y al parecer fue un flechazo a primera vista. Se cuenta que él comentó a sus amigos que Sofía lo había hechizado. Pero tuvieron que pasar dos años para que se volvieran a encontrar en los juegos olímpicos de Roma de 1960. Los dos competían en la disciplina de vela por lo que la relación se hizo cada vez más íntima, tanto que al año siguiente anunciaron su compromiso.
Para Gabriela, que había acompañado al príncipe a los juegos, fue un alivio. La joven ya había rechazado a Reza Pahlevi, el último sha de Persia, y al rey Balduino de los belgas. Sin embargo, no sólo el azar y el amor a primera vista de Juan Carlos y Sofía fueron las razones del cambio repentino de planes, sino también el mísmisimo Franco que a través de sus colaboradores le dejó bien en claro al príncipe que quería que su futura esposa fuese una princesa de una familia real activa en el trono y no Gabriela.
El camino de la libertad
La vida de la princesa italiana es la prueba más concreta que confirma su incomodidad con la realeza. "No me gusta que la gente me imponga nada. En las monarquías se impone mucho y hay que tragar. Si no, terminas como Lady Di", ha llegado a decir hace algunos años en una entrevista.
Con el propósito de mantenerse alejada de las noblezas del mundo, Gabriela se casó con un arquitecto que conoció en París, promotor de los grandes centros comerciales en Europa, llamado Robert de Balkany. El matrimonio duró sólo siete años: de 1969 a 1976. Juntos tuvieron una única hija, María Isabel, que nació en 1972.
"Siempre he vivido como quise", le dijo al Corriere della Sera. Hoy, ya longeva, Gabriela disfruta de sus cuatro nietos, vive en Ginebra y está al frente de la Fundación Humberto II, dedicada a custodiar el legado de su familia.
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