Hacia finales de los 80, Sebastián Cuattromo y Sebastián Candelmo tenían 13 años y no se conocían entre sí. El primero era hincha de San Lorenzo; el otro, de River. A esa edad, los dos fueron abusados por adultos. Cuattromo fue víctima de un docente en una colonia de vacaciones, en Córdoba, organizada por su escuela religiosa; Candelmo sufrió el ataque de Héctor "Bambino" Veira. Dada la repercusión que tuvo su denuncia inmediata, la vida de Candelmo se alteró por completo. En cambio, Cuattromo no se lo contó a nadie y siguió adelante con sus actividades: la escuela (donde volvió a ver al abusador) y la cancha, a alentar al Ciclón, que tenía a Veira como técnico.
En los estadios, la noticia del abuso no pasó desapercibida. "Bonbombón, es el equipo del violador" o "Todos con el culo en la pared, llegó el Bambino", cantaba a veces la hinchada rival. Cuattromo se sentía especialmente mal cuando el cantito elegido era: "Che, Bambino, vos me das a Sonia Pepe (su exmujer, una modelo), yo te doy a mi sobrino". La multitud dispuesta a ser cómplice tuvo un efecto silenciador en el alumno del Colegio Marianista, que pasó 10 años sin poder decir palabra. "Esos hinchas me hicieron creer que si contaba lo que me estaba pasando, los adultos me iban a destruir", contó en una entrevista con Infobae que circuló a partir de la denuncia de Thelma Fardín a Juan Darthés. ¿Cómo se sentirán los (y las) Cuattromos de hoy en la cancha? Por ejemplo, los juveniles de Independiente que denunciaron que una red de prostitución funcionaba en la pensión, ¿escucharán canciones similares o algunas más empáticas?
No te la sacás más
Los festejos recientes de River, luego de ganar la Copa Libertadores, no dejan mucho lugar al optimismo. Con el partido recién terminado en Madrid, empezó a llegar gente al Monumental para celebrar. Debajo del cartel luminoso del club, sobre Figueroa Alcorta, alguien colgó una bandera que decía: "Esta pija no te la sacás más". Lejos de ahí, pero en sintonía, en el vestuario el plantel cantaba: "Te cogimo’ en Mendoza, te cogimo’ en La Boca, te cogimo’ en la copa, te cogimo’ en Europa". El video, que se vio en vivo por Instagram y luego se reprodujo en todos los formatos, mostraba a todos los jugadores cantando, incluso a Rafael Santos Borré, que en septiembre último fue denunciado por violencia de género por la pilota de carreras Romina Elisabet Re. El hit fue repetido por el plantel en la entrega de premios, y, como corresponde a estos tiempos, la frase quedó inmortalizada en una remera que se vende por internet.
Una de las preguntas que despiertan estas demostraciones es por qué en el momento más glorioso del club, con el triunfo más importante frente al rival histórico, las imágenes que se eligen para celebrar son las de un miembro imposible de sacar (una idea bastante cercana a la tortura) y la de un grupo de hombres que se cogió mucho a alguien cuando, la otra persona, aparentemente, no tenía tantas ganas de ser cogida. Así, casi sin darnos cuenta, entre merchandising oficial y transmisiones online, la violencia machista siempre termina con la medalla colgada.
Las consecuencias de esta cultura machista, abusadora, entregadora, están a la vista y no parece pronta la deconstrucción. Algo de esto debe influir para que nunca un futbolista se haya animado a salir del clóset. Enfoquemos entonces en las próximas generaciones. ¿Cómo y por qué acercamos a un menor, un hijo, sobrino, ahijado, a la cultura futbolera sin que quede inmerso en estos códigos? ¿Qué efecto tendrá en la platea infantil este tipo de festejos, de demostraciones, de códigos? Seguramente, igual que los adultos, algunos repiten y se ríen sin preguntar demasiado. "Era un chiste", suele ser la excusa de quien dice algo que al otro ya no le da risa porque, entre otras consecuencias, revictimiza a quienes, por ejemplo, no se pudieron sacar más la pija de sus abusadores. Y ahora se animan a decirlo, y se sienten mejor, menos débiles y humillado/as. Ese fue el caso, al cierre de esta edición, de la futbolista de salón Ludmila Martínez, de 18 años, actualmente en River y en la Selección Sub-20. Ella vio a Thelma, a Calu, a muchas más, y se animó a abrir la boca. A los 9 años, cuando jugaba en el club Los Andes de Munro, fue abusada por un entrenador que sigue en funciones. No es casual ni una excepción que el abusador haya permanecido en su cargo, en el lugar de poder. La impunidad parece garantizada en este contexto. Al menos hasta ahora. En su video, Ludmila decía que jamás lo había hablado con nadie y que, unos años después, una compañera dijo en voz alta lo mismo que ella había callado. Le pidió perdón por no haberla acompañado en ese momento. Quizá la estadística resulte forzada, pero la de Ludmila debe ser la primera denuncia pública en la historia del fútbol argentino. Gol de mujer.
Si el Bambino Veira continuó su carrera profesional como DT y luego la expandió a los medios, no resulta tan extraño que todos los futbolistas en actividad denunciados por mujeres sigan adelante sin mayores consecuencias, más allá del pertinente arreglo económico en privado antes de llegar a la Justicia. En estos tiempos en los que la empatía hacia la víctima viene siendo practicada, especialmente por mujeres, tal vez sea hora de llevar algo de ese espíritu a la platea y a la popu. Y a los vestuarios, por qué no. No alcanza con sacarse la foto con un cartelito o poner el hashtag, estos destinos machistas solo pueden llegar a modificarse con políticas institucionales coordinadas que generen un contexto empático y no acusatorio o revictimizante. Vélez, en marzo de 2018, dio un paso innovador en este sentido y anunció la creación del Área de Violencia de Género. Parece una evolución luego aquella publicación distribuida, antes del Mundial, entre periodistas por la AFA que explicaba "qué hacer para tener alguna oportunidad con una chica rusa". El mundo femenino no puede seguir siendo abordado desde esa perspectiva, ya ni demodé ni graciosa. Los Cuattromo de antes y las Ludmilas de hoy recuperaron sus voces y el mundo del fútbol, si es que eso existe, no puede taparse más los oídos ante sus testimonios.
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