Claudia y Horacio, durante la pandemia, replantearon sus próximos pasos
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Claudia se casó y tuvo dos hijos: Mariela y Mariano. Para ellos su papá se llama Horacio, porque al padre biológico Claudia lo echó de la casa, “no volvió más, gracias a Dios desapareció” asegura. Ella quiso terminar la relación durante el embarazo pero le insistieron en que no lo hiciera, que era importante que su hijo tuviera el apellido. Hace 34 años divorciarse no era tan sencillo, ambas partes debían estar de acuerdo, “tardaron como cinco años en salir los papeles porque fue controvertido, él fue a firmar una sola vez y nunca más”, explica Claudia agradecida y aliviada de haber salido de esa relación.
Unas vacaciones impensadas
Llegó el verano y Claudia se fue a la playa con sus padres, una familia amiga y sus dos hijos de tres y un año. En ese entonces ella tenía 29 años y le decían: “Estas vacaciones vas a conocer a alguien”, pero no quería saber nada con tener a ningún hombre cerca, habían pasado once meses de que había echado al ex de su casa y no tenía intenciones de conocer a nadie. Pero, queridos lectores, ya sabemos que cuando Cupido tiene planes es difícil escapar.
Una noche, una de las chicas de 18 años que había ido de vacaciones con ellos, la invitó a bailar, a Claudia le pareció que ya estaba grande como para salir con ellos, “Hay gente de todas las edades”, le dijeron. Se convenció, dejó a los chicos con su mamá y después de cenar salieron.
“Yo en esa época fumaba, me había quedado sin cigarrillos y le había pedido a todo el mundo. Entonces le dije a la adolescente con la que había ido, “ese flaco va a prender un cigarrillo, yo le pido”. Me dio un cigarrillo y seguimos hablando como hasta las cuatro de la mañana que me estaba por ir y me pregunta ¿Puedo ir a verte a la playa mañana? Sí, no hay problema, pero me vas a ver con dos nenes, le dije yo. ¿Tus sobrinos?, me preguntó. Le respondí que eran mis hijos. Bueno, bárbaro, total yo estoy solo y loco”, recuerda, entre risas, que le contestó. Ese loco solo era Horario, de 32 años y separado hacía cinco años.
Las salidas eran siempre de cuatro
Al día siguiente Horacio fue a la playa, conoció a los hijos de Claudia, intercambiaron teléfonos y quedaron en verse en Buenos Aires.
“Las primeras salidas empezamos a ir a todos lados los cuatro. Habremos salido solos una vez al cine o a tomar algo al principio, pero dos o tres salidas, después ya íbamos los cuatro. Los chicos eran muy chiquitos, yo no me podía mover sin ellos”, recuerda Claudia.
Se conocieron en febrero del ´88 y para abril del ´89 decidieron irse a vivir juntos a un departamento del suegro y cuñado de Claudia. Después de cuatro años tuvieron un hijo, Franco. Al agrandarse la familia se mudaron a Haedo donde vivieron 25 años hasta que, hace cinco, cumplieron el sueño de una casa con verde y de una sola planta en Castelar.
“Mi familia lo recibió bien y la familia de él recibió a los chicos como propios y ahí empezamos a transitar”, dice Claudia contenta de su fortuna.
Se borraron el apellido
Su hijo Mariano prácticamente no conoció a su padre biológico así que Horacio siempre fue su papá. Mariela tenía algún recuerdo medio lejano, “era muy chiquita, le quedaron pocas cosas, ni fotos había por la casa, de grande encontramos el álbum del casamiento y ahí lo conoció”, explica Claudia.
Hace casi cinco años Mariano le dijo a su madre, “Mira Má, yo la verdad que si algún día tengo un hijo no quiero que tenga el apellido del biológico, ni siquiera le decía padre biológico. Yo me iba a separar embarazada de Mariano y mi papá me dijo que espere por el apellido y al final mirá, se lo sacaron”, reflexiona Claudia. Horacio los quiso adoptar, pero para no hacer tanto trámite quedaron en borrar el apellido del padre biológico, ellos en su vida diaria usaban solo el apellido materno y ahora también lo usan legalmente.
“Mis hijos me cuentan que les dicen que no pueden entender como son hijos de distintos padres porque se llevan tan bien, pero porque se criaron como hermanos, a ninguno se le ocurrió nunca decir medio hermano. Me siento bendecida porque cuando le dije a mi ex que no lo soportaba más y lo eché nunca pensé que me iba a pasar esto, yo estaba cansada y me quería quedar sola con mis hijos”, cuenta una Claudia que se dejó sorprender por el amor.
Asegura que no todo fue color de rosa, al principio ella solo pensaba en sus hijos. Cuando empezaron la relación Claudia se puso firme: “Si los chicos te aceptan todo sigue para adelante, si no te aceptan acá se termina”.
Una decisión inesperada
Claudia es licenciada en instrumentación quirúrgica, trabajó en el Hospital Argerich hasta septiembre que se jubiló; Horacio es carpintero ebanista. Ambos trabajaron siempre y de novios vivían uno en Martínez y el otro en Saénz Peña, las idas y vueltas los hicieron tomar la decisión de convivir, “ya estamos grandes, qué tenemos para perder, dijimos probemos. Primero nos fuimos un par de fines de semana al campo para ver si los chicos estaban cómodos, siempre priorizándolos y la verdad es que la pasaban bárbaro”, explica Claudia.
Les hubiera gustado casarse cuando sus padres aún vivían pero los papeles de divorcio de Horacio se demoraron y después la vida siguió su curso y ni se les ocurrió pensar en el casamiento.
“Un día dijimos: pasamos una pandemia, yo trabajando en la primera etapa, ya tenemos dos nietas, me parece que ya es tiempo de casarnos, ¿qué te parece? Y bueno, dale, sacá turno, me respondió”, dice Claudia de una decisión que generó más emoción de la que nunca imaginó.
Hijos, nietos, familiares y amigos, todos rebosaban de alegría por los novios que festejaron con un almuerzo íntimo el día del civil y una fiesta grande el sábado. “Abuela vos no sos la novia porque no tenés vestido”, cuenta Claudia a modo de anécdota que le decía su nieta mayor.
Después de 34 años Claudia y Horacio decidieron dar el SÍ. En el civil el Juez de Paz les pidió que contaran cómo se conocieron y cómo llegaron hasta ahí. “Yo empecé a hablar, dije que tenía una hija de dos años y medio y Mariela levantó la mano, y señalé a mi otro hijo que tenía un año y no hablé más, me quebré”, admite Claudia. Es que ellos pensaron que iba a ser un trámite pero el momento los sorprendió, “todo es muy lindo, la parte de los preparativos, vos decís es un trámite pero se te movilizan un montón de cosas. Yo nunca pensé que me iba a volver a casar, hacía mucho tiempo que estábamos conviviendo y la verdad es que el casamiento no era nuestra prioridad y llegó, fue muy lindo. Los dos fuimos golpeados, los dos divorciados, la verdad es que fue muy lindo el volver a decir SÍ”, trasmite Claudia.
Es que pasar por el registro civil después de 34 años de amor no es solo casarse, es volver a elegirse desde otro lugar, con una historia de amor compartida y vivida junto a hijos y nietos presentes.
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