Entrar en las mentes de los pueblos antiguos, como las de un tipo de humano completamente diferente, es uno de los grandes desafíos de la arqueología
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En algún momento hace entre 135.000 y 50.000 años, alguien con las manos ensangrentadas cargó más de 35 cabezas enormes con cuernos a una cueva pequeña, oscura y sinuosa.
Después se encendieron pequeños fuegos en medio de un suelo rocoso mientras en la cámara iluminada resonaban golpes sordos y crujidos cuando se destrozaban los cráneos de bisontes, bueyes, ciervos y rinocerontes. Este no es el comienzo sangriento de una novela de terror en la edad de hielo. Es el escenario de un fascinante misterio neandertal.
A principios de 2023, un grupo de investigadores anunció que un sitio arqueológico español conocido como Cueva Des-Cubierta (un juego de “descubrir” y “descubrir”) albergaba una cantidad inusualmente grande de cráneos de caza mayor.
Todos estaban fragmentados, pero sus cuernos o astas estaban relativamente intactos, y algunos se encontraron cerca de rastros de hogares.
Si bien las cuevas en el Valle Alto del Lozoya, aproximadamente a una hora en coche al norte de Madrid, se conocían desde el siglo XIX, el sitio de Des-Cubierta se descubrió en 2009 durante la investigación de otras cavidades en la ladera.
A medida que los investigadores desvelaban lentamente las capas del interior, comenzó a surgir una imagen sorprendente de la cueva. Los cráneos, argumentaron, apuntaban a algo más allá de los simples residuos de la caza y la cosecha. Más bien vieron los cráneos como simbólicos, tal vez incluso como parte de un santuario que contenía trofeos de la caza.
Si está teoría es correcta, plantea un punto de vista tentador: los neandertales eran capaces del tipo de conceptos y comportamientos simbólicos complejos que caracterizan a nuestra propia especie. Pero, ¿podemos realmente sugerir que los neandertales -una especie de homínido que se extinguió hace unos 40.000 años- desarrollaron rituales centrados en los cráneos de sus presas?
Otros descubrimientos resaltan diversos aspectos de su cultura, y algunos incluso han sugerido que los neandertales produjeron formas de lo que podríamos llamar arte. Pero, las respuestas están lejos de ser claras.
Entrar en las mentes de los pueblos antiguos, como las de un tipo de humano completamente diferente, es uno de los grandes desafíos de la arqueología. Desde que se identificaron los primeros restos neandertales en el siglo XIX, cómo vivían y qué pensaban ha sido una cuestión fundamental y evocadora que motiva a quienes los estudian.
Sin embargo, a pesar de los inmensos avances en arqueología en los últimos 160 años, la respuesta sigue siendo complicada y, a veces, problemática, en parte debido a nuestras propias ideas preconcebidas. Los neandertales siempre han representado un contrapunto filosófico para el Homo sapiens, es decir, para nosotros.
Inicialmente, eran el único otro tipo de humano que sabíamos que existía en la Tierra, e incluso cuando se descubrieron otras especies de homínidos antiguos, conservaron un lugar especial como “el otro”, una especie de espejo con el que nos podemos comparar.
Y todas esas comparaciones inicialmente estaban a nuestro favor. El hecho de que los neandertales desaparecieran hace unos 40.000 años, después de sobrevivir durante cientos de milenios en el oeste de Eurasia, se tomó durante mucho tiempo como evidencia de que debe haber algo que explicara por qué “merecían” su extinción (en un sentido científico, si no moral) .
Conscientemente o no, los investigadores buscaron evidencia de que los neandertales tuvieron menos éxito, una versión beta de la humanidad destinada a ser reemplazada por nuestra forma superior. Y uno de los elementos más obvios en los que se centraron reflejaba lo mismo que creíamos que distinguía a nuestra especie de todas las demás formas de vida en la Tierra: la cognición.
¿Qué es la cognición? En términos simples, es cómo pensamos: nuestros procesos y habilidades mentales, desde resolver problemas hasta nuestra imaginación. También incluye infundir significado simbólico en acciones, objetos o lugares. Si el equipo de investigación que está excavando en Des-Cubierta tiene razón, entonces parece que los neandertales eran capaces de al menos algunas de estas formas superiores de cognición.
Por supuesto, los neandertales no están aquí para preguntarles qué piensan, y no podemos viajar al pasado para observarlos. Lo que sí tenemos, sin embargo, es la arqueología del siglo XXI y la ciencia moderna para ayudarnos a reconstruir tanto como sea posible la vida de los neandertales.
Para empezar con lo básico, los neandertales son uno de nuestros parientes más cercanos conocidos, y la última vez que compartimos un ancestro común fue hace entre 550.000 y 800.000 años, lo cual es muy reciente en términos evolutivos. Solo sobre esa base, deberíamos esperar que los neandertales sean muy similares a nosotros en muchos aspectos, incluida su capacidad intelectual. Sus cráneos apuntan a volúmenes cerebrales al menos tan grandes como los nuestros.
Pero, hay más en la mente que el tamaño del cerebro. Aunque grandes, los cerebros de los neandertales aparentemente eran un poco diferentes. Su forma general, deducida de la forma interna de sus cráneos, era diferente. Esto podría, por lo tanto, significar una función cerebral potencialmente variada debido a cómo las diferentes regiones del cerebro parecen estar vinculadas a funciones particulares, como el pensamiento analítico o la memoria.
También podemos encontrar pistas a nivel genético. Por ejemplo, investigaciones recientes han encontrado que pequeños cambios en dos genes involucrados en el desarrollo neurológico tienen impactos marcados en el cerebro humano.
Uno, llamado NOVA1, afecta el crecimiento de las neuronas y su actividad eléctrica, mientras que otro, TKTL1, parece aumentar significativamente la cantidad de neuronas y cuántos pliegues tiene el cerebro.
Los neandertales portaban versiones ligeramente diferentes de estos genes. Cuando los investigadores insertaron un gen neandertal NOVA1 en células madre humanas para desarrollar los llamados “mini-cerebros” (en realidad, grupos de células diferenciadas), descubrieron que conducía a un crecimiento neuronal alterado y a diferencias en conexiones entre ellas en comparación con nuestra propia especie.
De manera similar, la versión neandertal de TKTL1, que difería de la nuestra en un solo aminoácido, puede haberlos llevado a tener una neocorteza más pequeña que los humanos modernos.Esta es la parte del cerebro involucrada en funciones cerebrales cognitivas superiores, como el razonamiento y el lenguaje.
Sin embargo, algunos investigadores han sugerido que millones de humanos modernos también pueden portar la “versión neandertal” de este gen, lo que genera más preguntas sobre cuán diferentes eran realmente los cerebros de estos parientes extintos.
Los huesos y el ADN son solo una forma de explorar cómo eran realmente las mentes de los neandertales. Por ejemplo, investigaciones recientes sobre su audición respaldan la idea de que los neandertales se comunicaban vocalmente en su vida cotidiana. Y es la arqueología, lo más parecido a una máquina del tiempo, la que puede mostrarnos lo que realmente hicieron y, por lo tanto, de lo que probablemente estaban hablando.
Los avances en arqueología en las últimas tres décadas han producido una especie de renacimiento en lo que sabemos, socavando inexorablemente las ideas preconcebidas de que los neandertales de alguna manera eran deficientes.
Desde la piedra e incluso la tecnología del pegamento hasta las habilidades de caza, poco a poco, a medida que descubrimos más sobre ellos, las diferencias entre nuestras especies se han reducido. Hoy en día son relativamente pocas las áreas que quedan como diferencias claras. Una faceta del comportamiento en la que los investigadores han buscado diferencias durante mucho tiempo es la capacidad de los neandertales para el pensamiento abstracto, estético y simbólico.
Sabemos desde mediados del siglo XIX que los antiguos humanos que vivieron poco después de la desaparición de los neandertales producían pinturas espectaculares de animales dentro de cuevas y figurillas finamente talladas, y también enterraban a sus muertos con ajuar funerario como cuentas de concha.
A pesar de más de un siglo de descubrimientos arqueológicos, todavía no hemos encontrado nada verdaderamente comparable entre los neandertales. Sin embargo, lo que se ha descubierto sugiere que sus vidas fueron más allá de una simple perspectiva basada en la supervivencia.
Un ejemplo de esto fue el grabado. Aunque se ha demostrado a través de estudios microscópicos posteriores que muchos objetos, en su mayoría huesos, fueron rayados o picados naturalmente, hay algunos que claramente se hicieron de forma intencional.
En Les Pradelles, Francia, se encontró un pequeño trozo del fémur de una hiena, con una serie de nueve incisiones paralelas, cada una de unos cinco milímetros de largo. Data de hace unos 70.000 años, y un cuidadoso estudio microscópico encontró que se utilizó una misma herramienta de piedra para las incisiones, con el creador trabajando de izquierda a derecha y aplicando progresivamente más presión hasta la línea final, probablemente porque cambió el ángulo o movió el sostén de la herramienta. En la base de dos de las líneas se grabaron más series de marcas diminutas, probablemente también con la misma herramienta.
No está claro qué significan las marcas de Les Pradelles. Se ha sugerido que pueden representar un conteo de algún tipo, pero existen interpretaciones alternativas, y aquí también puede haber una motivación estética: las marcas secundarias son tan pequeñas que tal vez sentirlas pudo haber sido tan importante como verlas.
Hasta ahora, el grabado gráfico más complejo encontrado en un contexto neandertal proviene de un sitio alemán llamado Einhornhöhle (cueva del Unicornio). En este caso, el hueso data de unos 51.000 años y procede de la pezuña de un Megaloceros (ciervo gigante). Además de que alteraron algunos de sus bordes, con el hueso aparentemente afeitado o tallado, uno de los lados curvos del mismo tiene 10 grabados lineales individuales.
Cuatro de estos corren a lo largo de la base en paralelo y tienen un ángulo diagonal, pero los otros seis son más complejos con dos conjuntos de tres que se cruzan entre sí, con un ángulo de entre 92 y 100 grados. El efecto es un patrón en V repetitivo, y aunque una vez más es imposible evaluar cualquier significado preciso, parece menos probable que la pieza de Einhornhöhle sea un simple marcador de conteo.
Los objetos o lugares grabados son raros entre los artefactos neandertales. Existen menos de 10 ejemplos claros. Pero, hay evidencia más abundante de que los neandertales tenían interés en el color. Se han encontrado pigmentos minerales, con colores que van del negro al rojo, naranja, amarillo e incluso blanco, en más de 70 sitios.
En algunos contextos, no solo hay cantidades significativas, como las más de 450 piezas de pigmento de capas en Pech de l’Azé, en Dordogne, sur de Francia, sino también evidencia clara de que estas piezas estaban siendo procesadas y utilizadas. Algunas muestran marcas de rasguños y moliendas, mientras que otras tienen rastros de haber sido frotadas con cosas más blandas.
A veces, parece que los neandertales incluso seleccionaron afloramientos minerales particulares por la intensidad del pigmento y, sorprendentemente, también los combinaron y mezclaron: rojo con amarillo para producir naranja.
Si bien solo podemos adivinar para qué se usaba la mayor parte del color, y un tipo de pigmento negro, el dióxido de manganeso, también puede actuar como un encendedor químico, hay algunos descubrimientos notables de objetos “pintados”.
Incluyen una mezcla naranja combinada con pirita de hierro brillante (también conocida como oro de los tontos) en una concha y pigmento rojo en la superficie exterior de una pequeña concha fósil. También se encontró otra mezcla de pigmento en la garra de un águila, una de las ocho de Krapina, Croacia.
Y también hay evidencia en la cueva derrumbada de Combe Grenal, cerca de Domme, en Dordoña, Francia, de que los neandertales que vivieron allí parecen haber preferido colores diferentes a lo largo del tiempo.
Los pigmentos encontrados en el sitio cambiaron a través de las capas, y aunque no hay una explicación obvia para los cambios en la disponibilidad de fuentes minerales locales, existe una correlación aproximada con los cambios en los tipos de herramientas de piedra, lo que podría indicar diferentes tradiciones culturales en el uso de pigmentos.
En los últimos años, también ha habido nuevas teorías de que los neandertales aplicaron pigmentos rojos a las paredes de las cuevas. Estudios en tres cuevas españolas conocidas desde hace mucho tiempo por contener pinturas prehistóricas analizaron algunas de las solidificaciones que cubren manchas rojas, una línea roja y una huella de mano en negativo.
Los resultados las dataron con una edad mínima de entre 55.000 a 64.000 años, mucho más allá de cualquier edad aceptada para la presencia de Homo sapiens en la Península Ibérica.
Más recientemente, se han encontrado piezas de pigmento rojo dentro de una de estas cuevas, en la de Ardales, en Málaga, España, dentro de capas que contienen artefactos de piedra típicos de los neandertales, que pueden fecharse aproximadamente en la misma época en que se untó el pigmento rojo y se sopló sobre formaciones de estalagmita. Pero, los investigadores todavía tienen que encontrar una combinación química entre el pigmento y las pinturas.
En muchos sentidos, aplicar la palabra “arte” a los neandertales es complicado, porque tiene mucha carga interpretativa. Por ejemplo, podríamos suponer que tales objetos fueron creaciones terminadas y contienen información simbólica. Más bien puede ser útil centrarse en cómo se relacionaron realmente con los materiales y hablar sobre “estética”.
Lo que tienen en común los grabados y pigmentos de los neandertales es la intención de alterar la forma en que se percibían las superficies, ya sea de forma visual o táctil. Las garras de Krapina, por ejemplo, tienen pequeñas áreas de pulido, como si hubieran sido frotadas contra otros materiales duros, o quizás entre sí.
Si bien una interpretación es que podrían haber sido usadas como un collar, es posible que las garras brillantes y tal vez pintadas pudieron haber sido usadas como un cascabel, convirtiéndolas en una experiencia estética visual y sonora.
Pero tales suposiciones requieren cuidado: es posible que nunca sepamos si fueron hechas y mantenidas por individuos, o si tenían la intención de ser exhibidas para que muchos otros las experimentaran.
Sin embargo, parece que los neandertales sí eran capaces de creaciones materiales que indudablemente involucraron una interacción comunitaria, como demuestra un descubrimiento realizado en una cueva cerca de Bruniquel, en el sur de Francia.
Los descubrimientos en el sitio se remontan a 1987, cuando un adolescente aficionado a la espeleología encontró una diminuta cavidad de la que salía una brisa, como si el cerro estuviera exhalando. Después de tres años de cavar y gatear pacientemente, un día se abrió paso a un sistema de grandes cámaras, algunas con hermosos estanques poco profundos.
Uno de estos, de unos 300 metros, contenía una construcción verdaderamente notable. Lo que inicialmente parecía ser una especie de presa hecha de estalagmitas caídas resultó ser una estructura formada por piezas rotas, obviamente hechas por humanos, pero por personas que no habían dejado rastros, excepto algunos pedazos de huesos quemados.
A mediados de la década de 1990, la datación por radiocarbono apuntó a una edad notablemente antigua, más allá del límite de la técnica de 45.000 años. Tras la datación de los depósitos de calcita sobre las estalagmitas con un método diferente que mide las proporciones de uranio y torio en la roca, se informó en 2016 que era evidente la verdadera antigüedad de la construcción: de 174.000 a 176.000 años. La única conclusión que se puede sacar es que sus creadores debieron ser neandertales.
Y Bruniquel es notable: más de 400 secciones de estalagmitas que pesan colectivamente unas dos toneladas fueron seleccionadas por tamaño y dispuestas en dos anillos, el más grande de más de seis metros de ancho. Dos montones de estalagmitas yacen adentro y dos más afuera. Hay abundante evidencia de combustión, potencialmente para ayudar a fracturar las columnas.
Y todo esto no es un trabajo descuidado: en algunos lugares, los anillos están formados por cuatro capas, a veces con piezas apoyadas contra ellos. En algunas zonas, en el interior de los muros hay varias piezas equilibradas unas sobre otras, a modo de dinteles y columnas diminutas.
Bruniquel sin duda contiene algo construido por los neandertales, pero ¿qué? La explicación de que es algún tipo de habitación o espacio de vida regular parece poco probable. Hasta ahora, el sistema de cuevas no parece tener una entrada cerca de la cámara, que se encuentra en lo profundo de la colina.
Es mucho más remoto que cualquier otro lugar de vida neandertal, que suelen estar en las bocas de las cuevas o solo unas pocas decenas de metros en el interior. La lejanía de la cámara también significa que habría sido necesaria una iluminación permanente, lo que no solo habría significado un gasto extraordinario de tiempo y energía durante una fase fría del clima cuando los árboles no abundaban, sino que también habría provocado un ambiente permanentemente lleno de humo.
Y lo que es más sorprendente: hasta ahora no se han hallado herramientas de piedra reales. Las huellas de las patas de los osos que usaron la cámara mucho después probablemente borraron las huellas de los neandertales, pero si este hubiera sido un lugar ocupado, todavía debería haber algunos restos de su vida diaria.
Pero, más allá de los 18 “centros” de fuego y la pieza de hueso quemado, aún no se han encontrado artefactos ni ningún otro objeto. El lugar aún se está estudiando, y es posible que los artefactos estén ocultos debajo del piso que se formó a medida que el agua goteaba lentamente en la cueva. Quizás esta construcción tuvo un tipo de significado para los neandertales que se nos escapa.
Volvamos al misterio de las calaveras en la oscuridad de la Cueva Des-Cubierta. Esta también demuestra la complejidad para interpretar restos inusuales dejados por los neandertales. La cueva de 80 metros de largo, que varía de 1 a 4 metros de ancho, se formó hace al menos medio millón de años, pero los depósitos arqueológicos datan de hace entre 135.000 y 50.000 años.
Después de años de arduo trabajo, en 2012 comenzaron a reportarse los resultados iniciales, incluido el descubrimiento de algunos fragmentos de un niño neandertal de entre 3 y 5 años. Este, por sí mismo, es un descubrimiento significativo: cada nueva pieza esquelética que agregamos al registro de esta especie es preciosa.
A medida que continuaba la excavación, con los cráneos de animales y las chimeneas descubiertos, surgió la idea de que Des-Cubierta podría ser algún tipo de lugar para los rituales funerarios. Si bien el equipo de excavación sugirió que podría contener ofrendas funerarias o ser un santuario de caza, para otros investigadores, Des-Cubierta no contiene indicadores claros más allá del comportamiento “cotidiano”.
Primero, un análisis posterior encontró que los restos de homínidos, en su mayoría de una mandíbula, eran originalmente de la capa que recubría los cráneos de animales. En segundo lugar, no hay un patrón espacial obvio en los cráneos, más allá de que algunos están cerca de rastros de hogares.
En tercer lugar, la capa en la que se pusieron los cráneos y los hogares durante un tiempo considerable tiene unos 2 m de profundidad, lo que requeriría un uso ritualizado del espacio a muy largo plazo. Y finalmente, existe una explicación “ordinaria”: las marcas de corte y los aplastamientos muestran que los cerebros, los ojos y las lenguas fueron extraídos para comer.
Parece que los animales cazados estaban siendo despiezados inicialmente en otro lugar, posiblemente justo fuera de la cueva, y luego los cráneos junto con algunos otros huesos fueron llevados adentro para ser procesados en los fogones.
Una vez que se obtenían los jugosos trozos dentro de los cráneos, no había razón para seguir rompiéndolos, y tal vez la naturaleza de la capa hizo que sobrevivieran en una forma más completa de lo normal.
Pero, ¿por qué se molestarían los neandertales en llevar estos pesados cráneos adentro? Sabemos por descubrimientos en otros sitios bien conservados que los neandertales separaban las diferentes etapas de sus tareas entre lugares, tanto en el exterior como dentro de las cuevas.
Por ejemplo, los hallazgos en el Abric Romaní, en España, y en la cueva Fumane, en Italia, muestran que, al sacrificar animales y aves, a veces se procesaban diferentes partes del cuerpo, como alas o cráneos, en diferentes áreas.
Algo muy similar parece explicar el patrón en Des-Cubierta y apoyaría la implicación cognitiva general de que los neandertales organizaron cuidadosamente su tiempo y actividades. Así que tal vez Des-Cubierta no requiera que invoquemos una explicación que involucre cráneos como trofeos. Pero, eso no significa que la caza y los animales no tuvieran un significado social para los neandertales.
Una posibilidad intrigante a la que los investigadores están prestando mayor atención es que los neandertales pueden haber visto a las criaturas que los rodeaban en términos de relaciones, en lugar de meros recursos.
Podemos ver algo similar en los chimpancés que a veces, en lugar de cazar, mantienen a pequeños animales aparentemente como “mascotas”, aunque normalmente las criaturas no sobreviven mucho tiempo.
Para los neandertales, nuestros parientes evolutivos más cercanos que eran en muchos niveles curiosos y muy inteligentes, pudo haber tenido mucho sentido percibir tanto a sus presas como a otros depredadores como seres semejantes y parte de su mundo social.
Incluso si los cráneos de Des-Cubierta no fueran trofeos, tal vez su presencia dentro de la cueva, significó algo para los neandertales, y de alguna manera manifestaba la existencia de los increíbles y poderosos animales con los que compartían su vida.
*Por Rebecca Wragg Sykes
*Rebecca Wragg Sykes es arqueóloga paleolítica y autora del galardonado libro “Kindred: Neanderthal Life, Love, Death and Art” (Almas gemelas: la vida, el amor, la muerte y el arte de los neandertales).
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